Cornelius Castoriadis
La insignificancia y la imaginación: Diálogos con Daniel Mermet, Octavio
Paz, Alain Finkielkraut, Jean-Luc Donnet, Francisco Varela y Alain Connes.
Minima Trotta
138 págs.
El periodo de finales del siglo XX se caracteriza por una transición
tecnocultural matizada por la informática, la comunicación y la economía. Este
momento se sacude con el comienzo de un siglo XXI marcado por la violencia
terrorista, el surgimiento de un movimiento innegablemente fascista y una
crisis financiera que lleva a pensar si hay mucha diferencia entre estos dos
periodos. El pensamiento de finales del XX es llamativo por su aspecto
abarcador. Contrario al ánimo demostrado en él, hoy lo que se escucha es una
plaga de todólogos ansiosos por ocupar un sitial y recibir uno que otro aplauso.
Es un fenómeno que quizá sea producto del vacío dejado por una serie de
pensadores que marcaron esa última mitad del XX desde una mirada casi neo-enciclopédica
y a la vez emprendedora. No es demasiado
arriesgado pensarlo: Fueron los críticos
que pasaron del papel a la tecnocultura y el ciberespacio. Entre este grupo se
encuentra el curioso “influencer” previo a redes sociales, Cornelius
Castoriadis.
El texto La insignificancia y la imaginación: Diálogos con Daniel
Mermet, Octavio Paz, Alain Finkielkraut, Jean-Luc Donnet, Francisco Varela y
Alain Connes es curioso por ser una recopilación de conversaciones que el
pensador griego— quien pasó la gran mayoría de su trayectoria en Francia—
sostuvo con contemporáneos que se leían entre sí. Estos intercambios están
muchas veces mediados por las preguntas de la escritora Katharina von Bülow.
Con el periodista Daniel Mermet se habla de la insignificancia que
caracteriza a la política actual donde los candidatos juegan al marketing
con relación a las dos dimensiones que el juego del poder opciona:
Primeramente, acceder al poder o, mejor dicho, el ejercicio de alcanzarlo en
estas democracias actuales; segundo, hacer algo una vez se llega a ese poder.
La banalidad recurrente produce nulidad política a razón de que estos sujetos
repiten un patrón similar al pase regio que afectó a la antigua España.
Se dice aquí que la necesidad de enseñar una “...auténtica anatomía de
la sociedad contemporánea...” en las escuelas es, quizá, uno de los elementos
para romper el estancamiento democrático. Es una cuestión que se acentúa por la
repetición y la falta de inventiva, algo que termina afectando al ciudadano
desde abajo, lentamente, infectando veneno. Ante esto, dice el pensador que “[e]fectivamente,
no necesitamos grandes discursos: necesitamos discursos verdaderos” pág. 29.
Obviamente, esto no se superpone a la responsabilidad que debe buscar el sujeto
ante estas nuevas corrientes que muy probablemente no produzcan estos
“discursos verdaderos”. Existe una responsabilidad individual por identificar
la verdad.
Aquí se pueden destacar dos ideas sumamente interesantes que indica
Castoriadis: La primera se encierra en su expresión “[c]reo que deberíamos ser
los jardineros de este planeta" pág. 33. La cual comienza a plantear la
importancia de la homeostasis con el mundo, con sus recursos, o sea, una
política ecológica seria y alejada de la mercadotecnia banal en que algunas
compañías lo han convertido. En segundo término, el concepto de que “...la
libertad es la actividad, y la actividad que sabe ponerse sus propios límites.
Filosofar, es la reflexión. Es la reflexión que sabe admitir que hay cosas que
no sabemos y que no conoceremos jamás..." Pág. 34. Se ata a este elemento
de responsabilidad y autolimitación que aparece en el compromiso ecológico a la
vez que repercute en los conceptos de autonomía individual y colectiva en otros
textos del pensador.
Con Octavio Paz se discuten la existencia de otra vez el conformismo
generalizado que sustituye al individuo en la sociedad contemporánea y va por
la misma línea del fenómeno de la autolimitación y responsabilidad. Acusa
Castoriadis de un problema ante los individuos totalmente privados o
privatizados por la mentalidad de economía total que promueve el capitalismo.
Además, un problema que caracteriza esto son los seguidores ciegos, los
turiferarios que funcionan por y para los ególatras políticos que capitalizan
de dicho conformismo.
Vale acotar aquí que los intercambios con Octavio Paz se sienten
fluidos, bastante paralelos en visión y concepción política. Esta es la parte
más abarcadora del texto en términos de política y se distingue de las otras
secuencias con los demás interlocutores.
Con el sicoanalista Jean-Luc Sonnet se entra en el aspecto que más
trabajó Castoriadis en sus años en
Francia: La imbricación de un pensamiento
político y psicoanalítico que fomentara la autonomía del sujeto y su
independencia de lo que llamó modelos exógenos que imponen sus fuerzas en el
ser. Allí se dice que “...es preciso que se sepa, sin duda, que entre desear
algo y actuar para que se produzca, hay una distancia, que es la distancia del
mundo diurno, del mundo social, del mundo de la actividad relativamente
consciente, reflexiva, etc." pág. 72. Apunta que esto se ve borroso en
ciertas ocasiones a razón de la sustitución de la mitología religiosa por la
del progreso indefinido.
En la conversación con Sonnet también incluye poderosos intercambios
sobre Freud en donde se apunta que: "...la verdad no es correspondencia,
no es adecuación: es el esfuerzo constante por romper la clausura en la que
estamos y de pensar algo distinto; y de pensar no ya cuantitativamente, sino más
profundamente, de pensar mejor." Pero, advierte o recuerda la petición de
Freud a Max Schur por una inyección fatal cuando para el "Ya no tiene
sentido". Así, Castoriadis muy sutilmente recuerda la fragilidad del ser
no importa lo abarcador de sus contribuciones o la complejidad de sus
descubrimientos. Al final, la falta de sentido es lo que hace que Freud ansíe
la muerte y es la gran advertencia que le deja a sus lectores, Castoriadis lo
subraya y lo rememora.
El intercambio con el biólogo Francisco Varela es un verdadero ejemplo
de dialéctica: No concuerdan a veces, se intersecan saberes y focos que
promueven preguntas. Aquí se discute someramente el poderoso giro que promueve
que el científico, junto Humberto Maturana, den el salto de la biología a la filosofía.
Se recrea en este diálogo la manera en que el concepto de "autonomía
del organismo viviente" de Varela y Maturana se imbrica con la idea de una
separación de la autoridad extrasocial que Castoriadis ha criticado en la religión,
la historia y el materialismo histórico (en una de las críticas más importantes
al marxismo). Esta parte es como un espejo de la conversación con Sonnet. Se
habla aquí también del componente pasional y social que promueve una autonomía
individual que, a fin de cuentas, propenderá a una autonomía de la civilización.
En unos momentos a los dos no se le entiende, los intercambios se
vuelven densos en la discusión de modelos lineales de la ciencia cual si fuera
un boxeo de reglas difíciles. Es, posiblemente, porque hay una transición a la discusión
del transhumanismo en todos estos intercambios y no se escapa de una que otra crítica
relacionada a las ideas de David Chalmers.
La entrevista con el matemático Alain Connes prosigue con la discusión del
problema planteado por Turing sobre las maquinas pensantes. Castoriadis se
muestra aquí seguro de su imposibilidad ante la necesidad de lo que identifica
como el alma socializada por el lenguaje y por la herencia histórica. Algo que
jamás podrá existir en una máquina, según su criterio. Nuevamente, se deja
entrever que es un pensador previo al salto al transhumanismo, tema que
motivará la primera década del XXI.
La discusión con Connes también abarca el problema de la cuantificación
del espacio, materia que es de origen euclidiano— y que pasó por el cedazo de
Kant— y que aparece aquí como un sistema de pensamiento que aún es pertinente y
que produce interrogantes en la física. En esencia, Castoriadis apunta que se
mantiene entonces la pregunta de cómo el universo físico y el universo matemático
intercambian y se superponen.
Este texto es
cortísimo a pesar de lo extenso de las discusiones. Sin embargo, promueve la
consideración de como lo interdisciplinario juega un papel crucial en la
formulación de un pensamiento de finales del XX y principios del XXI. Contrario
a los densos tratados de Castoriadis, el formato de diálogos invita a
reexaminar su biblioteca y a considerar la falta de un proyecto que busque
nivelar los saberes en vez de ponerlos a competir. En fin, que hay un deber
colectivo en estas discusiones muy contrario al afán de importancia y fama que
algunos académicos pretenden cultivar, como si la cosa fuera de ellos, o peor,
como si ellos fueran la cosa en sí