lunes, 18 de noviembre de 2013

Muñoz Rivera: discurso, política y periodismo

Pronto se cumplirán 97 años de la muerte de Don Luis Muñoz Rivera, el 16 de noviembre para ser exacto. Esto aflora en un momento en que la llaga económica pica como un mal que desespera e irrita. Además, ha explotado un debate –luego de que cuatro publicaciones extranjeras de suma importancia dijeran prácticamente lo mismo– acerca de si Puerto Rico tiene un problema estructural que redunda en una seria deficiencia de herramientas políticas.
www.boriken365.com

Con esa escena en mente, hoy llamo la atención para apuntar algo acerca del libro La pluma como arma: La construcción de la identidad nacional de Luis Muñoz Rivera de José A. Calderón Rivera. Un texto denso, de unas 400 páginas que recoge en sus líneas un análisis acerca de la figura de Muñoz Rivera y su rol como escritor y periodista entre el siglo XIX y XX. No obstante, lo crucial que ofrece el libro es acerca de cómo el prócer de Barranquitas se enfrentó a uno de los cambios políticos más difíciles de la historia de Latinoamérica utilizando lo que más sabía hacer: escribir.
Primeramente, Calderón Rivera apuesta a un libro de corte explicativo no para justificar las acciones de Muñoz Rivera, sino para expandir un estudio sobre su función como prosista en la historia política del país. De esta forma, para el autor– quien evidentemente sigue una entrelínea foucaultiana –el prócer de Barranquitas asumió un cambio radical en su forma de acercarse al problema político de Puerto Rico de primeros del siglo XX ante la transmutación de paradigmas que conllevó la invasión estadounidense en 1898. Así, Muñoz Rivera se presenta como un lector de las relaciones políticas de ambos imperios: si por una parte el gobierno español reposaba en las almohadas del inmovilismo y la dejadez con respecto al tema de Puerto Rico; por la otra, el gobierno estadounidense llegaba como una animal ansioso e inquieto, con una sed de reformas e intervención con el fin de borrar la huella peninsular de los asuntos administrativos de la Isla.
Con esto en mente, el autor deja entrever que Muñoz Rivera estuvo consciente de estos cambios y que luego de la invasión reconoció una permutación en las dimensiones del poder y el saber del gobierno central. Este elemento lo obligó a reformular su estrategia política dentro de las filas del Partido Autonomista. Por esa razón, si en primera instancia el político había ideado el famoso pacto Muñoz-Sagasta como un mecanismo de propulsión para su agenda autonomista, la transformación traída por la invasión estadounidense lo impulsó a abandonar la poesía para dedicarse de lleno a la cosa pública desde las imprentas de “La Democracia”.
http://flmm.org/noticias_128.htm

Hay que destacar que Calderón Rivera no mitifica ya que reconoce que Muñoz Rivera no comprendió cabalmente las relaciones del gobierno federal con los estados dentro del sistema federalista. Esto, a causa de haber realizado una lectura de la política estadounidense con la misma lupa que usó para estudiar el autonomismo canadiense. Además, el autor subraya que la intensión de alcanzar un gobierno propio para Puerto Rico fue muchas veces el catalítico para que la oposición política de Muñoz Rivera lo tildara de “antiamericanista” sin que este proporcionara un (contra)discurso efectivo para defender el hecho de que consideraba al autonomismo ser parte de una libertad que la democracia estadounidense debía garantizarle a los puertorriqueños. Así, Calderón Rivera subraya que:
“La independencia era el ideal de todos los puertorriqueños de acuerdo a Muñoz Rivera, aun cuando la historia de dominación de la isla no le había permitido expresar sus sentimientos patrios. La fuerza de dos imperios había logrado reprimir el deseo de libertad de la mayoría de los puertorriqueños, pero el germen de la soberanía absoluta se encontraba presente en la mente y en el corazón del pueblo. Sus expresiones recogían lo que realmente representaba su vida política: una búsqueda de libertad bajo unas condiciones controladas y cercadas por las fuerzas de la metrópoli”. (313-314)
Relacionado a esto, Calderón Rivera subraya -cerca de las páginas finales de su libro– que la interacción de Muñoz Rivera con la política estadounidense durante su puesto como Comisionado Residente lo acercó a la idea de un Puerto Rico independiente y soberano producto de la concesión de la autonomía por parte de Estados Unidos. En torno a esto el autor señala que Muñoz Rivera “…situaba sus esperanzas en lograr un régimen autonómico que sirviera de base para evolucionar hacia la independencia”. (342) Más adelante apunta que el prócer demostraba una latente “confianza en lograr la independencia de la isla en algún momento”. (342) Por tal razón, Calderón Rivera concluye que durante el periodo que duró hasta 1914, Muñoz Rivera anhelaba la autonomía “primero que cualquier otra conquista” y de no lograrla no era ajeno al concepto de la lucha revolucionaria.  
Como se puede apreciar La pluma como arma: La construcción de la identidad nacional de Luis Muñoz Rivera de José A. Calderón Rivera es un libro que invita a observar no a la figura de Muñoz Rivera sino a su capacidad de desarrollar discurso en miras a un cambio en la Isla. Este ejemplo cae bien luego de que en estas últimas semanas se haya planteado que Puerto Rico está sumamente deprimido y con pocas esperanzas de salir del atolladero económico-político que parece esparcirse como un hambriento comején.
Caricatura aparecida enPuerto Rico Ilustrado el 7 de agosto de 1910 y titulada Lázaro.
Colección de Dibujos de Mario Brau Zuzuarreguí, Biblioteca Universidad de Puerto Rico

La revisión de las ideas y las estrategias de aquellos líderes que vivieron en el ojo de la tormenta puede ser un faro confiable. Por esto no quiero que se me malinterprete, no aconsejo el enfoque en las ideas, sino en la forma en que los líderes deben ponerlas en praxis. De esta forma, vale poco el debatir si el autonomismo, la estadidad o la independencia son mejores en un “todos contra todos” pero sí es meritorio (re)considerar el valor que tiene el discurso y su ejecución en la política puertorriqueña, elemento este que, al parecer, los políticos contemporáneos han olvidado o, mejor dicho, sustituido por el buen “pitching” mediático y los “slogans”. 

sábado, 2 de noviembre de 2013

19° N, 70° O (O de cómo se hace literatura de Quisqueya para el mundo)

yo canto para mi pueblo en mi banana 
siempre contento y dichoso 
no me importa lo que digan 
porque no soy caprichoso 
no me importa lo que digan 
-JLB y Compañía “Mi banana”

Nuestra región es única, suena a estribillo pero es la realidad. Llamémosla  “Caribe” o “Antillana”, no importa, lo cierto es que en los pasados 20 años ha crecido y ha cambiado tanto en aspectos político-económicos como en lo filosófico-culturales. Cuba no es la misma, Puerto Rico mucho menos, Haití ha testimoniado grandes cambios políticos  y República Dominicana un crecimiento económico que hace que los ojos de América brillen al ver su merengue afincao’.


El caso de la literatura y el arte no es la excepción ante estas transformaciones. Si bien en los 90 la producción poética dominaba la escena con una lírica fresca y cargada de polisíndeton y ritmo musical (elemento que Rodríguez Juliá subrayó magistralmente durante su conferencia magna en el Festival de la Palabra 2012) el 2000 fue cocinando, a fuego lento, una veintena de narradores que bulleron poco a poco.  

A mediados de dicha década, la figura de Rey Andújar movía fichas aquí y allá. Jugaba varias posiciones al mismo tiempo: escritor, teatrero, crítico cultural y estudiante doctoral. También, salía y entraba del país en una inquietante agenda de presentaciones teatrales en la cual además malabareaba varios empleos.

El autor de Candela, El hombre triángulo y El factor carne volvió a la carga en el 2011 con UGDU y otros relatos con el sello de la editorial “La secta de los perros”. UGDU… sirvió de carta de presentación para la entonces emergente editorial y se unió a títulos exitosos como Mundo Cruel de Luis Negrón y El muro que guarda el rosal de Francisco R. Velázquez.

Rey Andújar ofrece aquí una publicación llamativa, tal y como se percibe en el excelente trabajo de diagramación de la portada del libro la cual incluye el misterioso ambigrama del “UGDU”. Por otro lado, el autor regala más de lo esperado ya que el libro aparenta conformarse de cuatro partes que pueden considerarse micro-antologías narrativas. A los efectos, los primeros cuatro relatos abren el camino para una bifurcación de la lectura en tres partes llamadas Amoricidio, Saturnario y UGDU respectivamente.
 (Tomado de www.onprose.com)
El texto abre con el relato “Doña Ana, los gallos y el monstruo de Samaná” el cual recoge en un tono profético y mágico-realista la relación de Doña Ana con el bien, el mal y el rencor. Andújar concibe a los personajes como agentes que se relacionan con el incomprensible divino como si fuese cosa de todos los días. Esta soltura y el elemento de los gallos evocan la memoria hacia El coronel no tiene quien le escriba del Gabo y al Reino de este mundode Alejo Carpentier.

Andújar no niega en su verbo raíces que pueden trazarse a Cortázar e incluso a la Trilogía sucia de la Habana. En UGDU… contrastan la  musicalidad y el estoicismo, la burla y el realismo, el retrato de la tristeza y las ganas de bailar al mismo tiempo– semejante a “Un poquito de alegría” de Santos Febres–con una naturalidad que solo se siente en la sal de estos mares. Además, violará en numerosas ocasiones las reglas de la gramática y la lógica con el fin de llevar al lector a conclusiones impactantes y finales de cuentos que tienen el sabor de una bofetada en la oscuridad.

Así, resalta el relato “El Jaguar” el cual trabaja la ironía y el morbo en el cortejo sexual con la nota final de la fatalidad. Este elemento se repite en “Wilkins: El bombón asesino” con la leve variación de presentar una crítica a la música de los 80’ y –¿por qué no?– a la figura del rockero mayor de Puerto Rico. La alusión a la música prosigue en el relato “Superaquello” el cual podría ser incomprensible para la generación que no conoce la escena “indie” puertorriqueña y la crucial figura de Eduardo Alegría de la banda Alegría Rampante –entre otras–. Este cuento es también una reflexión en torno a la homosexualidad, la intelectualidad y la dramaturgia del cuerpo del escritor, tal y como lo menciona el autor en su biografía.

“Fastiviris” sigue el trazo de “Superaquello” pero es también el último pasillo que dirige a la conclusión del texto. En este comienza a seccionarse la figura de “El niño” el cual juzgará su suerte y las posibilidades de lo sexual ante un mundo agresivamente económico y darwinista que hace memoria a la República Dominicana de 1984 con su pobreza destructiva –refiero al lector a las publicaciones de escritores contemporáneos como Matías Bosch– y las ansias del escape hacia el ansiado “Nuevayol”.

El mismo niño de “Fastiviris” parece emerger de la división de órdenes tripartitas de Lacan (imaginario, simbólico y real) en el cuento “Travesía”. Aquí la ausencia del padre es sustituida por la presencia del relato y se pierde a la madre por completo en lo que parece ser una invitación para que el “niño” deje su inmadurez y avance hacia el mundo de la creación. El párvulo innombrado e imberbe se convierte ahora en un Renato púber y solitario que al darse cuenta de que no existe un padre tiene que caminar hacia el futuro a ver si se reencuentra con la figura maternal.


UGDU y otros relatos es un libro que obedece a la nueva tendencia cuentística post-milenial: es corto, audaz y le recuerda al mundo que la República Dominicana arrasa con una partida de escritores jóvenes inclinados a la experimentación y a una narrativa capaz de cruzar sus fronteras. Junot Díaz, Rita Indiana Hernández –que ya va más inclinada a la música– y el polifacético Rey Andújar van a dejar mucho de qué hablar en las próximas década: no digan que no se los dije.