domingo, 12 de diciembre de 2010

Fragmentación Constitucional del ciudadano puertorriqueño (Problemas en la UPR)

The bad man desires arbitrary power. What moves the evil man is the love of injustice.

John Rawls

El ser humano es una criatura política que puede ejercer y exigir derechos. Se considera un microcosmos particular, diferente a sus compañeros en caracteres pero homólogo en algunas obligaciones y poderes. Dividirlo es prácticamente una idiotez, ya que nuestro sistema opera para que seamos nosotros los depositarios de una serie de virtudes políticas en conjunto. Este elemento parece no ser comprendido por el Gobierno de Puerto Rico y, un ejemplo concreto, la situación de la Universidad de Puerto Rico ofrece en detalle lo que acabamos de formular.

El ser humano que opera en una democracia constitucional tiene a su disposición el derecho a ciertas garantías esenciales para poder llevar a cabo la vida dentro de dicho sistema político. No tener esto significa estar sometido a un régimen autocrático, dictatorial o monárquico. En puridad, la república es el resultado de esta negociación construida a través de una Constitución: en ella se plasma, secula seculorum, los parámetros de comportamiento del gobierno, no del ciudadano.

Aquí yace la primera falta crasa dentro de la concepción de garantías constitucionales que tiene el Gobierno de Puerto Rico. El pensar que la Magna Carta es un documento para el Estado y no para el ciudadano es completamente ajeno a lo que se quiso manifestar en 1952. En el caso de la UPR nos topamos con la práctica de esta forma de administrar: por un lado tenemos un grupo de ciudadanos amparados por unas garantías que se enfrentan a un Estado que desea fragmentarlas decidiendo cuándo y dónde se expresan, cómo expresarse, cómo asociarse, cómo solicitar la reparación de agravios al gobierno, en fin, se traduce a un Estado que dicta cómo debes vivir. El error más estúpido yace en la sed de regulación, cosa que se supone que nunca ocurra, ya que siempre existirá más comportamiento humano que derecho positivo.

Lamentablemente estamos ante un panorama que ya había sido prevenido por teóricos como John Rawls y Jurgen Habermas. El primero había logrado desarrollar la primicia de un Estado que consideraba lo mejor para todos por estar controlado por todos, cosa que no se nos da ni en sueños en estos tiempos. El segundo es más pertinente ya que había establecido hace décadas el problema del micro-colonialismo del ciudadano. O sea, el Estado burocratiza la forma de vivir de cada uno de nosotros.

Lo lógico es entender que la condición de ciudadano no está sujeta a un régimen particular, ya que el estado de derecho surge posterior a la creación del Estado soberano. En nuestro contexto, la constitución surgió mucho después de que se esgrimiera el concepto “pueblo”. Sin embargo, el Gobierno de Puerto Rico busca revertir el proceso y hacernos pensar que el estado es el gran dios que ha existido desde la creación, un ente fantasmático que usurpa las características del dios judeo-cristiano para hacernos creer que siempre nos está velando, que cuida por nosotros y nos dice cómo y dónde podemos hacer las cosas.

El Gobierno cae en la burocracia por efecto de que no opera como una entidad con un conjunto de derechos. Que el Gobierno de Puerto Rico pretenda lo contrario es ajeno a la historia, la asamblea constituyente y el concepto de la libertad post Revolución Francesa. Es más, la primicia que se estableció en la constitución era que dicha entidad estuviese separada en sus poderes más básicos (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) para evitar el entroncamiento de derechos en un solo macro-poder. Es por eso que la burocratización surge, porque el gobierno desea expandirse cuando, en realidad, su naturaleza es fragmentada y por lo tanto diseñada para que sea el ciudadano quien lo controle.

Burocratizar al ser humano busca micro-colonizarlo, fragmentar su vida y dividir la concentración de derechos que le fue investida a la hora de organizarse como ciudadano. El Gobierno de Puerto Rico ha comenzado su política de fragmentación de derechos en el lugar donde principalmente se puede dar la discusión que podría desarticular su opresión, la Universidad: la casa del pensamiento universal por antonomasia y, más aun, la cuna del pensamiento político y humanista. Ahora la policía enfrenta al pueblo con espacios designados para expresarse, espacios para asociarse, espacios por donde caminar, espacios por donde no caminar etc, etc, etc. Si se logra controlar la comunidad universitaria (principalmente estudiantes y profesores) el Estado logrará su objetivo principal, eliminar el pensamiento crítico y controlar las posibilidades de cuestionamientos, y dará paso a su objetivo a la largo plazo: un pueblo micro-colonizado bajo un sistema de burocratización individual en donde hasta para comer hay que pedirle permiso a la entidad de poder. Puerto Rico acaba de hacer un viaje de más de una centuria al pasado.

Gobierno de Puerto Rico: Retrógrado, Ignorante y Plutocrático. Perdónanos Voltaire por nuestra cobardía.

jueves, 2 de diciembre de 2010

El Titanic de Luis Ponce Ruiz

Adjunto una nota publicada en http://www.laacera.com/ del colega Luis Ponce Ruiz (el cacique de la tribu). La misma atestigua un pensamiento que seguramente es muy común entre el estudiantado de la UPR y, con más precisión, dentro de los estudiantes graduados.

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12/02/2010 - 11:37


Cuotas, huelgas y el Titanic
Por: Luis Ponce Ruiz
«Si te dijera que
La Revolución llega
esta noche en un vuelo
Pan American 747 a las 11:43
y sin escala
¿me creerías?»

-Manuel Abreu Adorno

Gracias, Manuel, por esas palabras que nos llegan del más allá. Los que estamos en el más acá nos preguntamos, como Zavalita, «¿En qué momento se jodió la UPR?». Gracias, Mario Vargas Llosa, por escribir gran parte de Conversaciones en la Catedral en Puerto Rico, cuando fuiste profesor visitante en el legendario campus riopedrense en 1969. Y qué fecunda imaginación la mía de reunir, gracias al hilo conductor de nuestra Universidad y sus mitos, a estos grandes de nuestra literatura hispanoamericana.

Y qué fecunda la imaginación del estudiantado --incluyendo a muchos compañeros y amigos míos que respeto y admiro-- de otra vez usar el mecanismo de la huelga para forzar a una administración universitaria a eliminar la injusta cuota de $800. Una administración que, para empezar (y así ha quedado más que demostrado en este semestre que ahora pende de un hilo) no le importa la universidad. La huelga del semestre anterior fue un hito nacional al canalizar la indignación de todo Puerto Rico contra un gobierno abusivo, comprado por los grandes intereses (Fortuño, como sabrán, ya se ha auto proclamado «el vendedor en jefe de Puerto Rico») y totalmente desinteresado en el desarrollo intelectual, social y cultural de la nación. Fue una huelga de pueblo que le enseñó a nuestra sociedad a hacer algo diferente en términos organizativos, de exposición a los medios y de liderazgo. Pero, desafortunadamente, lo mismo no se puede decir de su efectividad para detener la imposición de la cuota y para mejorar la Universidad.

De hecho, la palabra más certera para describir la Universidad y el campus de Río Piedras en este primer semestre del año académico 2010-2011 post huelga es caos. Desde el desembolso tardío de los préstamos y ayudas económicas a los estudiantes y la ineficiencia multiplicada exponencialmente en todos los quehacers administrativos, no-docentes y docentes, hasta la changuería estudiantil de protestar porque tienen que leerse un libro de rabo a cabo para una clase y los altos niveles de tensión en el estudiantado desencadenados, precisamente, por el conflicto huelgario pasado, han hecho de la UPR y todo lo que la rodea en una tierra sumamente volátil.

Cabe preguntarse si una segunda huelga consecutiva va a realmente aliviar los padecimientos arriba señalados y los que ya todos conocemos por el abandono, la negligencia y el robo indiscriminado por parte de ésta y pasadas administraciones universitarias y del gobierno central. Yo puedo entender la frustración, el coraje y la impotencia de los estudiantes por el trato tiránico de la Junta de Síndicos, la Presidencia y los agentes del gobierno Fortuño que quieren destruir la universidad. Pero a la luz del fiasco de la pasada huelga en términos de llegar a acuerdos finales, de las actitudes revanchistas características de la derecha fascista en Puerto Rico, representada por la figura de los líderes del Partido Nuevo Progresista y el Partido Republicano estadounidense y, del propio descontento generalizado del estudiantado y los ex alumnos por la manera en que se han llevado las últimas Asambleas Generales, la táctica huelgaria navideña supone, más que un adelanto, un desacierto de grandes proporciones.

Si te dijera que un nuevo amanecer universitario llegaría en estos próximos días en el vuelo de un estudiantado combativo pero a la vez prudente y sin fanatismo, ¿me creerías?