martes, 11 de diciembre de 2012

Escribir complejo


     (Imagen de http://timesupblog.blogspot.com/2011/03/how-to-choose-extreme-abundant-living.html)
     Confundir. Abnegar la razón. Cumplir ferozmente como agente del caos, del totum revolutum, del enredo al que muchos nos hemos hecho parte. No comenzar bien algo y dejar saber que no lo entenderás.
Son muchas las razones por las cuales se puede escribir complejo, sobre todo razones literarias. Esas son las que sobran. Si se observa un escrito académico, un reportaje o quizás hasta un documento legal, puede ser que la confusión –la complejidad– no encuentre un lugar donde pueda descansar la cabeza. Sin embargo, para lo literario es otra cosa.
     Y hay que tener cuidado, porque escribir complejo es fácil. Dañarle el momento a quien te lee es algo que tienta al que plasma. No busca la comunicación, deja al lector en al guardarraya del texto –a punto de cerrarlo–, de llevarlo al ostracismo al no poder adentrarse en las fauces de lo sublime. Pero cuidado, esto está sujeto a la malinterpretación, porque si por un lado se encuentra la facultad de escribir complejo por puro desconocimiento de la gramática y la lógica, esto no se debe confundir con la confusión –o complejidad– empleada como recurso.
     Había mencionado anteriormente la existencia de un texto limitativo, abyecto para los lectores debido a su rebuscamiento y la dificultad para su exégesis pero que, para darle los méritos, llevaba a algún lugar. Este alberga la complejidad en torno al manejo del lenguaje y sirve más como carta de presentación profesional o testimonio de las veces en que su redactor ha consultado los tesauros. Al ladito de este tipo de texto había mencionado la existencia de uno que generaba la confusión tanto en su construcción externa como interna, o sea, en su lógica secuencial o discursiva. A este le había echado la agüita en la frente y le había dicho al mundo que se llamaría “texto auto-devorador” por ser (auto)pófago o, a mejor decir, un escrito sanguinario que da vueltas en sí mismo devorando sus propias ideas y generando confusiones que se contestan y se cierran consigo mismo.
(Dalí Atomicus de Philippe Halsman, http://www.dangeroustime.com/2012/08/dali-atomicus-water-confusion.html)
     Sin embargo, como dije anteriormente, la confusión con vicios literarios formula otra serie de paradigmas. El primero que podríamos trazar es el del lenguaje. De este modo, los pasajes parisinos de Cortázar, el dadaísmo de Ball y Tzara y hasta algunas melodías que aparecen en el siglo XIX pueden caber en esta concepción. Por otro lado, se encuentran también esas confusiones lógicas que redundan en complejas lecturas que a veces requieren dos y tres sentadas para poder auscultar su esencia. Aquí no hay que viajar lejos ya que contamos con ejemplos de diversos matices como “Confusión” de Manuel Fernández Juncos y algunos capítulos –si es que así se le pueden llamar– de Pedro Páramo.
     Este tipo de complejidad literaria abona a la creación de un texto sujeto a las circunstancias del lector, lo que comúnmente se confunde con la multiplicidad de lecturas. Ejemplo del primero es el Godot que simboliza a Dios vis a vis el Godot que simboliza la esperanza. Ejemplo del segundo es aquel que se muestra con cierto grado de complicidad lúdica en Los amos benévolos de Laguerre. A fin de cuentas, la complejidad escritural es una herramienta que denota una mayor participación del lector en el ejercicio de crear una historia o una figura.
     ¿Y cuántas veces he participado de esa compleja relación autor-lector? No lo he meditado mucho pero hace un tiempo observaba las notas que había recopilado sobre la novela En Babia: manuscrito de un braquicéfalo de José I. de Diego Padró y tomé como botón de muestra las palabras de Elidio La Torre al apuntar que es “una novela que se desborda a sí misma, incontenible e inacabable, abrumadora y a la vez accesible sin dejar de ser retadora.”[i] Opino que esta impresión de La Torre es sin duda la carta de presentación de la complejidad que se desbordará de las 700 páginas de la novela. Además, esta observación– que en esencia produjo la intención de una relectura deCorrer tras el viento –hizo que admirara la complejidad que también se supone en textos como El cuarto rey mago de Marta Aponte Alsina o la narrativa polimorfa de José Liboy Erba. Pero, más que eso, dejó un enorme hueco de satisfacción en mi conciencia al identificar mi Ficciología entre esos trazos de la historia literaria de este país que más que dar una experiencia tradicional, buscan esa lectura difícil que requiere vasos de agua, cafés, cambios de posturas y uno que otro cierre del texto para poder palparse bien los sesos.
     Esa complejidad que algunos critican y que yo aquí diferencio es una parte integral del ejercicio de codificar y descifrar. O sea, que cada lector es un Buendía de la vida que destruye y construye la misma cosa una y otra vez –en este caso, es el lenguaje– en aras de ver en el algún lado de la página el reflejo de sí o un rayo de luz cubierto de letras.
     A pesar de lo esbozado, queda una duda siniestra en esta brevísima disertación: ¿Por qué no hay más textos complejos? Esta pregunta no va lanzada a los cuatro vientos, sino que espero que flote solo un poco y que se quede aquí, en Puerto Rico, país de confusiones y complejidades a todo dar. Y la planteo así, parca y un tanto idiota, pensando si la realidad de nuestra literatura se debate entre el escribir sencillo y el complejo, entre el confundir o dar luz porque ya somos más allá que acá y quizás la En Babia… cruce el charco y exija un flâneur que busque los santos de Aponte Alsina entre las caravanas, los asesinatos, la corrupción y la identidad. En fin, que busque una nueva esencia en esta isla de caos y que le dé un poco más de complejidad a este lugar que todo el mundo quiere llamar Macondo, no porque sea lindo y maravilloso, sino porque no se entiende, porque es complejo.


[i] Tomado de la Revista Otro Lunes. Núm. 6 de Febrero de 2009 la cual se puede acceder en http://otrolunes.com/archivos/06/html/otra-opinion/otra-opinion-n06-a04-p01-2009.html