Lo nuestro duele a veces. Un dolor distinto a la
migraña de Doña Gabriela afectada por la vellonera en el segundo acto de La carreta. Un
dolor distinto al hambre de Pequeñín en la prosa de Manuel Zeno Gandía. Es,
sencillamente, otro dolor.
“La alegría
de vivir se hallaba en el campo” dijo Miguel Meléndez Muñoz. No obstante,
también apuntaba en Cuentos del cedro que
“[e]sta alegría de vivir va diluyéndose hoy en la tristeza del paisaje y
transmutándose en el dolor de vivir que desviriliza la existencia actual de
nuestras masas campesinas.”
Es
importante el uso del verbo pretérito en dicha sentencia. Una referencia al
pasado, Ubi sunt que
siempre llama. Ese pasado quedó retratado en El gíbaro de
Manuel A. Alonso, quien reaparece ahora junto a Carlos Vázquez Cruz en su
recién nacido, Malacostumbrismos.
(Foto tomada de http://lacallerevista.com/comunidad/arrimados-en-la-isla-donde-tuvimos-la-dicha-de-nacer/2106)
El juego de títulos es inevitable. El gíbaro y Malacostumbrismos andan
por ahí como primos lejanos, como que quedan “algo” entre ellos. Sin embargo,
el texto de Vázquez Cruz— sol de este escrito —se distancia del camino trazado
por Alonso. En puridad, toma la vereda. Se concentra en espacios olvidados por
el progreso. Lugares en donde llegó la música, el agua potable, las escuelas y
Muñoz Marín con zapatos para todos; pero en donde se quedó la pobreza, la
miseria de corazón y la naturaleza humana cruda y devoradora, capaz de ahogar a
uno en sus charcas.
De vuelta
brevemente a Meléndez Muñoz, resalto la palabra “desviriliza”. En sí no es
palabra ya, un cierto arcaísmo de aquella literatura de hombres y para hombres.
Empero, se relaciona nítidamente con los cuentos de Carlos Vázquez Cruz ya que
su aportación se suma a la nutrida literatura de tema homosexual que ha
emergido con éxito en los últimos tres años.
Malacostumbrismos es
una colección corta donde el poder de la ironía encara al “establishment” y se
atreve a develar tabúes y prácticas que carcomen un mundo puertorriqueño
protagonizado por el lumpenproletariado de las barriadas verdes.
Su primera pieza, “La gran familia puertorriqueña”,
sirve de introducción suprema al tema que afrontará el libro. Para el ojo
entrenado, es imposible no relacionar el relato con Literatura y paternalismo en
Puerto Rico del Prof. Juan Gelpí. En el cuento se
desmiembra a la familia disfuncional y se presentan sus componentes como
objetos de dolor quienes, a pesar de sus dotes de clarividencia y espiritismo,
no pueden comprender ni su devenir ni su destino.
Por otro
lado, “Cómo se pela un huevo” es musicalidad salpicada de sarcasmo e ironía. Si
algo produce el escrito, o por lo menos deja entrever, es que la definición de
crueldad no tiene límites. Quizás uno de los relatos de más difícil edición
para el autor: en él se deja ver que el personaje principal no es el sujeto
sino su inocencia, elemento que es capaz de soportar las embestidas sexuales
por el bien de “la familia”.
En otra
instancia se encuentra “Malacostumbrismos” pieza que bautiza el libro y que
vuelve a retomar la deconstrucción de la metáfora de “la gran familia
puertorriqueña”. En este se continúa la confección meditada del morbo como
motor de la trama y se trabaja el tema de lo siniestro con una naturalidad
aplaudible a la Sigmund Freud.
Hay que destacar que el tema de la homosexualidad como
identidad en los personas se presenta a veces unido a la marca del dolor. De
esta forma la explotación y la incomprensión permean a los sujetos literarios
que siguen la retórica de la “gran familia”. O sea, en algunos cuentos nos
toparemos con una represión o supresión de la homosexualidad ya sea a través de
los aforismos insulsos del “maricones en casa no” o “los machitos aguantan y no
lloran”.
(Tomado de hundredzeros.com)
Además, el
libro es un retrato de las “malas costumbres” que se esconden en las familias,
con todo el sentido que esas bastardillas puedan añadir a la frase. En los
cuentos de Vázquez Cruz se dispone de lo que ocurre tras bastidores, donde el
ojo social se niega a escarbar.
Por otro
lado, no resta mérito el hecho de que la mayoría de los contextos presentados
se asocien con la pobreza y el aislamiento de los pueblos pequeños de Puerto
Rico. Por esto me refiero a que Malacostumbrismospresenta sus historias en un contexto
no urbano y se distancia así de Mundo cruel de
Luis Negrón. De esta forma, el autor presenta una crítica social a través de la
delineación de problemas que surgen principalmente de la pobreza, la
marginación, la falta de educación y el maltrato. No obstante, no se
malinterprete lo anterior calificando el texto como un recuento de pesimismos y
desesperanzas ya que, en esencia, es un grito en contrario. Una propuesta que
denuncia con su frecuente uso de metáforas y creación de imágenes tipo
estampas.
Resta por mencionar que el trabajo editorial es de la más
alta calidad. Erizo editorial ha lanzado una colección visualmente amena, con
una diagramación que no se apresta a los excesos ni al fulgor de lo pomposo y
exagerado. Por lo demás, Malacostumbrismos se une a una lista de libros que
seguramente recibirá su reconocimiento por lo directo, irónico y bien
balanceado de su lenguaje a la hora de construir cuentos que no sobrepasan las
10 páginas.