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martes, 29 de noviembre de 2011

Revista Cruce: Capá Prieto: entre naciones y tiempo*

La siguiente entreda llega a ustedes desde la Revista Cruce. No dejen de visitar revistacruce.com.





Capá Prieto: entre naciones y tiempos

Hace ya varios meses (si no, años) que sostuve una conversación rápida y casi eléctrica donde pregunté: ¿Qué es Capá Prieto?
 De la boca de la entrevistada emergió un suspiro que evocaba lo idílico, como si reflexionara o agradeciera el haber culminado una labor que le garantizaba tener las herramientas para contestar aquella pregunta. Sin más, parafraseo su respuesta: Capá Prieto, es muchas cosas, es un árbol, el nombre de uno de los focos de resistencia que seguían a Betances durante el Grito, es la poesía de Ángela María Dávila, el Maestro Rafael, Adolfina Villanueva, soy yo, Yvonne Denis Rosario.

Luego vinieron otras entrevistas y Capá Prieto continuó extendiéndose, caminando a lugares donde lo hurgaban, lo abrían y leían como un tesoro de historia. Primero España, luego Estados Unidos. Evidentemente había dejado de ser un libro. Tras su traducción al inglés hizo metanoia y figuró como una colección de vivencias para los estudios culturales en varias universidades de EE.UU. y Canadá.

Pocas veces me dejo llevar a ciegas por la Teoría de la Recepción Literaria, ese interesante postulado que indica que los libros no son sólo textos, sino una mezcla de todas las lecturas, de todas las interpretaciones que han acoplado a lo largo de su vida  (si es que la tienen). No obstante, si algo hay que decir de Capá Prieto es que no tan sólo es un ejercicio de narración. El libro es la vida de muchos negros puertorriqueños, que se leen a sí mismos y son leídos por gente que ve en ellos espejos y prismas. Hace algún tiempo señalé que esta publicación “utiliza una narración de corte protagónico donde la voz de los propios personajes es a la vez el lente con el cual se retratarán unas excelentes viñetas”.

El texto combina el eslabonamiento de relatos en un estilo similar al utilizado por Francisco Font en su libro La belleza bruta. Sin embargo, Denis Rosario no deja a un lado esa labor historiográfica que hace de la secuencia una herramienta para vertebrar la puertorriqueñidad. De esta forma, el lector entra en la praxis del reconocimiento y estudia al regimiento negro que defendió a Boca de Cangrejos, el legado investigativo de Arturo Alfonso Schomburg y el arte de Juan Boria.

Si el libro cayó como sorpresa en las manos de algunos aquí en Puerto Rico, mayor fue la impresión de aquellos lectores angloparlantes, en su mayoría jóvenes, que vieron a Capá Prieto asignado en sus prontuarios. Y es que las razones sobran. Tanto así que la Dra. Mary Lou Babineau no invoca a Capá Prieto como un libro puramente puertorriqueño sino de envergadura latinoamericana, el cual ata cabos con las comunidades Afro-Caribeñas y su lucha por su sitial en la historia.

Ahora, en su nueva edición en inglés, otros lectores aceptarán lo que sus libros de historia dejaron a un lado y lo que las antologías de literatura no osaron retratar. No por menos hago eco de la interpretación que el Profesor Silvio Torres-Saillant da a Capá Prieto, señalando que es un texto nutrido por la experiencia humana del mundo antillano, tanto del pasado como del presente.
No obstante, a pesar de que esta edición contiene más acotaciones que su homóloga en español, su esencia no sólo sigue cargando una fuerte tradición narrativa si no que allega a un público mayor su labor de crítica social. El texto muestra cómo el blanco burgués trata de soslayar su pasado negro, cómo la figura femenina sigue siendo opacada por el machismo boricua. Capá Prieto, aún siendo un libro de relatos, opera como una voz que canta y denuncia.

Porque hay que atestiguar que un grito es un grito en cualquier idioma, que un canto es un canto no importa lo extraño que sea el lenguaje. En el caso de Capá Prieto, el trabajo de traducción no le resta inventiva al poder de cuentos como “The Cockroach and the Mouse”, un elogio a Pura Belpré, “File: Anjelamaría Dávila”, donde se imbrica a la poeta negra con Julia de Burgos, y “Last Rites in the Palms”, un poderoso trabajo prosaico donde orbita Adolfina Villanueva (aparecen también, en breves sombras,  Rubén Blades y Tite Curet Alonso).

Para maravilla de algunos, Yvonne Denis Rosario se encuentra en la frontera de la narrativa, la historia y la anécdota. El libro sigue una cadencia muy amena que se entrelaza a la minuciosa selección del orden de los relatos. De esta forma, Capá Prieto comienza en las costas de Isla Verde y prosigue hasta los lujosos bufetes de abogados en la Milla de Oro. Todos estos elementos están unidos por un eje temático que, más que verlo, se palpa a través de las páginas: que la negritud existe, que está en nuestra historia y que ha aportado a lo que cada uno de nosotros es hoy.

El hecho de que Capá Prieto haya sido traducido no se debe evaluar como un logro literario si no como un paso más para hermanar la raza que unió al Norte y el Sur, las Antillas y la Península Ibérica. Este libro rellena los silencios y hace de la literatura un ejercicio para el nexo cultural entre naciones y tiempos.

viernes, 25 de febrero de 2011

La contemporaneidad de la literatura negra en Puerto Rico (2009-2010)*

Lejos de ser un tema que resuene de antaño, como una canción semi-olvidada, el tópico de lo negro en la literatura puertorriqueña ha tomado un auge, vitalidad y pertinencia que no puede ser soslayado por la crítica isleña. En palabras certeras, nuestro tiempo es de una literatura de negros, por negros y, confiadamente, para los descendientes de los negros.


Entre las publicaciones más recientes hay que destacar ciertos textos que certifican, a la vez que conmemoran, esa pizca de africanismo que corre por nuestras venas y que será hoy y por siempre el dolorcito de muelas en el espíritu burgués, clasista y blanco que busca con breves latidos seguir dominando la escena literaria en estas latitudes.

Esta literatura ha pasado por un proceso de exposición fecunda ante lo que algunos podrán calificar como el vencimiento de la otredad editorial para así llegar al Puerto Rico como puente literario de las Américas hispanoparlantes y cede de la negritud como fenómeno literario.

Nuestra exposición comienza con ciertos ejemplares que, por su vibrante caracterización de lo negro, han dejado una huella definitiva en la historia editorial del país.

El año 2009 inició con el pie derecho (si le da la gana: el izquierdo) con dos textos que determinaron las pautas para la discusión de la negritud. Surgió en aquel entonces la publicación de la veterana narradora Mayra Santos Febres, Fe en disfraz, un texto que se balancea entre las temáticas del erotismo interracial y el cuestionamiento del yo tanto en raza como en género.

Santos logró desencadenar la perspectiva de la piel como texto y voz narrativa, tanto en los personajes que elaboran el romance (si se puede llamar así) en el tiempo actual vis a vis aquellos que viven una sexualidad en el pasado. La autora de Cualquier miércoles soy tuya rebusca en las fibras de su escritura qué significan los cuerpos y el deseo desde un enfoque que detalla lo narrativo/literario.

La segunda publicación tiene el carácter de lo histórico/crítico y ha develado un mundo de letras y discursos que, con atrevimiento y en buen sentido, nos parece que debe ser investigado a mayor profundidad. Hablamos de Literatura puertorriqueña negra del siglo XIX escrita por negros de Roberto Ramos Perea.

Esta publicación presenta a un nutrido grupo de escritores que el editor, a buen juicio, reclasifica como intelectuales. Esta empresa ha rescatado del olvido a quienes lucharon desde el pensamiento y las letras por perdurar en la historia. Entre los ilustrados que se destacan en esta publicación, se encuentran:

Eleuterio Derkes, Manuel Alonso Pizarro, José Ramos y Brans, Eleuterio Lugo, Carlos Casanova, José González Quiara, Tomás Carrión Maduro, José Celso Barbosa, José Elías Levis, Arturo Más Miranda, Eduardo Conde, Luis Felipe Dessus, Enrique Lefebre, Jorge Alonso Fernández y al excelso maestro Arturo Schomber.

Haciendo eco de lo sugerido en la sección de Crítica de Libros en Radio Universidad de Puerto Rico, este texto es lectura obligatoria.

Al mencionar estos dos libros como fundamentales para la literatura negra en el 2009 no se resta el hecho de que surgieron varias publicaciones de mucho mérito en ese año pero que por cuestiones de tiempo y espacio no puedo resaltar en este escrito. No obstante, es menesteroso hacer síntesis y a tal razón saltamos a varios escritores que afloraron en el 2010 y dieron un giro al discurso de marras. La lista comienza con un magnífico ejemplar a cargo de Yvonne Denis Rosario que lleva por título Capá Prieto.



Esta obra se abraza con la de Ramos Perea en tanto rescata a los negros que fueron subyugados a una historia eclipsada y dispuesta al abandono. Denis utiliza una narración de corte protagónico donde la voz de los propios personajes es a la vez el lente con el cual se retratarán unas excelentes viñetas que incluyen a los negros que lucharon en Boca de Cangrejos, el Maestro Rafael Cordero y Adolfina Villanueva.

Capá Prieto ha circulado en Latinoamérica, España y Estados Unidos (en la cual ya sufrió una benigna traducción en aras de ser disfrutada por la comunidad negra del otro lado del charco). El libro, a pesar de ser corto, se presenta como una formidable lectura para aquellos que sean duchos en el tema. Empleando la ahora famosa técnica de eslabonar los relatos, la autora demuestra una sensibilidad única a la vez que entrega a los personajes con vida propia cual si estuviese retratándolos en sus espacios temporales y emocionales. Denis Rosario cultivó una construcción del verbo de forma limpia, una narrativa que bailaba un bolero entre historia y ficción, sin demasiados rebuscamientos pero con lo suficiente para levantar potentes figuras negras de Puerto Rico.

Por otro lado y en otro sentido, lo negro perdura con Yolanda Arroyo Pizarro y su novela Caparazones, en la cual dos mujeres se debaten en el día a día de una relación lésbica en la que se confunden visiones, trabajo, intimidad, pero sobre todo los propios caparazones, esas corazas que recubren, protegen y ocultan. Arroyo lanza una metáfora que la une al elemento de la piel trabajado por Santos Febres en Fe en disfraz y es además un proyecto que solidifica su éxito en el 2007 con la colección Ojos de Luna (la cual si trabajó directamente la negritud). A pesar de que la construcción narrativa no delata el discurso del negro en puridad, lo que distingue a la obra es su propia gestora. Yolanda Arroyo Pizarro se ha convertido en una de las voces cantantes de la prosa: Una escritora negra, audaz, de verbo certero y sin mordazas.

Dentro de esta lista del 2010 se sitúa uno de los mejores libros de narrativa que ya surca a lo internacional. Hablamos de Mundo Cruel de Luis Negrón, un texto que no describe directamente la negritud pero que adorna su narrativa con una sensación caribeña que no puede ser trazada sino al concepto de lo negro. Esta vez, los personajes denotan una musicalidad que se puede percibir a través de sus vivencias y que remonta al discurso de Rodríguez Julia en su crónica El entierro de Cortijo. A toda luz, Mundo Cruel se entrona como el mejor libro de literatura gay en los anaqueles de las librerías puertorriqueñas, presentando un rostro sandunguero y triste de la puertorriqueñidad, con personajes que sobreviven y se desviven, y que a nuestro entender cargan con la negritud en sus venas.

En similar cadencia se encuentra Palo de Lluvia de Xavier Valcárcel, un libro que trabaja de forma indirecta la negritud utilizando dos elementos: el objeto y el locativo literario. A saber, este poemario distingue sus versos entre la madera y el agua (que en su mayoría la constituye el mar). Valcárcel nos muestra una poesía con vicios de ontología, donde el ser, el concepto del yo y la espacialidad se confunden en la voz poética con crudeza. De esta forma, esta poesía adopta en algunos instantes un tono en el cual los cuerpos se desgarran, donde los ojos contemplan el mar y donde la voz se adueña definitivamente del litoral (espacio del negro y de su musicalidad).

Estas publicaciones sirven de base para confirmar que nuestra literatura es una de negros la cual ha generado una genealogía que se extiende desde el informe del Mariscal O’Reilly, La Cuarterona de Tapia y los dramas de Derkes. Y que a su vez, esta trayectoria ha continuado en los versos palesianos, la vanguardia que adoptó el cimarronismo como expresión de libertad y en la Julia de Burgos quien, en conjunto con Clara Lair, saboreó lo negro en sus versos. Quedaría incompleta esta breve e injusta nominación (que para nada se debe entender como limitativa y taxativa), si se dejase a un lado Rodríguez Julia y Luis Rafael Sánchez como testigos de ese sonido a grifería que se esparce en las entrelíneas de nuestras ediciones.

Resta decir, o mejor, dar fe, de que lo negro no perdura sino que existe. Nunca se ha perdido, no es pasado, ni historia: Está aquí, entre nosotros y los escritores puertorriqueños lo confirman.

*Originalmente publicado en http://www.laacera.com/posts/nelson-e-vera-santiago/2011/02/la-contemporaneidad-de-la-literatura-negra-en-puerto-rico-2009-