jueves, 10 de febrero de 2011

Entre Altucher y Gómez Pin: ¿Vale la pena ir a la Universidad?*

Vivimos en un mundo que cada día avanza hacia un abismo producto, en gran medida, de una cultura capitalista impuesta a nivel global y el advenimiento de un discurso que en palabras de Víctor Gómez Pin buscan la “condición genuflexa” de la ciudadanía. La nota que resalta constantemente es un ataque al saber, a la cultura del conocimiento y sobre todo un afán por la opresión del biopoder que paulatinamente ha infectado al ciudadano imprevisto, convirtiéndolo de paso en un acólito del nuevo estado despótico de corte libertario. Sólo para sazonar estos panoramas, nos encontramos con los profetas de la economía, los llamados analistas de Wallstreet que en poca o gran medida sientan las bases para que el engranaje que mencionamos se eternice. Así, este miércoles, James Altucher reforzó su teoría de que enviar la gente a las universidades es una pérdida de tiempo. Nos topamos nuevamente con el fenómeno de sacrificar la mente por el dinero y su contraportada, el de morir de pie o vivir de rodillas.


James Altucher es un supuesto experto en economía, creador de espacios cibernéticos que se han vendido por par de miles de dólares, bachillerato en computación de Cornell y maestría de Carnegie Mellon. En resumidas cuentas: un tipo quisquilloso, espejuelos encorvados y una apariencia al estilo “Honey I shrunk the kids”.


                                                      (Tomado de businessinsider.com)

La fama de Altucher alcanzó nuevas latitudes por las discusiones que llevó a cabo en diferentes espacios televisivos y cibernéticos en torno a las consecuencias económicas de ir a la universidad. Crudo y franco, su cita célebre es: “Sending your kids to college is a bad idea”.

Esta vez el controversial comentarista asestó otro debate sobre el mismo tema en la página de Yahoo. Según Altucher, un estudio reveló que después de los primeros dos años universitarios, 45% de los estudiantes no aprenden “nada”. Más aun, el estudio señala que luego de los cuatro años de universidad, el 36% de los estudiantes aprenden “casi nada”. Además, fue enfático en lo que ya se puede decir que es conocimiento popular, o sea el hecho de que las universidades estadounidenses cada día están más caras. (Considerando de una vez los costos de vivienda, libros, materiales, ropa, transportación; etc, etc.)

Altucher dio varias recomendaciones para paliar este problema:

Start a business.

Work for a charity.

Travel the world.

Create art.

Master a sport.

Master a game.

Write a book.

Make people laugh.


                                                                     (Tomado de 4.bp.blogspot.com)

No faltará poco para que algún energúmeno puertorriqueño, al hablar de la situación de la Universidad de Puerto Rico, comience a citar recientes “estudios que indican” tal y cual cosa con un aura de saber lo que dice y aportar al desarrollo económico y social de la Isla. Lo triste es que muchos considerarán la propuesta de Altucher con expectativas de aplicarlo al contexto en que vivimos sin ninguna consideración de las diferencias ideológicas y sociales que siempre nos diferenciarán de los Estados Unidos.

No obstante, sería un absurdo no hacerle caso a Altucher, no porque tenga razón sino porque su misión es desarrollar un mundo más competitivo para el supuesto “mercado libre” de los pequeños consumidores a la vez que contempla el agigantamiento de Wallstreet: Altucher debe ser refutado.


                                                            (Tomado de hometownboy.files.wordpress.com)

Recientemente sigue resonando la crítica a la universidad mercantilizada, expuesta a los subterfugios del mundo económico como si fuese una fábrica de reses ingenuas destinadas a la producción. Dóciles, amables y pagadas al mínimo federal. Como indica Melanie Pérez Ortiz “la universidad feudal (el país feudal) donde todo se decide desde arriba con la esperanza de que la gente se quede callada y acate.” En puridad, esta crítica es la mejor forma de contrarrestar la filosofía pragmatista que poco a poco se quiere ir adueñando de las discusiones mediáticas con el fin de desarrollar un discurso para las próximas décadas. Hay que enfrentar, cuestionar y sobre todo indagar los fundamentos para este tipo de conciencia universitaria que trastoca un baluarte que se ha tardado siglos en construirse.

Según lo dicho: ¿Qué pretende informar el estudio basado en el texto Academically Adrift: Limited learning on college campuses? ¿Qué significa aprender “nada” o “casi nada”? ¿45% y 36% no son menos de la mitad? ¿Qué sucede con el 55% que luego de los primeros dos años si aprende algo o con el 64% que hace lo mismo luego de los cuatro años de universidad?

Insinuar que a la universidad se viene a perder el tiempo es el “slogan” de los “Community Colleges” puertorriqueños que pretender bautizarse como universidades. Esa aseveración es una falsedad de proporciones titánicas. Sería negar que la primera experiencia universitaria del alumno es inocua e improductiva. O sea, según Altucher y otros gurus, los cursos de español, inglés, matemática, educación física, etc. que refuerzan o complementan las destrezas que se supone que el sistema de educación pública haya inculcado, no producen nada o casi nada. Peor aún es dar por cierto que el ser humano que pasó por el crisol universitario, luego de cuatro años, haya aprendido “casi nada”. O sea: Sicólogos, Ingenieros, Hispanistas, Maestros, Arquitectos, Comunicadores, Trabajadores Sociales, Planificadores, Químicos, Sociólogos, Economistas, Filósofos, Biólogos y, no en sentido peyorativo, hasta oficiales del ROTC que aprendieron “casi nada”.

Altucher representa la antítesis de su mismo razonamiento, sus dos títulos universitarios le han abierto un camino al llamado “éxito” estadounidense (dinero, fama y el sueño americano). Aunque lo negó, sus dos hijas seguramente terminarán asistiendo a una universidad privada de prestigio tipo “Yvy”. A fin de cuentas, desnudando la caricatura del “computer geek” que habla de economía, Altucher busca perdurar a los suyos en la entronizada bolsa de valores mientras recomienda a la ciudadanía a escucharlo porque él “sabe” (Sólo por ridiculizarlo, si Altucher es un producto universitario entonces también aprendió “casi nada” luego de su experiencia).


                                                        Víctor Gómez Pin  (Tomado de www.fcmanrique.org)

Remito nuevamente a la construcción hecha por Víctor Gómez Pin en sus intercambios con Felix de Azúa, o sea, la “condición de genuflexión” es el norte de estos sistemas. No porque suene lindo o porque sea pegajoso, sino porque el discurso de Altucher y el de otros intermediarios entre el pueblo y el conocimiento buscan sólo eso: ponernos de rodillas en actitud de reverencia y callar.

* Publicado originalmente en laacera.com

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