sábado, 2 de noviembre de 2013

19° N, 70° O (O de cómo se hace literatura de Quisqueya para el mundo)

yo canto para mi pueblo en mi banana 
siempre contento y dichoso 
no me importa lo que digan 
porque no soy caprichoso 
no me importa lo que digan 
-JLB y Compañía “Mi banana”

Nuestra región es única, suena a estribillo pero es la realidad. Llamémosla  “Caribe” o “Antillana”, no importa, lo cierto es que en los pasados 20 años ha crecido y ha cambiado tanto en aspectos político-económicos como en lo filosófico-culturales. Cuba no es la misma, Puerto Rico mucho menos, Haití ha testimoniado grandes cambios políticos  y República Dominicana un crecimiento económico que hace que los ojos de América brillen al ver su merengue afincao’.


El caso de la literatura y el arte no es la excepción ante estas transformaciones. Si bien en los 90 la producción poética dominaba la escena con una lírica fresca y cargada de polisíndeton y ritmo musical (elemento que Rodríguez Juliá subrayó magistralmente durante su conferencia magna en el Festival de la Palabra 2012) el 2000 fue cocinando, a fuego lento, una veintena de narradores que bulleron poco a poco.  

A mediados de dicha década, la figura de Rey Andújar movía fichas aquí y allá. Jugaba varias posiciones al mismo tiempo: escritor, teatrero, crítico cultural y estudiante doctoral. También, salía y entraba del país en una inquietante agenda de presentaciones teatrales en la cual además malabareaba varios empleos.

El autor de Candela, El hombre triángulo y El factor carne volvió a la carga en el 2011 con UGDU y otros relatos con el sello de la editorial “La secta de los perros”. UGDU… sirvió de carta de presentación para la entonces emergente editorial y se unió a títulos exitosos como Mundo Cruel de Luis Negrón y El muro que guarda el rosal de Francisco R. Velázquez.

Rey Andújar ofrece aquí una publicación llamativa, tal y como se percibe en el excelente trabajo de diagramación de la portada del libro la cual incluye el misterioso ambigrama del “UGDU”. Por otro lado, el autor regala más de lo esperado ya que el libro aparenta conformarse de cuatro partes que pueden considerarse micro-antologías narrativas. A los efectos, los primeros cuatro relatos abren el camino para una bifurcación de la lectura en tres partes llamadas Amoricidio, Saturnario y UGDU respectivamente.
 (Tomado de www.onprose.com)
El texto abre con el relato “Doña Ana, los gallos y el monstruo de Samaná” el cual recoge en un tono profético y mágico-realista la relación de Doña Ana con el bien, el mal y el rencor. Andújar concibe a los personajes como agentes que se relacionan con el incomprensible divino como si fuese cosa de todos los días. Esta soltura y el elemento de los gallos evocan la memoria hacia El coronel no tiene quien le escriba del Gabo y al Reino de este mundode Alejo Carpentier.

Andújar no niega en su verbo raíces que pueden trazarse a Cortázar e incluso a la Trilogía sucia de la Habana. En UGDU… contrastan la  musicalidad y el estoicismo, la burla y el realismo, el retrato de la tristeza y las ganas de bailar al mismo tiempo– semejante a “Un poquito de alegría” de Santos Febres–con una naturalidad que solo se siente en la sal de estos mares. Además, violará en numerosas ocasiones las reglas de la gramática y la lógica con el fin de llevar al lector a conclusiones impactantes y finales de cuentos que tienen el sabor de una bofetada en la oscuridad.

Así, resalta el relato “El Jaguar” el cual trabaja la ironía y el morbo en el cortejo sexual con la nota final de la fatalidad. Este elemento se repite en “Wilkins: El bombón asesino” con la leve variación de presentar una crítica a la música de los 80’ y –¿por qué no?– a la figura del rockero mayor de Puerto Rico. La alusión a la música prosigue en el relato “Superaquello” el cual podría ser incomprensible para la generación que no conoce la escena “indie” puertorriqueña y la crucial figura de Eduardo Alegría de la banda Alegría Rampante –entre otras–. Este cuento es también una reflexión en torno a la homosexualidad, la intelectualidad y la dramaturgia del cuerpo del escritor, tal y como lo menciona el autor en su biografía.

“Fastiviris” sigue el trazo de “Superaquello” pero es también el último pasillo que dirige a la conclusión del texto. En este comienza a seccionarse la figura de “El niño” el cual juzgará su suerte y las posibilidades de lo sexual ante un mundo agresivamente económico y darwinista que hace memoria a la República Dominicana de 1984 con su pobreza destructiva –refiero al lector a las publicaciones de escritores contemporáneos como Matías Bosch– y las ansias del escape hacia el ansiado “Nuevayol”.

El mismo niño de “Fastiviris” parece emerger de la división de órdenes tripartitas de Lacan (imaginario, simbólico y real) en el cuento “Travesía”. Aquí la ausencia del padre es sustituida por la presencia del relato y se pierde a la madre por completo en lo que parece ser una invitación para que el “niño” deje su inmadurez y avance hacia el mundo de la creación. El párvulo innombrado e imberbe se convierte ahora en un Renato púber y solitario que al darse cuenta de que no existe un padre tiene que caminar hacia el futuro a ver si se reencuentra con la figura maternal.


UGDU y otros relatos es un libro que obedece a la nueva tendencia cuentística post-milenial: es corto, audaz y le recuerda al mundo que la República Dominicana arrasa con una partida de escritores jóvenes inclinados a la experimentación y a una narrativa capaz de cruzar sus fronteras. Junot Díaz, Rita Indiana Hernández –que ya va más inclinada a la música– y el polifacético Rey Andújar van a dejar mucho de qué hablar en las próximas década: no digan que no se los dije.

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