Hablar de la literatura puertorriqueña hoy día
se ha convertido en un proceso de extremo cuidado. Esto no sucede por la
delicadeza del tema, el cual ha producido y es eje todavía de los álgidos
debates culturales que nos han caracterizado, sino por el factor de que en la
contemporaneidad, la praxis literaria ha recibido grandes amenazas de ser
consumida por un discurso mercantil.
De
lo que se discurre aquí es de un problema que ha caracterizado la producción
literaria de la última década. En esencia, el resultado de una serie de
estrategias para convertir a nuestro escritor endémico en un hermano menor, un
facsímil del metaforizado "escritor exitoso". Este es un debate que,
al parecer, se está inclinando hacia el potente magnetismo del clisé producto
de los aparatos mercantiles y la llamada cultura literaria que peca igual que
nuestras otras "culturas" — así con bastardillas. Así, en el Puerto
Rico de hoy confundimos al escritor con el humorista, el plagiador, la estrella
de televisión y el estridente participe del "reáliti". Esto nos lleva
a observar la literatura como mero canjeo, un ir y venir que se mide,
primordialmente, por el tráfico que se muestre en los anaqueles. Triste es ver cómo
algunos autores operan con máximas simplistas que toman prestado concepciones
distorsionados del marxismo y las injertan con el contemporáneo capitalismo
post 9-11. Así, se pueden apuntar a algunos fenómenos vergonzosos: 1) El
escritor que cree que publicar es más importante que escribir; 2) El escritor
quiere ser escritor porque eso le da acceso a janguear con aquellos que ya
cargan el sello de escritor; 3) El escritor anti-establishment, anti-corriente
y anti-todo que escribe porque lo que quiere es establecer su propio
establishment; y 4) El escritor que opera con la máxima de "mientras más
libros míos la gente vea en los estantes, más van a pensar que soy
escritor".
Lamentablemente—
hay que decirlo así— quienes más se han ido por este risco son aquellos que
disque desean cultivar la prosa. Productos a su vez, una gran caterva de estos,
de ciertos programas que prometen que con 100 créditos universitarios
posgraduados te convertirás en Stephen King, con 200 en Corín Tellado y con otros
300 en Isabel Allende.
Del
saque, el nominal de esta antología involucra las relaciones lúdicas a las que
somos propensos los humanos. En cuanto al binomio juego y poesía el teórico
Rafael Nuñez Ramos ha expresado que:
La poesía, para ser un juego, debe
recuperar la dimensión material del lenguaje y volverse hacia el lado de la
expresión; así le lenguaje puede ser tratado como cosa en la que es posible
jugar, manipular, experimentar; pero a la vez la poesía debe preservar la
capacidad de significación, pues solo ella permite incorporar la variedad del
mundo, la multiplicidad de las cosas, lo que hará de la poesía un juego
profundo y complejo (48).
Lo
acuñado por Nuñez Ramos va hilvanado a problemas clásicos o sea al arroz y a la
habichuela de Platón y Aristóteles. En esencia, Platón tenía incomodidades con
ambos aspectos, tanto el juego como la poesía. Huelga aquí centrar la
atención a lo que Jacques Derridá critica del filósofo al timonear que el
maestro de Aristóteles juega a tomarse en serio el juego. Señala el pensador
francés que el problema de Platón versa en que este ve el juego como un mero
accidente. Abunda además, que juego y jugar con cosas distintas, lo cual se
percibe mejor en las acepciones inglesas de las palabras "game and
play".
Cónsono a esto, el teórico Huizinga
ha establecido unas características de lo que llama Homo Ludens, a razón de
que el “juego” y el “jugar” es:
1. Libre,
o que evoca la libertad
2. Ajeno a
lo “ordinario” y lo “real”
3. Distinto
a la vida ordinaria en cuanto a lo locativo y al fenómeno temporal
4. Exige un
orden absoluto y supremo, o sea, crea dicho orden
5. Es
ajeno a los intereses materialistas, es un acto que no genera ganancia alguna
Las ideas de Huizinga desarrollaron una
cascada de posibilidades acerca del estudio de la
relación del juego y la sociedad
humana (lo que llama ludología). No es rémora el que esta teoría social sea
aplicada a la literatura. De esta forma, tenemos específicamente en la poesía
un juego de libertad, fuera de la cotidianidad y que no busca un afán material,
sino una asociación con el lector.
Debe apuntarse aquí
que Este juego de látigos sonrientes
ofrece eso y más. En primer término se observa un afán de igualdad para los
poetas: aquí no hay porque resaltar ciertas vacas sagradas que carguen la
tirada ni que infundan un grado de aceptación social. Quien lea a esta
antología aceptará que hay poetas que no formulan las listas de las academias,
los ateneos y los círculos exclusivistas. Por otro lado, el texto no hace un
sesgo generacional, no hay divisiones por edades, colores o epítetos. Mujeres
poetizan junto a hombres; no hay sellitos de si aquel es negro, blanco o
colorado; o si hubo tal o cual premio reconocimiento.
El fluir de la
colección también propende a uno de los elementos más importantes de esta
década: la invitación al ruedo poético. Lo que se desea plasmar aquí es algo
que ha sido pobremente discutido en las aulas universitarias y que ha pasado
tal vez a tema de tertulia o de café, pero lo ciertos es que hay una ausencia
demasiado dolorosa de la poesía en los centros docentes puertorriqueños. Con
riesgos de síncope, nuestra generación más reciente cada vez pierde más espacio
social y cultural ante un Puerto Rico que se vuelve cada vez más “Baby Boomer”.
El llamado es que nuestros jóvenes necesitan poesía, requieren de esa
sensibilidad y despertar de intuición que solo sabe brindar el arte en verso.
Así, Este juego de látigos sonrientes
se presenta como una colección fresca, de poetas de esquina cuya voz se opone
al derrumbe de nuestra sociedad puertorriqueña del siglo XXI; que invita a ser
contestatario; arrojado e inquieto. En puridad, no es antología para aprender
generalidades de la poesía isleña, sino para abrir camino a nuevas lecturas.
Más para mérito de
los poetas que del tiempo. Esta noche comenzamos una avanzada lírica que
debería extenderse a cuanto lector se pueda. Así, no se hará una crítica
singularizando los vítores y loas de los autores, se invita a que hagan lectura
a que nos inunden con la llama y el grito para que nuestros jóvenes tengan algo
más que tecnología y crisis. Hacia ellos es que se dirige el azote, para ellos
es el juego.
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