domingo, 22 de abril de 2012

Nihil


(Foto tomada de vimeo.com)

No fue nadie. Bueno, no “nadie” en el sentido de nihil, porque por lo menos dos almas se dieron la vueltita a ver qué conseguían. A parte del dueño del local, la presentadora, mi esposa y yo: sólo dos personas.

Quizás se lo achaque a las justas, a que no hubo mucha publicidad o a que la gente que dice “going” en el feisbúk en realidad lo hacen para dar alivio y expectativa. Puede ser que simplemente el público no estaba interesada o que habían demasiadas actividades corriendo al mismo tiempo (lo cual es altamente probable).

Lo cierto es que más o menos la corazonada me invadió cuando subía por Manatí. Un poco antes del peaje para ser más exacto. Fue un pensamiento fugaz y un tanto veloz que me indicó que nadie iba a ir. Bueno, como dije anteriormente, no absolutamente nadie, sino una minimalista asistencia para ser más artístico.
Yo había visto eso suceder en congresos, en actividades universitarias y hasta en las presentaciones de libros de algunos compañeros. Es algo en verdad triste porque lo primero que le llega a uno a la mente es que, simplemente, a nadie le interesa tu libro. Es como estar en una fiesta y comenzar un tema en tertulia y de repente te ves sólo. O sea, que a nadie le interesó tu comentario sobre la repetición de Juan Rulfo en la contemporaneidad mexicana o como el Cd de Calle 13 en verdad te gusta.

Lo segundo que diría es que invade otro pensamiento, mucho más poblado de aflicciones que el primero y que se puede resumir en una simple pregunta: ¿Y los amigos qué?

Es una suposición fuertísima y hasta preocupante, pero en el estricto orden de la realidad, el oficio del escritor enajena y no da chance para solidificar pactos de confianza con los demás. Tampoco se puede contar con que todo aquel que haya dicho sí al “Friend Request” es en realidad un fan de tu trabajo o de lo que haces.

Sin embargo, todo lo anterior queda eclipsado por la buena vibra que da el pensar que nada importa y que las cosas son como son. Esta coraza de lo positivo se va desarrollando luego de múltiples entropías en la vida: El carro se te daña el día de tu graduación, se fue la luz en tu boda y cualquiera de esas situaciones caóticas que adornan nuestro existir.

Yo había dado un viaje de dos y media hora para llegar a mi presentación. Había preparado un discurso bonito para aquellos que se dieran cita. Mi esposa había pedido el día libre para acompañarme al ágape. Pero al final, nadie fue, o casi nadie, o mejor digamos unos pocos solamente (no lo suficiente para llevar a cabo la presentación).

No niego que me haya sentido mal, ni me haya enfuscado en todo lo hecho y deshecho para darme cita en el lugar. No obstante, todo eso quedó sepultado tras un panini, vino y una buena conversación. Son esas cosas las que valen la pena, las que hacen que las dos horas de viaje, la gasolina “barata” y todo lo demás orbite alrededor de mí con una armonía intensa. O sea, que el que nadie (casi nadie) vaya a la presentación de tu libro es un gaje del oficio.

A pesar de eso, no significa que la cosa se deba tomar con un paño de arcoíris y sonrisas. Porque a un lado, la otra cara de la moneda y la más capitalista de todas, se encuentra la pérdida. Me refiero a que si la librería y la editorial no vendieron ni un solo libro ese día, simplemente se desaprovechó el momento. Porque aquí va otro punto de esos que hacen que la cosa dulce sepa salada: Yo viajo a una presentación vacía, sin expectativas de ganarme un centavo. No tengo regalías con el texto. Es pura y sencillamente pasión por el arte.

Aquel día vi un librito de bolsillo de Eugenio García Cuevas y me pareció fascinante no sin antes acordarme de unas sabias palabras que leí de su pluma en donde, el vate de origen dominicano, atestiguaba la pequeña población de lectores independientes en nuestra isla. A lo cual, por un instante, me atacó la idea de que los 500 que él menciona estaban distribuidos en las otras presentaciones que se acuñaron para la misma fecha. Puede que sí, puede que no.

Lo cierto es que luego de una hora de la fecha señalada, la escritora Yvonne Denis dijo “vamos a comer un pizza”. Yo me encogí de hombros mientras le cuestionaba a mi esposa si gustaba de ello, a lo cual me indicó que un panini no vendría mal. El resto fue literatura, como dice Cortazar. Arnaldo ya había sacado el vino (porque eso no se podía dejar perder). Salimos de la Mágica y por dos segundos me sentí hecho un trotamundos.

Dos horas de viaje luego, a las 12:33 de la madrugada, miraba el techo con un cansancio en la espalda baja (posiblemente normal, pero agravado por el hecho de que mi auto es “estándar”). Mi doncella preparaba un té de eucalipto para aliviar la tos y yo estaba languideciendo. Antes de Morfeo pensé “No vino nadie”.

lunes, 16 de abril de 2012

Espiando la revolución @ Revista Cruce


Para el texto completo, visita:  http://revistacruce.com/letras/espiando-la-revolucion.html


Para comenzar un escrito como este, sólo basta mencionar un nombre para que la comunidad de lectores haga satélites alrededor del tema: Francisco “Pancho” Villa. No más mencionarle aguza los sentidos, se crea una reproducción de la iconografía que arrastra cada letra de su nominal. Brotan en un lado y otro el espeso bigote, el fieltro, o quizás un pistolete color plata apuntado hacia el cielo y detonando cuanta cosa haya allá arriba, como si tratase de montarle la guerra incluso a lo divino.
Pero, transliterando el dicho caribeño de nuestra ciudad sureña: “Pancho es Pancho y lo demás es Revolución”. Porque qué sería él si estuviese sólo, sin Carranza, sin Plutarco Elías Calles, sin los latifundios, sin la batalla de Cristeros, en fin, qué sería sin los miles de mexicanos que avanzaron cargando su tristeza, su falta de educación, su hambre y una pistola en el bolsillo bajo la consigna “No a la reelección”.
Para los curiosos, siempre es bueno pensar que para todo (para casi todo) hay un librito y, en este caso, sobre la Revolución mexicana hay muchos. Empero, esta ocasión es para centrar esfuerzos en Por el ojo de la cerradura: Una mirada más allá de la Revolución mexicana, una colección de ensayos coordinada por la Dra. Herminia Alemañy Valdez en la cual se desata un tema tan abarcador y complejo, que a su vez puede clasificarse como determinante y latente: la Revolución mexicana.
En estos 7 ensayos se explora el tema de la Revolución con un lente juicioso y analítico en donde no escapan de su crisol la literatura, filosofía, economía y política. Por lo demás, este texto brilla por su claridad y entereza académica en el cual no se exagera ni se mitifica la Revolución, sino que se desmenuzan sus elementos y gestores culturales. También se deshilan las particularidades de sus desarrolladores artísticos.
A priori, el libro enfatiza que el acercamiento a la Revolución es uno activo en donde el elemento de estudio aún fecunda aquí y allá, proveyendo materia prima para artistas que a estas alturas– a 100 años de las balas y la sangre – siguen observando este fenómeno político y social latinoamericano. Así, existe una armonía entre los ensayistas en cuanto a que la Revolución acapara México y no cede ante los límites geográficos y jurisdiccionales de ese inmenso país.[1]
No obstante, todos los ensayos se ocupan nítidamente de lo mexicano, dibujando los contornos para analizar el impacto de la Revolución en torno a la creación de una historia, un ideario popular y una iconografía que aún se presta a la formulación de preguntas. De esta forma, el texto lleva al lector a hilar argumentos en cuanto al impacto de la insurrección en torno a los problemas económicos del momento así como sus repercusiones en la literatura, la pintura y la política. Además, se antepone la verdadera materia de análisis en cuanto a la creación de una lista que recoge sobre 300 piezas que incluyen novelas, tratados filosóficos, poemas, pinturas (murales), memorias y documentos históricos. No queda duda de que el libro escarba las fibras del por qué y el cómo la Revolución mexicana movió los engranajes para la producción creativa en los mexicanos.
Para no asediar y– mucho más importante –no develar todo el libro de un solo plumazo, aguzo la lectura de sólo tres de los ensayos que se encuentran en la colección. No porque sean más lustrosos que sus homólogos sino para salvaguardar la expectativa de la totalidad de la lectura.
El primero de los trabajos que resaltamos analiza la temática de marras en el contexto de la novela revolucionaria y su concatenación hasta la década del 1960. El ensayo glosa, específicamente, a Elena Poniatowska y su Hasta no verte Jesús mío. Este ejercicio, elaborado por María Rita Plancarte Martínez, identifica un tema neurálgico a la hora de analizar la producción narrativa acaecida a raíz del tema de la Revolución: ¿hasta dónde se lleva a ficción los verdaderos partícipes del  evento? ¿En qué momento la voz del escritor– y su filtro creativo/artístico –silencia al sujeto? O, con más relevancia, ¿en qué medida el exponente se ha adueñado de las memorias, voces, sufrimientos y vivencias del sujeto en aras de la creación literaria?
En este trabajo Plancarte Martínez desmenuza el proceso creativo de Hasta no verte Jesús mío y cuestiona los elementos con los cuales la autora se valió de una partícipe de la Revolución para crear un personaje para su novela. También, este trabajo brilla por demostrar, en el primer turno al bate, que la participación femenina en la Revolución fue activa y esencial.
El segundo ejemplar es una lectura mucho más biográfica así como bibliográfica. Se trata del ensayo “Antonio Caso y José Vasconcelos: La filosofía en la época de la revolución mexicana (1910-1920)” de Raul Trejo-Villalobos. Aquí se elabora la importancia de la producción filosófica de mexicanos que participaron en la Revolución y la manera en que estos determinaron que, en conjunto con un movimiento social de reforma, debía existir también una innovación en el pensamiento. En este ejemplar, Trejo-Villalobos no solo logra hacer una nutrida glosa de los autores estudiados sino que logra armonizar la manera de ensayarlos a pesar de sus diferencias filosóficas y hasta de credo (uno de ellos era ateneísta y el otro el creador del llamado indigenismo).[2] A través del crisol de la Revolución estos dos grandes del pensamiento mexicano se entrecruzan en el texto con una facilidad exclusiva.
El tercero de los trabajos que resaltamos es el de la propia coordinadora, la Dra. Herminia Alemañy-Valdez. Empero, no por favoritismos ni particularidades imparciales, sino porque el emprendimiento que su ensayo adopta es quizás uno de los saltos más importantes– no por menos difícil –en torno a los estudios sobre la novela de la Revolución mexicana. Su ensayo establece tres supuestos que son de suma importancia:
·         Analizar las diferentes teorías en torno al lapso de tiempo (periodo) que duró la Revolución en sí.
·         La creación de un fichero bibliográfico sobre los estudios acerca la novela revolucionaria.
·         La definición de los mínimos denominadores o clasificadores que tiene ese maleable concepto denominado “novela de la revolución”.
Tomando las cosas con pinzas pero sin revelar el secreto, Alemañy se aventura a desarrollar un esquema tripartito del género de la novela que lleva como espina dorsal (o como simple mención) la Revolución. Esta aportación es, sin lugar a duda, una fuente para futuras investigaciones académicas o profesionales sobre el tema.
En baso a lo expuesto Por el ojo de la cerradura: Una mirada más allá de la Revolución mexicanase presenta como un texto sumamente enriquecedor para el experto deseoso de analizar las nuevas tendencias investigativas en torno a la revolución. No obstante, el libro no excluye a aquel novato en el tema que desee explorar algunas muestras del impacto que este evento tuvo en la nación mexicana.
  



[1] Referencias para esta aseveración se pueden auscultar en los diversos estudios que posicionan el evento de la Revolución, o los acaecidos posterior a la lucha armada, en relación directa con los gobiernos de la antigua Unión Soviética y las tendencias discutidas en las diferentes versiones de la Internacional Socialista.
[2] Debe acotarse que ambos eran reaccionarios ante el positivismo.