A veces para pensar hay que dejar a un lado ciertos estigmas que llevan etiquetas que oprimen y destruyen por ser posiciones centristas y confeccionadas desde los valores de la supremacía. El dominio- el control- es en cierta medida una ráfaga de aquello que Dussel con tanto verbo ha criticado: La devaluación del nosotros ante la posición del ellos, o sea, de los dominantes. Es así que comienzo esta añadidura a la novela, otra entrada más a las discusiones que han fomentado ESTE y otros espacios. Volvemos a repensar la Universidad, esta vez desde el marco de lo centrifugado.
El dominio caracteriza el discurso que se ha dado tanto por parte de la administración como por algunas personas que no pertenecen a la misma. Sigue el mismo patrón de diferenciación, la construcción de la otredad y el fomento al desvinculo. Estos discursos siembran una línea de pensamiento que busca a todo dar el separarse del problema universitario. El “no es conmigo”, “yo no me meto en eso” y el “allá ellos” figuran como la nueva apuesta de algunos en un momento en que el eclipse se vislumbra al darse los procesos de pago matrícula.
Esa corriente discursiva es fomentada por la mediatización de dicha postura atribuible sólo a la parte con poder (confieso que este absoluto es debatible). Anuncios en periódicos, televisión y radio acaparan el enero del 2011, acentuando de esa forma las ansias de “nuevo comienzo” que algunos auguran. Otros, terceros en la relación con la Universidad (y en su mayoría familiares) dan esperanza al hecho de que su estudiante está próximo a graduarse. Ya se sale de ese revolú, ya no formará parte del desorden. Así, lo que hemos enunciado propende a la creación de un ex alumno ajeno a los procesos, un remojo en el río al igual que Aquiles. La llamada “universidad de pasadita”, “fábrica de desempleados” etc., etc. y etc.
Aquí yace el nuevo terror, o sea el miedo al fracaso (que a la vez redunda en el miedo a asumir posturas políticas). El imperativo del dominante se combina con la imaginación a favor del caos. Es así que la relación sinalagmática entre poder y amenaza invisible se duplica o refleja así misma, omnipresente (endiosada). Slavoj Zizek, La suspensión política de la ética. Al final el coeficiente es una persona que prefiere no participar de los procesos porque se ha creado un miedo más allá al ser catalogado como inferior por los apoderados, sino a ser parte de un llamado fracaso.
Estas meditaciones no van solitarias por estos andares. Surgen mayormente de la noticia de la “pausa” al programa sub-graduado del Departamento de Estudios Hispánicos del Recinto de Río Piedras. Esta información debería revolcarle las tripas (por lo menos) a todo aquel que asegure tener por lo menos dos onzas de dignidad.
El aguijón al corazón fue fuerte porque, a pesar de ser egresado del programa de Mayagüez-fundado por los Profesores Álvarez Nazario y Josefina Rivera-, la sensación de arrebatamiento es genuina. Me han quitado algo, aunque- en puridad- ha sido el resquebrajamiento de la expectativa de alguna muchacha o muchacho que (como yo en el pasado) optaba por ingresar a dicho programa. La mala nueva me remontó a aquel tiempo en que confundido y deseoso llené la bolita para que enviaran los resultados de mis pruebas al Departamento de Hispánicos: Porque quise ser hispanista, porque amo la literatura, porque después de llenar la bolita en la hoja de opciones y tomar la decisión regresé a mi alcoba a terminar de leer Póstumo el transmigrado de Alejandro Tapia y Rivera (dicho sea de paso un excelente regalo de Reyes Magos de aquella última Navidad de Escuela Superior –Sí, tomé la buena costumbre de pedir libros en vez de juguetes-).
Sin embargo, el nuevo ex alumno ha recibido el duro golpe de la tergiversación, el no sentirse a fin con su alma mater. Desgraciadamente, ha aprendido a negarla. Puede haber diferencias de criterio con lo que expreso y ojalá no terminen en otro artículo de “tiraera” en el ciberespacio, pero la realidad es que el discurso de la minusvalía aflora aquí y allá. Se ha construido una UPR ajena, un lugar incómodo, un túnel donde uno entra por un lado y sale por el otro en busca de esa paca de dinero, de ese carro, de esa casa que a todos se le promete. Que es simbología del éxito en la idiosincrasia boricua.
Ante esto, mi experiencia fue un tanto distinta. El gran sufrimiento previo a dejar el Colegio fue mi preocupación desde el momento en que me envicié con la savia del Departamento de Estudios Hispánicos: ¿En dónde iba a conseguir a las Humanidades? ¿Con quién iba a hablar de libros? ¿Dónde vería una obra de teatro? ¿Qué pasaría con las noches de tertulia?
Algunos argumentarán que en el Tapia, que en la Tertulia…PERO NO. Jamás existirá un espacio humanístico como la Universidad. Ese estado, ese sentido de permanencia, eso es lo que el discurso del dominio abunda y conspira a mancillar. O sea, la Universidad es nuestra, no tuya. Entra, coge las clases y vete.
El dominar implica el conquistar, ese ha sido el norte de aquel que impone. Si se quiere, llévese a lo político y observe como un país domina por fuerza, por moneda o por la voz de la ley. Llévese a lo histórico y lea los nombres de los que escriben dicha “historia”. Llévese a lo filosófico y encuentre La voluntad de poder, (sólo como ejemplo y hago mención con los debidos respetos). En fin, instancias en donde lo céntrico, la postura del dominio, abarca el discurso y luego sienta la pauta que los demás (conquistados) deben seguir por tener la potestad de bautizar como exitoso o como fracasado a los de abajo.
Afirma Dussel en Philosophy of Liberation, que aquellos que se mantienen en el centro optan por circunscribirse a esa realidad. Carecen de la visión que garantiza la periferia. O sea, que la capacidad creativa e innovadora proviene de aquellos fuera de la línea conductual del dominio. Ese juego está presente, se reconoce de antaño. Por tanto re-fraseamos: La abrumadora postura del que observa es capaz de traer ese cambio.
A razón de lo esbozado, mi apuesta es a los ex-alumnos. A que busquen en los recodos de la memoria, a negarse a la educación “de pasadita”. A valerse de su posición periférica para adentrarse a lo que es y será su alma mater. A no amedrentarse por el discurso de dominio y no sentirse excluidos de los espacios de fricción comunicativa. Allí puede urgirse el cambio, la transfiguración de las posibilidades.
Sentarse en la banca a ver como los de ahora juegan el partido es contraproducente. Aun es tiempo, aun son de la YUPI. No participar sería en cierta medida ceder a la subyugación invisible de la amenaza.
Si existiera esa subyugación no podría estar escribiendo en este espacio. Las discusiones- las que ya están plasmadas y las que vendrán- generan focos donde el dominio (censura) NO ES EL NORTE. De nada valdría utilizar esos puntos de fricción si los mensajes produjeran ese vacío perturbador que se allega al momento del aburrimiento. Porque para muchos, o para algunos, silenciar es una opción. Para otros, el dominio es la vertiente. Pero, para el resto la claudicación no puede ser un destino. Es hora de encausarnos hacia un pensamiento universitario puertorriqueño, un pensamiento de todos.