martes, 29 de noviembre de 2011

Revista Cruce: Capá Prieto: entre naciones y tiempo*

La siguiente entreda llega a ustedes desde la Revista Cruce. No dejen de visitar revistacruce.com.





Capá Prieto: entre naciones y tiempos

Hace ya varios meses (si no, años) que sostuve una conversación rápida y casi eléctrica donde pregunté: ¿Qué es Capá Prieto?
 De la boca de la entrevistada emergió un suspiro que evocaba lo idílico, como si reflexionara o agradeciera el haber culminado una labor que le garantizaba tener las herramientas para contestar aquella pregunta. Sin más, parafraseo su respuesta: Capá Prieto, es muchas cosas, es un árbol, el nombre de uno de los focos de resistencia que seguían a Betances durante el Grito, es la poesía de Ángela María Dávila, el Maestro Rafael, Adolfina Villanueva, soy yo, Yvonne Denis Rosario.

Luego vinieron otras entrevistas y Capá Prieto continuó extendiéndose, caminando a lugares donde lo hurgaban, lo abrían y leían como un tesoro de historia. Primero España, luego Estados Unidos. Evidentemente había dejado de ser un libro. Tras su traducción al inglés hizo metanoia y figuró como una colección de vivencias para los estudios culturales en varias universidades de EE.UU. y Canadá.

Pocas veces me dejo llevar a ciegas por la Teoría de la Recepción Literaria, ese interesante postulado que indica que los libros no son sólo textos, sino una mezcla de todas las lecturas, de todas las interpretaciones que han acoplado a lo largo de su vida  (si es que la tienen). No obstante, si algo hay que decir de Capá Prieto es que no tan sólo es un ejercicio de narración. El libro es la vida de muchos negros puertorriqueños, que se leen a sí mismos y son leídos por gente que ve en ellos espejos y prismas. Hace algún tiempo señalé que esta publicación “utiliza una narración de corte protagónico donde la voz de los propios personajes es a la vez el lente con el cual se retratarán unas excelentes viñetas”.

El texto combina el eslabonamiento de relatos en un estilo similar al utilizado por Francisco Font en su libro La belleza bruta. Sin embargo, Denis Rosario no deja a un lado esa labor historiográfica que hace de la secuencia una herramienta para vertebrar la puertorriqueñidad. De esta forma, el lector entra en la praxis del reconocimiento y estudia al regimiento negro que defendió a Boca de Cangrejos, el legado investigativo de Arturo Alfonso Schomburg y el arte de Juan Boria.

Si el libro cayó como sorpresa en las manos de algunos aquí en Puerto Rico, mayor fue la impresión de aquellos lectores angloparlantes, en su mayoría jóvenes, que vieron a Capá Prieto asignado en sus prontuarios. Y es que las razones sobran. Tanto así que la Dra. Mary Lou Babineau no invoca a Capá Prieto como un libro puramente puertorriqueño sino de envergadura latinoamericana, el cual ata cabos con las comunidades Afro-Caribeñas y su lucha por su sitial en la historia.

Ahora, en su nueva edición en inglés, otros lectores aceptarán lo que sus libros de historia dejaron a un lado y lo que las antologías de literatura no osaron retratar. No por menos hago eco de la interpretación que el Profesor Silvio Torres-Saillant da a Capá Prieto, señalando que es un texto nutrido por la experiencia humana del mundo antillano, tanto del pasado como del presente.
No obstante, a pesar de que esta edición contiene más acotaciones que su homóloga en español, su esencia no sólo sigue cargando una fuerte tradición narrativa si no que allega a un público mayor su labor de crítica social. El texto muestra cómo el blanco burgués trata de soslayar su pasado negro, cómo la figura femenina sigue siendo opacada por el machismo boricua. Capá Prieto, aún siendo un libro de relatos, opera como una voz que canta y denuncia.

Porque hay que atestiguar que un grito es un grito en cualquier idioma, que un canto es un canto no importa lo extraño que sea el lenguaje. En el caso de Capá Prieto, el trabajo de traducción no le resta inventiva al poder de cuentos como “The Cockroach and the Mouse”, un elogio a Pura Belpré, “File: Anjelamaría Dávila”, donde se imbrica a la poeta negra con Julia de Burgos, y “Last Rites in the Palms”, un poderoso trabajo prosaico donde orbita Adolfina Villanueva (aparecen también, en breves sombras,  Rubén Blades y Tite Curet Alonso).

Para maravilla de algunos, Yvonne Denis Rosario se encuentra en la frontera de la narrativa, la historia y la anécdota. El libro sigue una cadencia muy amena que se entrelaza a la minuciosa selección del orden de los relatos. De esta forma, Capá Prieto comienza en las costas de Isla Verde y prosigue hasta los lujosos bufetes de abogados en la Milla de Oro. Todos estos elementos están unidos por un eje temático que, más que verlo, se palpa a través de las páginas: que la negritud existe, que está en nuestra historia y que ha aportado a lo que cada uno de nosotros es hoy.

El hecho de que Capá Prieto haya sido traducido no se debe evaluar como un logro literario si no como un paso más para hermanar la raza que unió al Norte y el Sur, las Antillas y la Península Ibérica. Este libro rellena los silencios y hace de la literatura un ejercicio para el nexo cultural entre naciones y tiempos.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Black Friday Bullets*


El siguiente escrito fue publicado en:




Black Friday Bullets


Esta ha sido una semana de suma porquería social. Más que eso, por la razón de que el tema viene forzado pro tradiciones extranjeras (Sanguivin y la venta del madrugador), me apunto una con costumbre del amigo Guillermo Rebollo Gil de titular las cosas en inglés. Veamos.

Por un lado, el pueblo se atragantó de pavo y murió en un mar de alcohol y “jorglorio” porque llegaron las navidades y, como el dicho, “que la última la pague el diablo”.


Sin embargo, más espeluznante que el embutido aviar de la semana fue el ya memorado “Viernes negro”. Este evento YA NO SORPRENDE, pero, como sea, hay que mirar los noticiarios y pasarnos la mano por la frente ante el descarrilamiento de la moral y la razón. Sirve como un estilo de golpe de pecho, para recordarnos que las cosas están mal, que “Puerto Rico lo hace m[p]e(j)or”. Ayuda a levantar el dedo acusador y, para otros, a reírse de la psiquis ajena.

Tan grande fue la “devastación” social de la venta del madrugador que una de las mentes prolíficas del país, el Senador Jorge Navarro– quien conoce de estos eventos donde hay mucha gente apretujada y alocada, además de pertenecer a la Comisión de Asuntos del Consumidor–, dijo que el abuso de la discriminación comercial tenía que acabar. Adujo que hay que evitar el caos en los comercios y atajar esto con una medida que controle la situación.

[Este es el momento, damas y caballeros, en donde nos levantamos y aplaudimos como focas.]
Vale hacerse las preguntas: ¿Qué hubo en este “viernes negro” que no se dio en los pasados? ¿Más gente? ¿Un motín en Hato Rey? ¿Un individuo que se quiso llevar el televisor sin pagar?

Se puede afirmar todo eso. EMPERO, lo más llamativo es que fue un exitoso ejemplar de consumismo en época de crisis. Reafirmación de que vivimos en un país capitalista (una enfermedad ocular).

Por su parte, un rotativo nacional– que todos sabemos cuál es–  indicó que Navarro radicará el proyecto para que los productos que vienen anunciados en los “shoppers” de EE.UU. se vean obligados a traer esos productos aquí. Además, busca forzar al comercio local para que tengan mayor cantidad de productos, por un tiempo más amplio.

[EUREKA] El “black Friday” boricua. Más artículos y más tiempo para comprar, así lo ha querido la legislatura. Porque, como hemos visto, esto amerita una legislación que atienda este “GRAVE” problema. Más grave que la criminalidad, que la crisis por falta de empleo y que la cuestión esa de la droga.

Con esta legislación se acaba el problema. La gente se controlará y los comercios respetarán los derechos del consumidor. [Focas, aplaudan]

Como vimos, la gente que se apiña a las calles con casetas y grita consignas para que le abran el negocio y puedan ejercer su derecho a comprar, ha ocasionado que la legislatura atienda este “grave” problema. No obstante, cuando la gente se apiña a las calles con casetas y grita consignas para que se establezca una mejor educación pública, la legislatura remenea el fondillo en su cojín de cuero y el poder ejecutivo envía a la policía. [Que mucho revoltosos anda poniendo casetas en las aceras y en las calles.]

Hagamos un excurso.

En segundo término: “bullets”. Aquellos colegas que me conocen saben que vivo muy, muy, cerca del Aguadilla Mall. (Que conste: yo vivo allí antes de que llegara semejante mamut comercial). Culminaba un viaje de San Juan a Moca cuando mi esposa me llamó para indicarme que justo cuando salía de allí se dio el penoso caso de violencia doméstica en el Supermercado Amigo.

Ayer, me topé con la noticia de que la Procuradora de la Mujer, Wanda Vázquez está presta a presentar querellas contra esos jueces que no hicieron nada por aquella mujer.

Sin embargo, con todo el debido respeto a mis colegas feministas que se han manifestado sobre el asunto, me parece un poco accidentado el caer en esta noticia sin ver todos los ángulos.

Se desprendió de la nota periodística que las órdenes de protección habían sido concedidas y que la agresión ocurrió tan pronto el individuo pagó la fianza ordenada. La orden había sido otorgada por el juez González, la fianza y la determinación de causa por violar la orden fue emitida por el juez Ramos. Por no pagar la fianza era que el individuo estaba encerrado. Tan pronto se pagó y salió fue que cometió la fechoría insulsa y macabra.

La OSAJ dijo que ellos habían hecho el intento de cumplir con la ley, Vázquez arremetió contra los jueces y la expresión de la judicatura está por verse. No obstante, este pase de batón me parece un poco improductivo.

Se habló muchísimo de la Ley Núm. 99  de 18 de septiembre de 2009. Obviamente, el periódico no indicó ninguna de sus disposiciones. A saber:

Artículo 3.-Una vez el imputado o la imputada pague la fianza establecida por un Tribunal, quedará en libertad bajo fianza, hasta tanto la OSAJ haga los trámites pertinentes para la colocación del dispositivo para la supervisión electrónica.  Se le ordena a OSAJ colocar el dispositivo para la supervisión electrónica, el mismo día de la vista de imposición de fianza.

Por otro lado:
Artículo 6.-Cónsono con la política pública esbozada en esta Ley, el Departamento de Justicia, la Oficina de Servicios con Antelación al Juicio (OSAJ), la Policía de Puerto Rico y la Oficina de la Procuradora de las Mujeres deberán:


(b)               Promover la colaboración y coordinación interagencial para maximizar los recursos disponibles y uniformar los procedimientos utilizados en las agencias para manejar los casos de incumplimiento a las órdenes de  protección, agresión sexual, maltrato agravado, amenazas y reincidencia en los casos de violencia doméstica.


También es meritorio mencionar:

Artículo 7.-El Departamento de Justicia, la Oficina de Servicios con Antelación al Juicio y la Oficina de la Procuradora de las Mujeres coordinarán con la Oficina de Administración de los Tribunales, la implementación y consecución de los objetivos de la política pública que se recoge en esta Ley.

A base de todo lo anterior, me parece que esta papa caliente está bien desmerecida. Tanto la OSAJ, como la Procuradora, como el Departamento de Justicia y la OAT no realizaron la labor interagencial que, entiendo yo, fue el pilar de la Ley 99.

Según los argumentos de la Procuradora, no se le informó a ninguna de las demás agencias el hecho de que el agresor había pagado la fianza y había sido excarcelado. Bien, muy bien, pero me atrevo a enunciar que en estos casos no se puede esperar a una notificación, hay que darle seguimiento, hay que tener a alguien allí en las vistas, hay que llamar, buscar, o, como decimos en estas latitudes Jo%^@# con el asunto.  Aún cuando la ley no exprese eso. Lo contrario es caer en el desdén: y créanme, yo concibo que la cosa está bastante mala como para actuar de esa manera, actuar con ese seguimiento está justificado.

No me trago el cuento de que fue sólo la judicatura la culpable de este problema. Me voy en contra de los titulares noticiosos– no es la primera vez, y no hay que tener miedo a hacerlo–. Empero, escribo esto sin restarle méritos y con todo el debido respeto al planteamiento de Benja Torres Gotay en la columna de este domingo.

Además, añado otro ángulo a este asunto. Lamentablemente, el político. Las lenguas del barrio apuntan a que la Procuradora, oriunda de Aguadilla, suena como una candidata fuerte para sustituir al actual alcalde, Carlos Méndez. Por su parte, el juez González fue candidato a alcalde en la zona y luego fue nombrado juez por el ex gobernador Aníbal Acevedo Vilá. Apunta la filosofía del cafetín de la esquina a que todo este asunto da el pie forzado para matizar una campaña y de una vez sacar a uno del partido contrario del estrado.

Sinceramente, yo no estaba muy maduro para el tiempo de esas contiendas políticas. Además, yo creo que la Procurada es una persona bastante seria como para prestarse a eso. Pero, mientras algunos ya ven lo político asomando la cabecita por donde sale el sol, yo me quedo pensando que estas cosas no pueden ocurrir. Ya es la segunda vez que un caso de violencia doméstica en Aguadilla sacude con tanta fuerza al país– hace ya un tiempo se había encontrado a una mujer descuartizada dentro de pailas de pintura–. Si hubo o no responsabilidad, se determinará en las conclusiones de la investigación de OAT. Por mi parte, no voy a adjudicar nada hasta que se sepa todo.

No me iré sin antes mencionar que en vez de estar legislando para el “Black Friday” para enfrentar ese “grave problema” creo que hay que hacer más cosas en pro de la mujer: ¿verdad Senador Navarro?


lunes, 7 de noviembre de 2011

Revista .Crudo: Un artículo sobre el erotismo en la literatura de aquí


http://www.crudoprod.com/erosrriquenos/


Tisbea: ¡Fuego, fuego, que me quemo,
que mi cabaña se abrasa!
Repicad a fuego, amigos,
que ya dan mis ojos agua.
Mi pobre edificio queda
hecho otra Troya en las llamas,
que después que faltan Troyas,
quiere amor quemar cabañas

Tirso de Molina, El burlador de Sevilla

Está en la televisión, las revistas, las secciones más profundas del periódico (comúnmente llamada tripa), los juegos de video y los anuncios radiales. Pero, ¿qué difícil es hablar del erotismo en Puerto Rico? No hablar como se habla en la calle así porque sí –que casi siempre se refiere a la banalidad, al estilo reggaetón–, sino hablar de eso como se habla de la política, de si llueve o no llueve en la tarde del martes o como si fuese algo así como los eventos cotidianos significativos.
Lo cierto es que en esta Isla, a pesar de estar rodeados de una abrumadora máquina de propaganda, lo erótico sigue siendo un tabú que se ejerce como un elemento profundamente arraigado en la idiosincrasia puertorriqueña.
No se me tome a mal, no hablo de los chistes colorados, ni de las bromas pesadas que a veces causan dolores de cabeza en el trabajo. Trato de desarrollar dialéctica en cuanto a ese erotismo que es poesía y hace que el ser humano se comprenda. Porque, sinceramente, “El gistro amarillo” de W, el sobreviviente, con Yandel, y el seudo-erotismo de la revista Vea, no son otra cosa que la válvula de escape donde la sociedad concentra lo que no puede apreciar de forma estética y hasta ideológica.
A lo mejor todo esto es una enorme equivocación, pero, soy de la opinión de que en este país el erotismo anda indefinido para muchos, o sea: los ven, lo oyen, lo bailan, pero en realidad es como el cielo que está allá arriba y pocas veces nos sentamos a admirar su azul. Empero, no consideren este escrito como el intento de definirlo. Para esos menesteres necesitaríamos más páginas.Quisiera ser más como la saeta y circunscribirme a las cosas de las que puedo hablar con más libertad y enterrarme en ellas, o sea la literatura –porque ya no me importa causar impresiones en el tema y me vale @*#$%&  la crítica–.
En cuanto a esto, creo que lo más peligroso que me puede suceder es que se desarrollen unos argumentos capciosos que, luego con el pasar del tiempo, se me aparezcan de noche exigiéndome respuestas. Pero, sin más, aprovecho para argumentar algunas instancias donde el erotismo juega nítidamente el partido de la literatura y viceversa. De esta forma, y a modo de ejemplo, el poeta Edgardo Nieves Mieles, afirmó con ironía en un poema titulado “Remember when the air was clean & sex dirty?”, que: “Mi principal zona erógena/ es el cerebro…” No pudo ser más certero. Ese es el erotismo que atina la reacción más espontánea en el lector. Es la fórmula para que desarrolle su libertad en los confines de la lectura, sin sacrificar el arte y el placer que emanan de dicha acción.
Recuerdo el tiempo aquel en que se mencionaba erotismo y lo único que salía de la boca de los compañeros era Como agua para chocolate de Laura Esquivel. Yo curioseaba con el libro hasta que luego me obsequiaron una copia autografiada de Malinche[i] y pude comprender que, en cierta medida, la autora había perdido el enfoque al divorciarse poco a poco de aquel erotismo en símil con lo culinario. Ahí fue que poco a poco me inclinaba por aceptar que el erotismo no eran las figuras descritas sino las reacciones a ellas. Además, aún cuando el cocinar llama la atención en nuestras venas latinoamericanas, la fórmula de Esquivel había combinado casi a la perfección era un eros sin vicio de hedonismo y en un lenguaje que podríamos debatir como “alcanzable”. De esta forma un ejemplar de la literatura –un éxito, o bestseller– me enfundó en la idea de dejar a un lado ese lenguaje excesivo y crear un eros mas allegado a la cotidianidad.
Otra manera de describirlo surgió desinteresadamente cuando nadaba en las turbulentas aguas de Vargas Llosa. El autor había perdido las elecciones de Perú y en sus memorias atestiguaba que en aquel año –de difíciles abstenciones literarias– sólo pudo escribir El elogio de la madrastra. Lo que me pareció curioso fue que el autor describió aquello como un “divertimento erótico”, o sea que fue un ejercicio que sólo buscaba divertir a los lectores. En ese momento supe por qué algunos confesaban que, por más esfuerzo, La Casa Verde y Pantaleón y las visitadoras tenían un poco más de pique. Supe que, por mi parte, no podía conformarme con divertimentos que solamente saciaran un poco al lector. ¿Es divertir el único fin de estas construcciones en la ficción? ¿Serán elementos que se ponen aquí y allá para no hacer el libro aburrido?[ii]
Esa duda me rondó mucho los últimos años en Río Piedras. Tanto que estuve a punto de preguntarle a Santiago Gamboa –luego de la entrevista que moderé en el Festival de la Palabra 2011– cómo desarrollar una erótica que fuese más apegada a los elementos no convencionales (o sea, al cuerpo humano, los amantes, etc.). Sin embargo, luego de experimentar con su novela El síndrome Ulises, me harté del tema luego de apreciar cómo en tantas escenas de esa novela el personaje principal insertaba su “Holofernes” en las oquedades femeninas. Ciertamente, y con todo el respeto, la novela te encerraba en esos juegos eróticos de forma desprevenida y hacían que las quejas amorosas del personaje se convirtieran en meras ambiciones ante las legiones de mujeres con las que estuvo en el libro.
Tanto nadé, que morí en la orilla de un cuento en el cual se me ocurrió la floja tesis de que el erotismo contemporáneo debía acercar a la persona a un nivel, no de éxtasis, sino de soledad –más aún, una soledad contemplativa para con el texto–. En la escritura, en mis ejercicios, busqué una sensación que describiré cómo: “Un deseo erótico que surge de mirar la Mona Lisa”. O sea, para mí, el erotismo debe ser una ráfaga que puede tomar por sorpresa o no al que escucha un número musical, al que canta o al que estudia un cuadro. Porque aquí en estas latitudes, el erotismo es espontáneo y surge en las más nimias tareas o en las cosas más insulsas: lavar la ropa, estar en el tapón, ver una nube o pedir comida para llevar. Y podría ser, que lo que proponga sea una vaga reacción para anteponerse a la música con que retumban los carros y le dan hasta abajo las gatas –sería entonces un erotismo reaccionario–. No puedo lidiar con la idea de hacer libros con el único fin de llevar a la gente a la masturbación. En vez de hacer un canto al sexo desmedido, propongo un acercamiento casi hipnótico al lector de hoy en día, un eros mojado en cotidianidades y pequeñeces.
[i] Muy agradecido con el regalo del viejo amigo, Héctor Segarra.
[ii] Vean, sobre el tema, la crítica que hizo Carmen Dolores Hernández al texto La velocidad de lo perdido de Cezzane Cardona en El Nuevo Día (Domingo).

sábado, 5 de noviembre de 2011

Revista Cruce : Artículo sobre Agustín Fernández Mallo

http://revistacruce.com/letras/fernandez-mallo-innovacion-literaria-y-experimentacion-de-la-palabra.html

Enlace a una colaboración reciente en Cruce...


Fernández Mallo: Innovación literaria y experimentación de la palabra



Una amalgama de relatos, un experimento a fuerza de somníferos, una hoja que tiene dibujados las vibraciones del último sismo, un pluviómetro con hongo o el paraguas de la Maga que se rompe en un París lluvioso. Para algunos son meras coincidencias. Para Fernández Mallo puede ser el inicio de una novela.
Espejuelos de pasta, flaco –de aspecto alto, aunque nunca lo he visto de frente–, con el pelo lacio que le cae largo hacia atrás entremezclado con una calvicie prematura en el área frontal. A veces se deja ver con camisas de cuadros y una mirada escéptica: en realidad es un tío (como dicen los españoles) que invita a parar la lectura y ver qué se trae entre manos. Un poeta laborioso y un prosista inventivo. Geográficamente, natural de La Coruña, España.
Agustín Fernández Mallo es un graduando de Ciencias Físicas que ha logrado desarrollar una literatura capaz de identificar a una juventud que empieza en los 20 y llega a los 40. Si muchos han tratado de acaparar –para bien o para mal– lo polifacética y rápida que puede ser esta generación, Fernández Mallo seguramente ha logrado conglomerar más que eso.
Si bien ha escrito desde mucho antes, su primera publicación de renombre fue Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus, publicada en el 2001. En esta tirada Fernández Mallo se lanza al ruedo literario con el epíteto de poeta, blandiendo ante los críticos su concepto de la “Poesía Pospoética”, una escritura que adopta mucho de las ciencias y acapara todo lo que posiblemente puede ser material narrativo (me atrevo a hacer la comparación de que son versos estilo hoyo negro, o sea, absorben). A modo de ejemplo:
yo mismo a veces creo haber defraudado tanto
que me entregaría al cuerpo de cualquiera,
a lo que es pura ruina y carencia
y como el agua oscurece.
Me muero por piratear esta noche
los 50 gigabytes de tus pezones,
y qué más da Punk No Dead que Opus Dei Forever
si te imaginas que al final el cielo fuera sólo un anuncio
de papel Albal nos tararea Sr. Chinarro
en la ranura de tu sexo. Hay una aparente paradoja
en todo esto: envasado al vacío nos vendemos tiempo.[1]
 La poesía de Fernández Mallo se balanceó bien en las manos de los lectores españoles, no obstante, fue su incursión en la narrativa lo que le alcanzó el respeto de muchos que, desde los espacios cibernéticos, habían ansiado una voz que contara el modo de ver la modernidad, así como la velocidad y la experimentación entremezclarse con la angustia juvenil del siglo 21.
Ante esas exigencias, y su continuo afán por la innovación, el también autor de Carne y Pixel se aventuró en el llamado “Proyecto Nocilla”, una triología que avanzaría como la espuma. Así su primera novela Nocilla Dream fue bien acogida por la crítica española.
Nocilla Dream sentó las bases para una narrativa aguda donde lo principal no son los personajes sino cómo estos se desdoblan en un mundo que parece presionarlos a la innovación. En este ejemplar se empieza a develar el juego con las secuencias y el carácter de lectura a salto que rememora a laRayuela de Cortázar.
De esta forma, en la entrada número 74 –y acuño la palabra para acrecentar la sensación de experimentación– el autor enarbola una narrativa donde el personaje se observa como desde unos prismáticos: 
En su imparable obsesión por la experimentación en la grabación de ruidos y su posterior procesado para darles una forma sinfónica, el joven Sokolov ya sólo se dedica a registrar en su grabadora las entrañas de las casas que, como él ha descubierto, están recorridas a cada instante por un canal ramificado de sonidos únicamente audibles con aparatos creados en su mayoría por él a tal efecto.
La segunda entrega del proyecto advino en el 2008 bajo el nombre deNocilla Experience. No en vano, el título prácticamente desnuda la obra, ya que en esta apuesta el autor se muestra mucho más inclinado a su llamado “reciclaje” literario. Con esto, adopta de múltiples fuentes, –Apocalypse Nowde Francis Ford Coppola, El pop después del pop de Pablo Gil, así como una nutrida lista de entrevistas y reportajes variados– figuras e imágenes que, aun estando aisladas, sirven de entremeses entre la acción y reacción de sus personajes.
La tercera entrada de Fernández Mallo fue Nocilla Lab, de la cual se dijo que dio un poco más de cohesión al concepto de la triología. Esta vez el autor afrontaba el papel con un enfoque más creativo donde la ciencia estaba más presente (en especial la Física). Si algo caracterizó a la publicación fue el hecho de llevar el concepto del reciclaje a instancias pocas veces tocadas por la literatura de nuestros días, así, y a modo de ejemplo, hasta las imágenes del desastre de Chernobyl se convierten en el microcosmos de algunos personajes (algo igual se había hecho en Nocilla Experience con el tema de los pueblos abandonados).
A pesar de lo experimental y lo inusual de la literatura de Fernández Mallo, su apuesta sigue intrigando a muchos lectores por entender que su visión de lo que es la cotidianidad y la estructura de un libro es única. La experiencia que deja a veces se puede comparar con los resultados de una búsqueda en “Google” o –en un sentido mucho más “clásico”– un enorme collage donde se unen bocetos y datos. No cabe duda de que Agustín Fernández Mallo es un escritor para una era cibernética, poblada de variables y donde la política y el amor se desintegran mutuamente. Un autor muy difícil de conseguir en estas latitudes, pero muy exquisito hojear. 
Notas: