José
Enamorado Cuesta
La
princesa y el oso blanco (versos carcelarios) 1955
Editorial Tiempo
Nuevo
129 páginas
La nota ética debe
preceder cualquier acercamiento a esta lectura: Yace aquí un libro gestado por
mi mentor Mario O. Ayala producto de lo que cultivó mientras fue mi director de
Tesis en el 2020.
Sin embargo, puedo aclarar que los trabajos que se produjeron en ese periodo— aquella tesis como este trabajo crítico— gozan de una rigurosidad bastante marcada como exigida por ambos. Es con esos crisoles que se trae a la consideración de los lectores isleños esta edición de la poesía de José Enamorado Cuesta precedida de un estudio de Ayala y gestada bajo el sello de la editorial Tiempo Nuevo en San Juan, Puerto Rico.
¿Quién es José
Enamorado Cuesta? El nombre suena tanto a seudónimo como a creación poética en
sí. No obstante, Ayala esgrime que el poeta yaucano tiene una vasta producción
literaria que, entre obras perdidas y otras no estudiadas, obligan a retomar un
camino que trazaron predecesores como Francisco Lluch Mora; José Emilio González
y, la voz contundente de los estudios literarios en el Oeste de la Isla,
Josefina Rivera de Álvarez.
Esta tirada viene con un inicio editorial llamativo: Una nota del rotativo Repertorio Americano del 15 de mayo de 1954 de San José, Costa Rica, en donde se reclama por el encarcelamiento de Enamorado Cuesta según una misiva firmada por Manuel Arroyo. La carta lleva el poderoso título “Yo acuso” y culmina con una advertencia de las secuelas que repercutirán en el caso de que Costa Rica permita el avance estadounidense.
Lo anterior deja el
sazón listo para lo que Ayala identifica como una conciencia política de corte
internacional y un ánimo previsor que arropa la literatura del poeta. El
estudio preliminar también apunta que, si bien Enamorado Cuesta cumple con las características
para encapsularlo en la Generación del Treinta de Puerto Rico, su caso es sui
generis y distinguible. Como bien apunta el estudio, Enamorado “participó
del problemático ideario de la identidad desarrollado por la llamada Generación
del Treinta”.
El yaucano fue funcionario
de aduanas federal por su fluidez con el inglés; veterano de la Primera Guerra
Mundial; así como combatiente, y a su vez corresponsal, durante la Guerra Civil
Española. Luego de muchos años, termina como preso político sin renunciar a la exposición
discursiva de los valores de la libertad plasmada con una experiencia que se
nutre de lo que hay mas allá de los litorales puertorriqueños.
Se diferencia aquí el
cultivo de una poesía panfletaria vis a vis una poesía político-histórica.
Dice Ayala: “El poeta como sujeto, no se entera, necesariamente, de los efectos
de su ejercicio, pero busca además de belleza, una comunicación con otro sujeto
humano”. O sea, hay un cultivo en Enamorado Cuesta que sueña con la historia y
que reconoce que su labor, si bien no necesariamente rendirá los frutos hoy, podrá
ser cosecha de un mañana. En puridad, no languidece la visión del combatiente
que sacrifica su hoy por la promesa de una prosperidad para los suyos que se
encuentra contingente en el futuro.
Es interesante que
la nota con que inicia el texto de Enamorado Cuesta es una renuncia abierta e inequívoca
a la aplicación de las leyes de derecho de autor por provenir del mismo germen
que combate. Asimismo, la obra tiene un prólogo que llama la atención de sus contemporáneos
a la vez que denuncia que la cuestión política de Puerto Rico se encuentra enlazada
a la literaria. El poeta sanciona de forma diplomática lo que nomina como un
deber que se enlaza y emula el de otros literatos a nivel mundial.
El estilo se
identifica por Ayala como neo-criollista y lo distingue del verso modernista
que impero en Llorens y en Jesús María Lago. No se ven aquí los cromatismos de
dicho estilo, mucho menos las alusiones que distinguen el modernismo intimista
del externo. No hay quimeras ni piedras preciosas pero si denuncia y añoranza:
Como si la voz lírica estuviera anclada a la realidad.
El ejercicio de
Enamorado Cuesta es observacional. Da la sensación de que se está junto a la
voz lírica, encarcelado en La Princesa, y a la vez se crea una atmosfera de
denuncia que evoca lo internacional. Hay aquí un sujeto triste pero en
cumplimiento y en agradecimiento. Subyace una conciencia que apunta a la labor
realizada como medalla de combate.
En esencia,
Enamorado Cuesta es un lector muy atinado a las corrientes. Sabe lo que es
manejar las formas clásicas a la vez que denuncia desde la corriente política
que lo motiva. Es una voz distinguible de Corretjer, pero a tono con esta.
El texto ruega por más aportaciones mientras reconoce una necesidad de estudiar la figura de Enamorado Cuesta. Principalmente, hay un llamado a expurgar esos textos perdidos. Al igual que el poeta, aquí hay una invitación.