lunes, 18 de noviembre de 2013

Muñoz Rivera: discurso, política y periodismo

Pronto se cumplirán 97 años de la muerte de Don Luis Muñoz Rivera, el 16 de noviembre para ser exacto. Esto aflora en un momento en que la llaga económica pica como un mal que desespera e irrita. Además, ha explotado un debate –luego de que cuatro publicaciones extranjeras de suma importancia dijeran prácticamente lo mismo– acerca de si Puerto Rico tiene un problema estructural que redunda en una seria deficiencia de herramientas políticas.
www.boriken365.com

Con esa escena en mente, hoy llamo la atención para apuntar algo acerca del libro La pluma como arma: La construcción de la identidad nacional de Luis Muñoz Rivera de José A. Calderón Rivera. Un texto denso, de unas 400 páginas que recoge en sus líneas un análisis acerca de la figura de Muñoz Rivera y su rol como escritor y periodista entre el siglo XIX y XX. No obstante, lo crucial que ofrece el libro es acerca de cómo el prócer de Barranquitas se enfrentó a uno de los cambios políticos más difíciles de la historia de Latinoamérica utilizando lo que más sabía hacer: escribir.
Primeramente, Calderón Rivera apuesta a un libro de corte explicativo no para justificar las acciones de Muñoz Rivera, sino para expandir un estudio sobre su función como prosista en la historia política del país. De esta forma, para el autor– quien evidentemente sigue una entrelínea foucaultiana –el prócer de Barranquitas asumió un cambio radical en su forma de acercarse al problema político de Puerto Rico de primeros del siglo XX ante la transmutación de paradigmas que conllevó la invasión estadounidense en 1898. Así, Muñoz Rivera se presenta como un lector de las relaciones políticas de ambos imperios: si por una parte el gobierno español reposaba en las almohadas del inmovilismo y la dejadez con respecto al tema de Puerto Rico; por la otra, el gobierno estadounidense llegaba como una animal ansioso e inquieto, con una sed de reformas e intervención con el fin de borrar la huella peninsular de los asuntos administrativos de la Isla.
Con esto en mente, el autor deja entrever que Muñoz Rivera estuvo consciente de estos cambios y que luego de la invasión reconoció una permutación en las dimensiones del poder y el saber del gobierno central. Este elemento lo obligó a reformular su estrategia política dentro de las filas del Partido Autonomista. Por esa razón, si en primera instancia el político había ideado el famoso pacto Muñoz-Sagasta como un mecanismo de propulsión para su agenda autonomista, la transformación traída por la invasión estadounidense lo impulsó a abandonar la poesía para dedicarse de lleno a la cosa pública desde las imprentas de “La Democracia”.
http://flmm.org/noticias_128.htm

Hay que destacar que Calderón Rivera no mitifica ya que reconoce que Muñoz Rivera no comprendió cabalmente las relaciones del gobierno federal con los estados dentro del sistema federalista. Esto, a causa de haber realizado una lectura de la política estadounidense con la misma lupa que usó para estudiar el autonomismo canadiense. Además, el autor subraya que la intensión de alcanzar un gobierno propio para Puerto Rico fue muchas veces el catalítico para que la oposición política de Muñoz Rivera lo tildara de “antiamericanista” sin que este proporcionara un (contra)discurso efectivo para defender el hecho de que consideraba al autonomismo ser parte de una libertad que la democracia estadounidense debía garantizarle a los puertorriqueños. Así, Calderón Rivera subraya que:
“La independencia era el ideal de todos los puertorriqueños de acuerdo a Muñoz Rivera, aun cuando la historia de dominación de la isla no le había permitido expresar sus sentimientos patrios. La fuerza de dos imperios había logrado reprimir el deseo de libertad de la mayoría de los puertorriqueños, pero el germen de la soberanía absoluta se encontraba presente en la mente y en el corazón del pueblo. Sus expresiones recogían lo que realmente representaba su vida política: una búsqueda de libertad bajo unas condiciones controladas y cercadas por las fuerzas de la metrópoli”. (313-314)
Relacionado a esto, Calderón Rivera subraya -cerca de las páginas finales de su libro– que la interacción de Muñoz Rivera con la política estadounidense durante su puesto como Comisionado Residente lo acercó a la idea de un Puerto Rico independiente y soberano producto de la concesión de la autonomía por parte de Estados Unidos. En torno a esto el autor señala que Muñoz Rivera “…situaba sus esperanzas en lograr un régimen autonómico que sirviera de base para evolucionar hacia la independencia”. (342) Más adelante apunta que el prócer demostraba una latente “confianza en lograr la independencia de la isla en algún momento”. (342) Por tal razón, Calderón Rivera concluye que durante el periodo que duró hasta 1914, Muñoz Rivera anhelaba la autonomía “primero que cualquier otra conquista” y de no lograrla no era ajeno al concepto de la lucha revolucionaria.  
Como se puede apreciar La pluma como arma: La construcción de la identidad nacional de Luis Muñoz Rivera de José A. Calderón Rivera es un libro que invita a observar no a la figura de Muñoz Rivera sino a su capacidad de desarrollar discurso en miras a un cambio en la Isla. Este ejemplo cae bien luego de que en estas últimas semanas se haya planteado que Puerto Rico está sumamente deprimido y con pocas esperanzas de salir del atolladero económico-político que parece esparcirse como un hambriento comején.
Caricatura aparecida enPuerto Rico Ilustrado el 7 de agosto de 1910 y titulada Lázaro.
Colección de Dibujos de Mario Brau Zuzuarreguí, Biblioteca Universidad de Puerto Rico

La revisión de las ideas y las estrategias de aquellos líderes que vivieron en el ojo de la tormenta puede ser un faro confiable. Por esto no quiero que se me malinterprete, no aconsejo el enfoque en las ideas, sino en la forma en que los líderes deben ponerlas en praxis. De esta forma, vale poco el debatir si el autonomismo, la estadidad o la independencia son mejores en un “todos contra todos” pero sí es meritorio (re)considerar el valor que tiene el discurso y su ejecución en la política puertorriqueña, elemento este que, al parecer, los políticos contemporáneos han olvidado o, mejor dicho, sustituido por el buen “pitching” mediático y los “slogans”. 

sábado, 2 de noviembre de 2013

19° N, 70° O (O de cómo se hace literatura de Quisqueya para el mundo)

yo canto para mi pueblo en mi banana 
siempre contento y dichoso 
no me importa lo que digan 
porque no soy caprichoso 
no me importa lo que digan 
-JLB y Compañía “Mi banana”

Nuestra región es única, suena a estribillo pero es la realidad. Llamémosla  “Caribe” o “Antillana”, no importa, lo cierto es que en los pasados 20 años ha crecido y ha cambiado tanto en aspectos político-económicos como en lo filosófico-culturales. Cuba no es la misma, Puerto Rico mucho menos, Haití ha testimoniado grandes cambios políticos  y República Dominicana un crecimiento económico que hace que los ojos de América brillen al ver su merengue afincao’.


El caso de la literatura y el arte no es la excepción ante estas transformaciones. Si bien en los 90 la producción poética dominaba la escena con una lírica fresca y cargada de polisíndeton y ritmo musical (elemento que Rodríguez Juliá subrayó magistralmente durante su conferencia magna en el Festival de la Palabra 2012) el 2000 fue cocinando, a fuego lento, una veintena de narradores que bulleron poco a poco.  

A mediados de dicha década, la figura de Rey Andújar movía fichas aquí y allá. Jugaba varias posiciones al mismo tiempo: escritor, teatrero, crítico cultural y estudiante doctoral. También, salía y entraba del país en una inquietante agenda de presentaciones teatrales en la cual además malabareaba varios empleos.

El autor de Candela, El hombre triángulo y El factor carne volvió a la carga en el 2011 con UGDU y otros relatos con el sello de la editorial “La secta de los perros”. UGDU… sirvió de carta de presentación para la entonces emergente editorial y se unió a títulos exitosos como Mundo Cruel de Luis Negrón y El muro que guarda el rosal de Francisco R. Velázquez.

Rey Andújar ofrece aquí una publicación llamativa, tal y como se percibe en el excelente trabajo de diagramación de la portada del libro la cual incluye el misterioso ambigrama del “UGDU”. Por otro lado, el autor regala más de lo esperado ya que el libro aparenta conformarse de cuatro partes que pueden considerarse micro-antologías narrativas. A los efectos, los primeros cuatro relatos abren el camino para una bifurcación de la lectura en tres partes llamadas Amoricidio, Saturnario y UGDU respectivamente.
 (Tomado de www.onprose.com)
El texto abre con el relato “Doña Ana, los gallos y el monstruo de Samaná” el cual recoge en un tono profético y mágico-realista la relación de Doña Ana con el bien, el mal y el rencor. Andújar concibe a los personajes como agentes que se relacionan con el incomprensible divino como si fuese cosa de todos los días. Esta soltura y el elemento de los gallos evocan la memoria hacia El coronel no tiene quien le escriba del Gabo y al Reino de este mundode Alejo Carpentier.

Andújar no niega en su verbo raíces que pueden trazarse a Cortázar e incluso a la Trilogía sucia de la Habana. En UGDU… contrastan la  musicalidad y el estoicismo, la burla y el realismo, el retrato de la tristeza y las ganas de bailar al mismo tiempo– semejante a “Un poquito de alegría” de Santos Febres–con una naturalidad que solo se siente en la sal de estos mares. Además, violará en numerosas ocasiones las reglas de la gramática y la lógica con el fin de llevar al lector a conclusiones impactantes y finales de cuentos que tienen el sabor de una bofetada en la oscuridad.

Así, resalta el relato “El Jaguar” el cual trabaja la ironía y el morbo en el cortejo sexual con la nota final de la fatalidad. Este elemento se repite en “Wilkins: El bombón asesino” con la leve variación de presentar una crítica a la música de los 80’ y –¿por qué no?– a la figura del rockero mayor de Puerto Rico. La alusión a la música prosigue en el relato “Superaquello” el cual podría ser incomprensible para la generación que no conoce la escena “indie” puertorriqueña y la crucial figura de Eduardo Alegría de la banda Alegría Rampante –entre otras–. Este cuento es también una reflexión en torno a la homosexualidad, la intelectualidad y la dramaturgia del cuerpo del escritor, tal y como lo menciona el autor en su biografía.

“Fastiviris” sigue el trazo de “Superaquello” pero es también el último pasillo que dirige a la conclusión del texto. En este comienza a seccionarse la figura de “El niño” el cual juzgará su suerte y las posibilidades de lo sexual ante un mundo agresivamente económico y darwinista que hace memoria a la República Dominicana de 1984 con su pobreza destructiva –refiero al lector a las publicaciones de escritores contemporáneos como Matías Bosch– y las ansias del escape hacia el ansiado “Nuevayol”.

El mismo niño de “Fastiviris” parece emerger de la división de órdenes tripartitas de Lacan (imaginario, simbólico y real) en el cuento “Travesía”. Aquí la ausencia del padre es sustituida por la presencia del relato y se pierde a la madre por completo en lo que parece ser una invitación para que el “niño” deje su inmadurez y avance hacia el mundo de la creación. El párvulo innombrado e imberbe se convierte ahora en un Renato púber y solitario que al darse cuenta de que no existe un padre tiene que caminar hacia el futuro a ver si se reencuentra con la figura maternal.


UGDU y otros relatos es un libro que obedece a la nueva tendencia cuentística post-milenial: es corto, audaz y le recuerda al mundo que la República Dominicana arrasa con una partida de escritores jóvenes inclinados a la experimentación y a una narrativa capaz de cruzar sus fronteras. Junot Díaz, Rita Indiana Hernández –que ya va más inclinada a la música– y el polifacético Rey Andújar van a dejar mucho de qué hablar en las próximas década: no digan que no se los dije.

domingo, 15 de septiembre de 2013

La regla (publicado originalmente en Revista Cruce)


~A mis estudiantes a nivel superior y universitario, 
que son mujeres y son mayoría.

“Una vez al mes”. La frase representa poco para los hombres pero, para las mujeres es otro cantar. Una vez al mes es la norma, la herencia de todas: la regla. En mi caso, difícil es hablar desde esta ubicación física, sicológica y sociológica que me limita. No obstante, me aventuro en estas aguas (flujos) gracias a que la menstruación es el tema principal del más reciente texto de Dinorah Cortés Vélez.

Cuarentena y otras pejigueras menstruales continúa la tradición ecléctica de El arca de la memoria. Sin embargo, esta publicación de la editorial Isla Negra no se compara con su predecesora en dos aspectos principales. Primeramente, varía el tema, ya que en El arca tuvimos un encontronazo con las pasiones, miedos, vivencias y alegrías de la autora gracias a su concepto de la biomitografía. En puridad, el texto era una pieza de la vida de Cortés Vélez en donde se sinceraban pensamientos y secretos guardados como postales en un cajón debajo de la cama. En segundo lugar, la extensión del “arca” era mucho mayor: un libro de unas 225 páginas que contenía poemas, memorias, cuentos y reflexiones.

Cuarentena lleva el juego de la inventiva a otro nivel. Ahora aparecen haiku’s, microrrelatos y hasta teatro en un texto que no sobrepasa las 130 páginas. No obstante, a pesar de ser una pieza más corta, Cortés Vélez vuelve a la carga con el tema de todos los meses: la menstruación.
La publicación comienza con la narración de “Si Aristóteles hubiera menstruado: quimera filosófica en una descarga” en donde la técnica del texto encontrado, similar al recurso cervantino, deja claro la idea de que el varón nunca pensará los flujos menstruales con certeza. O sea, se produce la desmitificación del intelecto patriarcal y se critica a los “incapaces de menstruar”.

La presentación del tema no se limita a lo anterior ya que en “El martillo de las sangronas: abecedario menstrual que trata de los concomitantes necesarios de la sangronería, cuales son el demonio, una bruja y mucho de inmoralidad” se desenreda un abecedario que funge como campo semántico para la regla y sus sujetos. De esta forma, ambas piezas funcionan como un preámbulo para el remanente del libro, en el cual se de-construirá la menstruación y también a aquellos sujetos que incapaces de menstruar (que la totalidad de estos no es solo la población masculina, sino también los menores y las menopáusicas).

El contenido tiene una afinidad por la pluralidad. Se hará referencia a los clásicos americanos e ingleses como los de Hawthorne y Virginia Woolf, los mitos griegos como el de Medusa y a la poesía de Reiner Maria Rilke y Julia de Burgos, sin sacrificar inventiva narrativa y libertad poética.

Por ejemplo, enyuntada con la lectura de Woolf aparece la historia de Ada, una mujer menopáusica que reflexiona su vida a través de uno de los ensayos de la autora y descubre que ha sacrificado su menstruación en pro del paterrepresentado en su marido Diego. Para la mujer, ser “muñeca de fina porcelana” y reina de la casa (al estilo de la madre de Beny en La guaracha del Macho Camacho) se convierten en desgarro vital, en coágulo que se necesita botar.

Las historias de violencia y mutilación no son ajenas al texto. Además de anotar los rituales del corte del clítoris (mutilación física), la autora apunta a las mutilaciones morales (la agresión sexual). Ejemplo de lo segundo se encuentra en la reescritura del mito de Medusa. En este, la cabeza de Medusa espera pacíficamente el momento oportuno para convencer a su hijo Pegasus de llevarla de vuelta a su cuerpo, reconectarse y volver a ocupar su destino. Es importante subrayar que Cortés Vélez aprovecha el mito griego desde la concepción feminista de la Gorgona como logos, a la vez que hace una referencia al mito del Inkarri y al de Tupac Amaru II. Sobre lo último, hay que repasar que a la muerte del líder revolucionario –mediante desmembramiento–, quedó en el pueblo la esperanza del retorno: de que su emperador regresaría porque sus miembros se unirían debajo de la tierra. De esta forma, el mito peruano construye el reaparecer del padre y el de la autora el reaparecer de la madre. Tanto poder contiene este relato que el regreso de la monstrua (que menstrua) se da con un poema que evoca a las grandes matronas de la idea: Sor Juana, Pizarnik y Julia de Burgos, entre otras.

Otra de las piezas que resalta es la de “Como un Etna privado: éranse dos a una nariz pegados” en donde la autora juega con el conceptismo quevediano para desarrollar un pequeño drama que reúne elementos del teatro del absurdo y la crítica a las aseveraciones sicoanalíticas de Freud.
Cuarentena tiene un brillo muy particular en el relato “Caer mala” el cual recuerda la lectura de Crónica del desamor de Rosa Montero, específicamente cuando la personaje de la novela española increpa (a otros personajes y al propio lector) la costumbre de pensar la menstruación como enfermedad física, sicológica y social –y se podría añadir la cuestión política– de la mujer. En el caso de Cortés Vélez, el elemento concretiza cuando se presenta el siguiente discurso de la voz narrativa:

"¿De dónde viene entonces la popularidad de una frase como ‘caer mala’, que encasilla una de las funciones biológicas que más típicamente femeninas en un contexto ‘enfermizo’, así poniendo bajo una luz negativa buena parte de la vida natural de una mujer?” (105)

No me queda otra faena en este ejercicio de exploración más que la de recomendar este texto a las mujeres y en especial a aquellos hombres con la curiosidad de no solo leer buena literatura, sino la de comprender la naturalidad de la mujer. Al final, la menstruación queda domiciliada y familiarizada, se destrenza su clasificación de fenómeno, enfermedad, mal y misterio. Cuarentena y otras pejigueras menstruales le brinda poder a la mujer para que la regla sea discurso –muy a la Foucault– y normatividad: porque el mundo de hoy es de las mujeres y las mujeres menstrúan.



lunes, 15 de julio de 2013

Vitamina Ñ


A Michael, con mucha jocosidad
Yo me crié memorizando los anuncios de los canales locales. No había más que hacer, no había dinero para cable en esos años. Llegué a un nivel en que los predecía, especialmente los de Telemundo; ahora, ya más viejo y más astuto, me doy cuenta que lo que hacía era analizar esa pieza gruesa del capitalismo que llamamos “consumo” a través de imágenes que profundizaban sobre los conceptos de oferta y demanda.
“Big deal”, dirán algunos, y con mucha razón. ¿Para qué se va a malgastar la vida uno analizando anuncios? Sin embargo, hay algo de intrigante en ellos, algo de lo que dijo el calvito francés cuando miraba con aquella cara de los Locos Adams y decía que somos víctimas de las relaciones de poder.
Los anuncios son argumentaciones comerciales con acercamientos directos e indirectos en la persona. Lo que buscan es el cambio de aptitud en el comprador.
en.wikipedia.org
Dicho esto, desde hace una década llevo observando el boom de la salud como objeto de mercado. (A pesar de que este elemento lleva mucho más tiempo en los medios). A lo que me refiero es a la venta de la cura maravillosa: el agua de la fuente de la juventud, el aceite milagroso, la savia curandera.
¿Recuerdan cuando salió la llamada “Uña de gato”? Para aquel tiempo era lo mejor para el colesterol y la diabetes. Informa cierta página web que:

Esta planta medicinal, originaria de Perú, es principalmente utilizada para los diferentes tipos de artritis, así como también para los diversos problemas digestivos e intestinales y en caso de infecciones virales. En ocasiones, también es recomendada para el síndrome de fatiga crónica, el Alzheimer, los parásitos, la cicatrización, el asma, la fiebre del heno, la gonorrea, la disentería y la limpieza de los riñones.[1]

En nuestra Isla fue un impacto no solo la cantidad de beneficios que poseía el producto si no su nombre, el cual era desconocido para la inmensa mayoría y era llamativo, dos elementos que hacen que el producto ostente éxito comercial. Llegué a conocer gente que pensaba que a los gatos se le cortaba la uña.
Luego– y escribo “luego” con completa ajenidad de la cronología de la venta de estos productos –recuerdo los anuncios del complejo de Cartílago de Tiburón. Eran unos anuncios que dejaban cierto hipnotismo porque el movimiento de ese maravilloso titán de las aguas tiene algo de belleza y misterio (es algo similar a lo que producen los tigres, pero en el agua).[2]
La cuestión con el producto era su capacidad para transportarnos a lo exótico. Uno se bebía la pastillita pensando que iba a ser como el tiburón. Ahora, si bien la capsulita de Uña de Gato sí había sido estudiada para corroborar algunos de sus efectos en las enfermedades del diario vivir, no se puede decir lo mismo con el pobre esqueleto molido del escuálido. Al parecer, el estruendo de la cápsula surgió por su supuesta capacidad de prevenir el cáncer ya que cierto “médico” había realizado unos estudios que demostraban que a los tiburones no les daba cáncer.[3] Parecer que la ecuación: Cartílago de tiburón + cáncer + ¿??? = PROFIT, funcionó de maravilla. Tan así que, según la propia página, la compañía del doctor fue multada por un par de millones.
naturlivecartilagodetiburon.blogspot.com
En nuestros televisores apareció el tiburón un par de veces y, según recuerdo, su impacto comercial fue mucho más expandido que la Uña de gato. Dejo sobre el tapete la hipótesis de que se quedó en el consumidor aquella imagen temeraria del pez en vez de la del felino. No culpo a la gente por las jerarquizaciones ya que es posible que una persona se sienta más fuerte comiendo tiburón que una simple plantita: resultado que se podría achacar a aquellos bien pensados anuncios.
De entre otros que recuerdo y que, si la memoria no me falla, llegué a observar sus productos de cerca, está la famosa Crema de concha Nácar. ¿Se acuerdan? El punto es que el producto se vendió muy bien en la Isla porque su efectivo comercial resaltaba el problema principal de muchos: no querer llegar a viejos. El ungüento no era un curalotodo como los demás, pero no podía dejar pasar aquel anuncio que producía silencio en la sala y ansias en los ojos de algunas damas.
Otro de los productos que si pude observar de cerca fue el llamado Jugo Noni o Extracto de Noni. Es más, un familiar lo vendía y, como buen familiar al fin, primero se lo vendía a los suyos, los más allegados. Su “pitching” era espléndido y dentro de ese poder de convencimiento estaba el recordatorio de que sacar el jugo de un Noni (o sea de la fruta como tal) es un proceso tortuoso. Confieso que lo he comprobado ya que en esos arranques de agricultor experimenté con el fruto cuando estudiaba en Mayagüez y doy fe de que expide un olor rancio e inmisericorde cuando se rompe, se pudre o se hierve.
kotear.clasificados.pe
Sin embargo, el anuncio del Noni se encontró con un escollo lo suficientemente fuerte como para llevarlo al silencio a finales de los ’90. Al parecer, aquella “wonder cure” contra las fiebres, las migrañas, el estreñimiento y– ¿cómo no? –el cáncer, fue objeto de un serio escrutinio luego de que algunas personas comenzaran a tener problemas gastrointestinales y hepáticos. El evento no sólo produjo un resultado favorable para las compañías que vendían el extracto, sino que también los dejó con el refajo al aire libre. Surgió de los análisis que el Noni no causaba Hepatitis ni problemas mayores, pero también se reveló que no poseía las cualidades milagrosas que algunas compañías aseguraban. Al parecer era simplemente el zumo de un fruto bastante amargo que se tenía que mezclar con otra cosa para poder beberlo. O sea, no producía mejoras en el sistema endocrino y no detenía el envejecimiento como lo hacía con las nativas polinesias que aparecían en su anuncio. Si mi gente, si escarban en la memoria recordarán que el anuncio presentaba unas guapas polinesias que extrañamente vestían a lo hawaiano era nuevamente el cuento de cómo el hombre civilizado descubre el secreto de los salvajes y lo rescata para el uso de quienes de veras se lo merecen: los capitalistas.
www.keepwell.com
Por otro lado, ahora el producto que arrasa es la Moringa, mi pana. Y como estamos en los tiempos en donde mientras más natural y más “green” la cosa, mejor es al impresión, me he topado con Moringa Orgánica, Moringa 120% natural y Bio-Moringa (que al parecer es más natural que las demás por tener el prefijo “bio” como biocombustible, biología y esas cosas) y estos productos vienen de África porque allá hay mucha naturaleza, mucho monte, es el grandioso secreto escondido en lo salvaje e inhóspito. A fin de cuentas sus anuncios se multiplican y la gente anda por ahí diciendo que desde que consumen la Moringa sueñan en 3-D.
www.faqs.org 
Por el momento, y luego de que algunos hayan cruzado sus ojos por este ejercicio, acepto la humilde pregunta: ¿y por qué este tipo se puso a escribir sobre todos estos productos? A lo cual confieso que este recuento no es en vano. Dada nuestra situación– cosa que discutiré en otro momento– y nuestra vulnerabilidad a las grandiosas curas, lanzaré una cascarita a ver cuántos caen. Creo que puedo “pichear” un producto con el cual llevo relajando junto a amigos, familiares y otros colegas. Lo llamo “Vitamina Ñ”. Es bajo en grasa, en azúcar y en calorías. O sea es casi como el aire y el agua. Dicho sea de paso, si usted toma Vitamina Ñ una vez al día hay una alta probabilidad de que vaya al baño esa semana. Además, Vitamina Ñ hará que pueda despertar en las mañanas y dormir en las noches, salvo que usted trabaje en un horario no ortodoxo lo cual hará que el efecto sea a la inversa. Vitamina Ñ hará que respire, sude y bostece ya que al realizar estas actividades usted eliminará toxinas. Lo mejor de todo es que Vitamina Ñ aumentará su apetito y lo hará comer hasta dos veces al día.
¿Cómo adquirir este antiguo secreto que nadie sabe y que estamos anunciando porque anunciar secretos es cool? Sencillo, Vitamina Ñ es un producto novedoso que solo con pensar en él se activa. Imagine que toma Vitamina Ñ y ya la estará tomando. Obrará ocupado con ella que no comprará ninguno de los otros productos que solo buscan su dinero. Así que, por haber leído este extenuado escrito, le estaremos dando por oferta un año entero de Vitamina Ñ. Ande, motívese a una mejor vida. Póngase a pensar en la Ñ del español y verá los resultados.



[1] http://www.otramedicina.com/2007/12/05/la-una-de-gato-sus-propiedades-y-posibles-usos-en-casos-de-cancer-y-hiv
[2] Esta nota va con especial agradecimiento a la imagen provocada por el poema del colega Edgardo Nieves Mieles.

sábado, 8 de junio de 2013

Yo leo a Lalo

A Eduardo, con admiración


Yo leo a Lalo. (Contra, que buen comienzo para este escrito. Algunos cuestionarán semejante coloquialismo. Dirán que soy muy lacónico con esta simpleza. Dirán: “Mira al muchachito y la novatada. Y que comenzar un escrito con semejante pequeñez.” Pero yo no escatimo. Porque la realidad es que leo a Lalo o, a mejor decir, leí a Lalo. Recuerdo que comencé con La inutilidad por cosas del escapismo. Yo vislumbraba dejar el mundo frío y seco de la jurisprudencia y las leyes y necesitaba leer; el colega Luis Ponce tertuliaba conmigo y debatíamos sobre la utilidad y la epistemología de la literatura. Fue él quien me motivo a tomar la novela, olvidarme de las clases y nadar en aquella narrativa. Lo hice, si no no hubiese leído a Lalo y no estaría escribiendo esto. Admito que la experiencia fue reveladora por cuanto descubría un autor que desmenuzaba a los personajes en un existencialismo totalmente puertorriqueño y que a su vez sufrían de dos elementos a los cuales aspiraba: ser escritor y ser académico–si es que son cosas disímiles aquí en estas latitudes–. Lalo demostró un dominio de la nostalgia. Llegué a sentirme mal por la inhabilidad del personaje de editar los poemas de su colega al final de la novela; sentí que había soledad en esas últimas páginas, sentí frío de ciudad– vivía en Santa Rita para ese entonces –y sentí que había un sufrimiento específico para el olvido. Lalo me enseñó que a muchos de los que dejamos la salud y la vida en unos cuantos papeles nos van a olvidar y que después de semejante purgatorio solamente quedará el cadáver de un recuerdo. Y creer que lo contrario es posible solo aumenta ese sufrimiento. Esa novela dejó eso y luego leí otra faceta de Lalo en Los pies de San Juan. Y si me sentí triste con La inutilidad, con este otro me puse a pensar en ciudades con pies. Las fotos que se intercalan en las páginas de este texto hacen que inevitablemente se medite la cuestión situacional del que lo lee. Lastimosamente, no he vuelto a ver el libro, no lo he conseguido y la biblioteca me queda lejos. Aviva mi curiosidad el acometer los consejos de Jorge Mañach cuando indicaba que los pichones de escritores pueden aprender del estilo de autores más excelsos si se sientan con lápiz y papel a imitarlos pero, sinceramente sería una experiencia completamente distinta el escribir un “Los pies de Moca”. El punto, para no irme de la línea de este escrito, es que no he vuelto a tener Los pies de San Juan en mis manos, cosa que no sucede con otro escrito de Lalo que aparece en un librito rojo– los libritos rojos siempre llaman la atención – que se intitula Escribir la ciudad. Este en realidad pertenece a Maribel Ortiz y a Vanessa Vilches Norat en cuanto a la edición pero, sobre el contenido, pertenece a muchos, incluido a Lalo entre ellos. Particularmente, de Lalo hay un ensayo que se llama “La ciudad de los demonios”. Cuando lo leí no podía dejar de pensar en dos cosas, o bueno en una sola que se divide en dos: Que Rodríguez Juliá le contesta a Lalo a inicios de su ensayo– que a su vez es el inicio, en cierta medida, del libro– y que el escrito de Lalo me recordó esa San Juan que se desdobla en La noche oscura del niño Avilés de Rodríguez Juliá. Y puede que surjan dos o tres voces que digan que en realidad solo pensé en Rodríguez Juliá, cosa que no me está mal– que aprovecho para enviar a Edgardo mis respetos y un saludo desde acá en el pueblo de los vampiros –pero que no necesariamente sintetiza lo que pensé al leer a Lalo en aquel momento. Lo que sí quisiera subrayar es que “La ciudad de los demonios” me impactó por la reflexión de la nomenclatura de nuestra mpatria– y acopio aquí la primera acepción del matabrutos de la Real Academia cuando ilustra que la

palabra nomenclatura se refiere a una “[l]ista de nombres de personas o cosas” porque si se reflexiona nuestra mpatria tiene una lista que comienza por San Juan Bautista, sigue con Puerto Rico, va por Porto Rico y luego regresa a Puerto Rico; pero perdonen la digresión porque lo que aquí importa es Lalo –cuando el autor señala que San Juan fue una ciudad que “dudó de su bautismo”. Y ese fue uno de esos momentos que, como dice Neruda en sus memorias, uno se asombra del autor porque te regala uno de esos instantes en que tienes que separar los ojos de las letras y mirar a otro punto, una taza o un paisaje, y pensar “¡Qué bien escribe este tipo!” Y eso es precisamente a lo que quería llegar con esa línea con la que comencé este escrito, hablar sobre las veces que Lalo te puede hacer sacar los ojos del papel y mirar a otro punto y pensar que la literatura es la cosa más buena después del café. Y yo pienso que deberían leer a Lalo para que les pase eso, eso y la tristeza y San Juan y otras cosas que no caben en un paréntesis.) Y lo felicito por su reciente logro al ganar el premio Rómulo Gallegos.



lunes, 20 de mayo de 2013

La mala costumbre @ Cruce


Lo nuestro duele a veces. Un dolor distinto a la migraña de Doña Gabriela afectada por la vellonera en el segundo acto de La carreta. Un dolor distinto al hambre de Pequeñín en la prosa de Manuel Zeno Gandía. Es, sencillamente, otro dolor.
“La alegría de vivir se hallaba en el campo” dijo Miguel Meléndez Muñoz. No obstante, también apuntaba en Cuentos del cedro que “[e]sta alegría de vivir va diluyéndose hoy en la tristeza del paisaje y transmutándose en el dolor de vivir que desviriliza la existencia actual de nuestras masas campesinas.”
Es importante el uso del verbo pretérito en dicha sentencia. Una referencia al pasado, Ubi sunt que siempre llama. Ese pasado quedó retratado en El gíbaro de Manuel A. Alonso, quien reaparece ahora junto a Carlos Vázquez Cruz en su recién nacido, Malacostumbrismos.
El juego de títulos es inevitable. El gíbaro y Malacostumbrismos andan por ahí como primos lejanos, como que quedan “algo” entre ellos. Sin embargo, el texto de Vázquez Cruz— sol de este escrito —se distancia del camino trazado por Alonso. En puridad, toma la vereda. Se concentra en espacios olvidados por el progreso. Lugares en donde llegó la música, el agua potable, las escuelas y Muñoz Marín con zapatos para todos; pero en donde se quedó la pobreza, la miseria de corazón y la naturaleza humana cruda y devoradora, capaz de ahogar a uno en sus charcas.
De vuelta brevemente a Meléndez Muñoz, resalto la palabra “desviriliza”. En sí no es palabra ya, un cierto arcaísmo de aquella literatura de hombres y para hombres. Empero, se relaciona nítidamente con los cuentos de Carlos Vázquez Cruz ya que su aportación se suma a la nutrida literatura de tema homosexual que ha emergido con éxito en los últimos tres años.
Malacostumbrismos es una colección corta donde el poder de la ironía encara al “establishment” y se atreve a develar tabúes y prácticas que carcomen un mundo puertorriqueño protagonizado por el lumpenproletariado de las barriadas verdes.
Su primera pieza, “La gran familia puertorriqueña”, sirve de introducción suprema al tema que afrontará el libro. Para el ojo entrenado, es imposible no relacionar el relato con Literatura y paternalismo en Puerto Rico del Prof. Juan Gelpí. En el cuento se desmiembra a la familia disfuncional y se presentan sus componentes como objetos de dolor quienes, a pesar de sus dotes de clarividencia y espiritismo, no pueden comprender ni su devenir ni su destino.
Por otro lado, “Cómo se pela un huevo” es musicalidad salpicada de sarcasmo e ironía. Si algo produce el escrito, o por lo menos deja entrever, es que la definición de crueldad no tiene límites. Quizás uno de los relatos de más difícil edición para el autor: en él se deja ver que el personaje principal no es el sujeto sino su inocencia, elemento que es capaz de soportar las embestidas sexuales por el bien de “la familia”.
En otra instancia se encuentra “Malacostumbrismos” pieza que bautiza el libro y que vuelve a retomar la deconstrucción de la metáfora de “la gran familia puertorriqueña”. En este se continúa la confección meditada del morbo como motor de la trama y se trabaja el tema de lo siniestro con una naturalidad aplaudible a la Sigmund Freud.
Hay que destacar que el tema de la homosexualidad como identidad en los personas se presenta a veces unido a la marca del dolor. De esta forma la explotación y la incomprensión permean a los sujetos literarios que siguen la retórica de la “gran familia”. O sea, en algunos cuentos nos toparemos con una represión o supresión de la homosexualidad ya sea a través de los aforismos insulsos del “maricones en casa no” o “los machitos aguantan y no lloran”.

(Tomado de hundredzeros.com)
Además, el libro es un retrato de las “malas costumbres” que se esconden en las familias, con todo el sentido que esas bastardillas puedan añadir a la frase. En los cuentos de Vázquez Cruz se dispone de lo que ocurre tras bastidores, donde el ojo social se niega a escarbar.
Por otro lado, no resta mérito el hecho de que la mayoría de los contextos presentados se asocien con la pobreza y el aislamiento de los pueblos pequeños de Puerto Rico. Por esto me refiero a que Malacostumbrismospresenta sus historias en un contexto no urbano y se distancia así de Mundo cruel de Luis Negrón. De esta forma, el autor presenta una crítica social a través de la delineación de problemas que surgen principalmente de la pobreza, la marginación, la falta de educación y el maltrato. No obstante, no se malinterprete lo anterior calificando el texto como un recuento de pesimismos y desesperanzas ya que, en esencia, es un grito en contrario. Una propuesta que denuncia con su frecuente uso de metáforas y creación de imágenes tipo estampas.
Resta por mencionar que el trabajo editorial es de la más alta calidad. Erizo editorial ha lanzado una colección visualmente amena, con una diagramación que no se apresta a los excesos ni al fulgor de lo pomposo y exagerado. Por lo demás, Malacostumbrismos se une a una lista de libros que seguramente recibirá su reconocimiento por lo directo, irónico y bien balanceado de su lenguaje a la hora de construir cuentos que no sobrepasan las 10 páginas.

jueves, 18 de abril de 2013

Teoría, temor y tiempo


La espera valió la pena. No podía comenzar esta colaboración de otra forma ya que las palabras eran escasas para describir la gratitud que sentí al hojear el texto ¿Quién le teme a la teoría? Era un deseo– gritado desde algunas aulas –de los estudiosos de la literatura el que se creara un texto puertorriqueño que acercara a los lectores al muchas-veces-temido mar de la teoría.
La encomienda viene de la pluma de Lissette Rolón Collazo y de Beatriz Llenín Figueroa. La primera, veterana del Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, quien cuenta ya con un anaquel de publicaciones dentro y fuera de estas latitudes antillanas. La segunda, una antigua– con todo el respeto y que conste que me incluyo–colega de clases del Colegio que ha brillado en aulas nacionales y extranjeras por sus aportaciones a los estudios de género, estudios de violencia y otros temas en el área de la Literatura Comparada.
¿Quién le teme a la teoría? es un manual, su propio subtítulo lo describe como un Manual de iniciación en críticas literarias y culturales, lo que implica que la intención de este libro es que sirva como referencia, como taller, o como ayuda continua para el deseoso de aprender.
De primer golpe, vale señalar que el diseño y el contenido van dirigidos al profesor de escuela intermedia y superior que desea iniciar a sus educandos en las diversas escuelas críticas de literatura. Sin embargo, no me sorprendió conversar con algunos estudiantes de bachillerato y a nivel graduado que han adquirido el texto por recomendación de sus profesores e instructores.
La encomienda de las autoras es, sin lugar a dudas, titánica. Lograr sintetizar el corpus de cada una de las tendencias críticas en un texto de tan solo 288 páginas tiene que haber sido una de las tareas académicas más difíciles en sus vidas. No obstante, considero que el mayor escollo no fue ese– pensando, además, que para estas amantes de las letras el volver a leer a sus teóricos tiene que haber sido un ejercicio placentero –sino el de enfrentarse a un sistema educativo cuadriculado, que solo piensa en superar cada año el reto de las pruebas estandarizadas y que considera que la teoría es un vetusto concepto que no sirve para el motor social de las escuelas.
En esa línea, ese grandioso título ¿Quién le teme a la teoría? no solo hace referencia al individuo que le huye a los movimientos críticos sino al mismo sistema educativo– sus directores, maestros y demás colaboradores –que no salen del vicio de enseñar a interpretar los textos con un riguroso y dañino formalismo que aburre a los alumnos y repercute en un tipo de asco hacia las letras.
El texto abarca un conglomerado de temas que rayan desde el Marxismo y las Teorías Materialistas, el Feminismo, el Estructuralismo y los Estudios Culturales, solo por mencionar algunos. Su estructura es sencilla y entretenida, cada capítulo comienza con algunas frases de los teóricos literarios en una clara invitación a la meditación de sus palabras. A posteriori, cada capítulo cuenta con un acápite llamado “Situaciones” en donde se le expondrán al educando ciertas relaciones de hechos que asimilan la problemática del día a día en las escuelas y convida a que se analice y se desarrollen preguntas en torno a la controversia. Luego, el capítulo avanzará en la descripción de las posturas de las escuelas de pensamiento, sus grandes pensadores y la forma en que estas impactaron la academia, otras áreas de estudio y a la sociedad. Al final  de cada capítulo se ofrecen preguntas guías para aplicar la crítica a los textos que se estudian en clase. Además se ejemplifica cómo desarrollar un análisis literario a partir de lo aprendido y luego, a modo de colofón las autoras desarrollan actividades de exploración, conceptualización y aplicación de lo aprendido.
(Tomado de english.uoregon.edu)
Simplemente, no hay excusa. ¿Quién le teme a la teoría? está alineado y atemperado a los currículos del Departamento de Educación de P.R. y ofrece el 50% del trabajo ya completado, el resto depende de un maestro que le eche ganas y de una escuela dispuesta a darle una mirada distinta a sus programas de literatura. No obstante, este servidor hizo el experimento como profesor de español en una escuela privada y tengo que confesar que a los educandos les agradó el estudiar la literatura desde un punto de referencia diferente y un marco teórico que le ayudara a entender algunos temas en los textos asignados.
¿Quién le teme a la teoría? es un libro capaz de atrapar la atención de muchos. No solo está hermosamente construido– su arte, su portada, los gráficos al inicio de cada capítulo y su pegajoso título lo atestiguan –sino que su contenido es intrigante para aquellos que se acercan por vez primera a estos temas. Si algo hay que advertir, es que para poder hacer un buen uso del mismo hay que motivar a que los estudiantes para que lean, que se empapen de literatura para poder luego desarrollar los ejercicios de este manual. O sea, para atesorarlo hay que ver la teoría, perder el temor y sacar tiempo para leer.
Por lo demás, sinceramente no sé, es uno de esos momentos donde se hacen dos cosas: Uno se levanta lentamente y continúa aplaudiendo o uno puede quitarse el sombrero y darle gracias a la contribución de estas autoras. Lo demás es literatura.   

martes, 12 de marzo de 2013

Occupy Poetry @ Cruce


Ocupar puede ser muchas cosas, pero en estos días se ha convertido en un acto poético. Sus manifestaciones y contrastes no sólo recargan el ideario popular sino que impulsan el artístico. Ocupar tiene un porqué y una teleología, por lo cual vale la pena pasar revista sobre una de las publicaciones más recientes de la editorial La secta de los perros: Sospechar de la euforia.
Este poemario es la sexta entrega del vate Guillermo Rebollo Gil y presenta en sus páginas una madurez en la voz poética del también autor de Sonero,Teoría de la conspiración y Sobre la destrucción.

(Detalle de la edición cortesía de La secta de los perros y el autor)

Como sus predecesores, el poemario es una mezcla de títulos en inglés con versos en español. Predomina una rima libre y una construcción del ritmo con una fuerte presencia del llamado “sonido urbano”. Por otro lado, si bien es cierto lo que indica Juan Gelpí con respecto al “cuerpo a cuerpo con los precursores” –en específico Vallejo, Che Melendes y Ramos Otero– hay que apuntar que este elemento se ha convertido en la tendencia de Rebollo Gil.

En su pasada entrega (Sobre la destrucción) existía un diálogo intenso con la obra de Clemente Soto Vélez y algunos autores estadounidenses, lo cual dejaba una sensación de intertextualidad y juego histórico en los versos. En el caso de Sospechar de la euforia, observamos en el poema “Genealogía de la sospecha”:

si lo más hermoso que es un poema es su
carga a cuestas, felizmente monto mis lecturas
en una carreta rumbo a la hoguera
y reto a Che Meléndes
a tumbar las columnas de humo de mi biblioteca.

Hay que subrayar también que Rebollo desata en Sospechar de la euforiauna dislocación de la ortografía que lo delata como lector de ee cummings. Su estilo de vanguardia es una composición de juegos con signos de puntuación (que a veces deja escapar en aras de una fluidez muy lograda), ausencia de mayúsculas y un vocabulario cultural cromático. Tal y como se apunta en el prólogo, la voz de Rebollo Gil nada felizmente por el llamado “street wise” boricua, el inglés y otras formas de hablar que confluyen en la urbe. En torno a lo anterior, apuntamos al poema “There is no political component to be devoured”, en donde el poeta hace un coloquio con Barack Obama:

lo que quiere decir es bienvenido, aché pa’ ti,
sr. presidente
y mucho cuidado en la luz
que los mártires están que gritan…


Queda por mencionar el aspecto lúdico que predomina en esta entrega. Si se analiza la producción de Rebollo desde Veinte hasta Sobre la destrucciónse observará, primeramente, la madurez de la voz en cuanto a recursos líricos, lecturas y vocabulario. No obstante, hasta La carencia presentaba en los versos un aire de poesía confesional donde el poeta referenciaba su vida familiar e incluso hasta su calvicie.

Luego, en Sobre la destrucción –poemario que también nace en medio de experiencias sociopolíticas en la Universidad de Puerto Rico– se puede auscultar un aire de atrevimiento al juego con la política neoliberal y las luchas sociales, ejemplo de ello es “dear luis, you are who i break my head against”. Ahora, Sospechar de la euforia alcanza un nivel de soltura mayor en donde el discurso se torna atrevido, irónico y, sobre todo, juguetón.

Dicho concepto se dispara a los ojos del lector desde el inicio con una portada que tiene una dualidad: por un lado puede ser una clara referencia a la contratación de la administración del Aeropuerto Luis Muñoz Marín (evento que seguramente no pasó desapercibido a Rebollo Gil) y por otro es una enorme metáfora sobre la fugacidad de la poesía y su constante llamamiento al binomio de juego compuesto por el lector y el poeta.


 (Tomado de www.spottedbylocals.com)

Ahora, el elemento que predomina y que considero más loable de toda la publicación es el tono reflexivo de la poesía como parte de los movimientos sociales y políticos del Puerto Rico del nuevo milenio. Rebollo Gil ha dado forma a un discurso variado y multidireccional donde convergen jóvenes y mayores para ocupar calles, universidades, aeropuertos y asambleas legislativas. Sospechar de la euforia es en esencia una reflexión de las emociones y la belleza que nace en contra de las macanas y los discursos hegemónicos.

No cabe duda de que Rebollo Gil es una de las voces jóvenes con capacidad de ocupar los locativos más diversos –los accesos controlados de urbanización de repente se tornan en accesos controlados en pro del grito de justicia– y que esta habilidad de callar, observar y anotar en el moleskine redunda en una poética dispuesta al juego, al grito y la canción.