yo canto
para mi pueblo en mi banana
siempre contento y dichoso
no me importa lo que digan
porque no soy caprichoso
no me importa lo que digan
siempre contento y dichoso
no me importa lo que digan
porque no soy caprichoso
no me importa lo que digan
-JLB y Compañía “Mi banana”
Nuestra región es única, suena a estribillo pero es la
realidad. Llamémosla “Caribe” o “Antillana”, no importa, lo cierto es que
en los pasados 20 años ha crecido y ha cambiado tanto en aspectos
político-económicos como en lo filosófico-culturales. Cuba no es la misma,
Puerto Rico mucho menos, Haití ha testimoniado grandes cambios políticos
y República Dominicana un crecimiento económico que hace que los ojos de
América brillen al ver su merengue afincao’.
El caso de la literatura y el arte no es la excepción ante estas transformaciones. Si bien en los 90 la producción poética dominaba la escena con una lírica fresca y cargada de polisíndeton y ritmo musical (elemento que Rodríguez Juliá subrayó magistralmente durante su conferencia magna en el Festival de la Palabra 2012) el 2000 fue cocinando, a fuego lento, una veintena de narradores que bulleron poco a poco.
A mediados de dicha década, la figura de Rey Andújar
movía fichas aquí y allá. Jugaba varias posiciones al mismo tiempo: escritor,
teatrero, crítico cultural y estudiante doctoral. También, salía y entraba del
país en una inquietante agenda de presentaciones teatrales en la cual además
malabareaba varios empleos.
El autor de Candela, El hombre triángulo y El factor carne volvió
a la carga en el 2011 con UGDU y otros relatos con
el sello de la editorial “La secta de los perros”. UGDU… sirvió de carta de presentación para
la entonces emergente editorial y se unió a títulos exitosos como Mundo Cruel de Luis Negrón y El muro que guarda el
rosal de Francisco R.
Velázquez.
Rey Andújar ofrece aquí una publicación llamativa, tal
y como se percibe en el excelente trabajo de diagramación de la portada del
libro la cual incluye el misterioso ambigrama del “UGDU”. Por otro lado, el
autor regala más de lo esperado ya que el libro aparenta conformarse de cuatro
partes que pueden considerarse micro-antologías narrativas. A los efectos, los
primeros cuatro relatos abren el camino para una bifurcación de la lectura en
tres partes llamadas Amoricidio, Saturnario y UGDU respectivamente.
(Tomado de
El texto abre con el relato “Doña Ana, los
gallos y el monstruo de Samaná” el cual recoge en un tono profético y
mágico-realista la relación de Doña Ana con el bien, el mal y el rencor.
Andújar concibe a los personajes como agentes que se relacionan con el
incomprensible divino como si fuese cosa de todos los días. Esta soltura y el
elemento de los gallos evocan la memoria hacia El coronel no tiene quien le
escriba del Gabo y al Reino de este mundode
Alejo Carpentier.
Andújar no niega en su verbo raíces que
pueden trazarse a Cortázar e incluso a la Trilogía sucia de la Habana. En UGDU… contrastan la musicalidad y el
estoicismo, la burla y el realismo, el retrato de la tristeza y las ganas de
bailar al mismo tiempo– semejante a “Un poquito de alegría” de Santos
Febres–con una naturalidad que solo se siente en la sal de estos mares. Además,
violará en numerosas ocasiones las reglas de la gramática y la lógica con el
fin de llevar al lector a conclusiones impactantes y finales de cuentos que
tienen el sabor de una bofetada en la oscuridad.
Así, resalta el relato “El Jaguar” el cual trabaja la
ironía y el morbo en el cortejo sexual con la nota final de la fatalidad. Este
elemento se repite en “Wilkins: El bombón asesino” con la leve variación de
presentar una crítica a la música de los 80’ y –¿por qué no?– a la figura del
rockero mayor de Puerto Rico. La alusión a la música prosigue en el relato
“Superaquello” el cual podría ser incomprensible para la generación que no conoce
la escena “indie” puertorriqueña y la crucial figura de Eduardo Alegría de la
banda Alegría Rampante –entre otras–. Este cuento es también una reflexión en
torno a la homosexualidad, la intelectualidad y la dramaturgia del cuerpo del
escritor, tal y como lo menciona el autor en su biografía.
“Fastiviris” sigue el trazo de “Superaquello”
pero es también el último pasillo que dirige a la conclusión del texto. En este
comienza a seccionarse la figura de “El niño” el cual juzgará su suerte y las
posibilidades de lo sexual ante un mundo agresivamente económico y darwinista
que hace memoria a la República Dominicana de 1984 con su pobreza destructiva
–refiero al lector a las publicaciones de escritores contemporáneos como Matías
Bosch– y las ansias del escape hacia el ansiado “Nuevayol”.
El mismo niño de “Fastiviris” parece emerger
de la división de órdenes tripartitas de Lacan (imaginario, simbólico y real)
en el cuento “Travesía”. Aquí la ausencia del padre es sustituida por la
presencia del relato y se pierde a la madre por completo en lo que parece ser
una invitación para que el “niño” deje su inmadurez y avance hacia el mundo de
la creación. El párvulo innombrado e imberbe se convierte ahora en un Renato
púber y solitario que al darse cuenta de que no existe un padre tiene que
caminar hacia el futuro a ver si se reencuentra con la figura maternal.
UGDU y otros
relatos es
un libro que obedece a la nueva tendencia cuentística post-milenial: es corto,
audaz y le recuerda al mundo que la República Dominicana arrasa con una partida
de escritores jóvenes inclinados a la experimentación y a una narrativa capaz
de cruzar sus fronteras. Junot Díaz, Rita Indiana Hernández –que ya va más
inclinada a la música– y el polifacético Rey Andújar van a dejar mucho de qué
hablar en las próximas década: no digan que no se los dije.
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