miércoles, 31 de julio de 2024

Lullaby para Don Luis: Una semi-crónica interrumpida entre poesía

Alas le dé a tu sueño el éter de quimeras 

Clara Lair. "Lullaby Mayor".




Una vez me escabullí a casa de abuela a matar el tiempo y culminé en el cuarto de madera del fondo. Las luces estaban apagadas, las ventanas cerradas y el aire acondicionado encendido. Allí la matriarca dormía a uno de los más pequeños— hoy de los más grandes— en una mecedora un tanto moderna. ¡Cantaba!   

Verde luz de monte y mar
Isla virgen del coral
Si me ausento de tus playas rumorosas
Si me alejo de tus palmas silenciosas
Quiero volver, quiero volver

Uno observaba en trance el dormir ajeno y asimismo se llevaba a uno— ya mayor— a la ribera de una playa palmera con un sueño místico y profundo. La consciencia marcó un hito: ¡Abuela había usado Verde Luz como lullaby para sus nietos! Fue un descubrimiento con sorpresa y familiaridad a la vez: El El efímero jungiano había llevado del inconsicente al consciente la canción de cuna que ahora surgía como motor del carácter. Y es que así era la infancia, plagada del cancionero del vate mocano.

Solina, solina 
¿quién te dío esa flor? 
Me la dió Cupido 
en prueba de amor.

El Topo murió el 23 de julio de 2024. Unos días antes del palimpsesto del 25 de julio [escoja la fecha que más le guste]. Su voz de tenor y su lírica de vate bien hecho queda sazonada por la realidad: El Topo era un bohemio mocano. Par de veces lo vi andar por la plaza. ¡Alegre y rápido! 

Voló, voló
Ana María voló
Voló de mi palomar,
Mi palomita volo

Ayer este monte bautizado con solo cuatro letras lo esperó y estuvo con él hasta el anochecer. El Coliseo Juan Sánchez Acevedo estaba con un vaivén de gente desde la tarde. Este cronista tuvo que atender sus responsabilidades pero pudo llegar a las 7:20pm. Le di la vuelta a la avenida Concepción Vera pasando el Paseo Artesanal donde la gente afloraba en un kiosko de esquina preparando bebida y kareoke. Cualquier otro hubiera parado allí a demandar solemnidad y pureza ante el velatorio. Algo incorrecto en Moca. Primeramente que al cruzar la calle se encuentra la funeraria así que en la capital del mundillo a todo fallecido se le canta y se le bebe ipso facto. Más allá: ¿Qué hubiera querido Don Luis? ¿Silencio y tristeza?

¿Dónde vas María?
¿Dónde vas María?
Solita y a pie
voy buscando al niño
dónde lo hallaré
voy buscando al niño aah aay
dónde lo hallaré.

Al costado del coliseo se daba la liga de baloncesto en la pequeña cancha. Había vociferar de padres, silbos de árbitros, niños sudados que corrían diestra y siniestra. El pueblo está vivo. Así es, así siempre será. Por lo que sin preocupaciones continué hasta ver abarrotado el estacionamiento. Era una señal hermosa, la gente se había dado cita como si hubieran traído a un gigante cuando Don Luis— característico de su familia— era un montoncito de arte y música.

Por tierra y por mar 
en donde me hallara
Conmigo tu estabas
Madre, en mi soñar  

Aparqué el armatoste de vehículo que uso y llegué a la entrada del coliseo donde jugué volibol, me gradué, donde trotaba de adulto para aplacar los lípidos sanguinales. La realidad es que allí había más fiesta. ¡Bullicio! ¡Correr! Un pinchero repartía su mercancía. En el vestíbulo la gente se agrupaba en tertulia con un fuertísimo olor a café. El coliseo era funeraria, o mejor, era templo.

Luchando por un cariño
Luchando por un amor
entre alegrías y penas
la vida he pasado yo

Pasadas las puertas de cristal la voz de Carlos Esteban Fonseca servía de maestro de ceremonia. Guitarra, percusión y voz flotaban en un duelo de décima. Gente conversaba, se abrazaban en saludos y vertían memorias. A la izquierda en las gradas se explanaba una bandera de Puerto Rico retando las facultades de la gravedad. Una guardia de honor vigilaba ceremonialmente.

Me tienen el ojo echao
La olla está en la candela

El poeta Juan Manuel González llegó al poco tiempo de sentarme. Su comentario probablemente era similar al de los demás: "¡Qué bueno que lo trajeron a Moca!". Ya eran casi las ocho y las sillas blancas se vaciaban. Una señora las acomodaba nuevamente reclamando como las debajan regadas sabiendo que mañana se usarían. Mis ojos rondaban como satélite viendo como el pueblo recibía notas musicales de Oubao-moin. La gente fotografiaba la bandera, las imágenes  que aparecían en un proyector y una gran pancarta que habían colgado al fondo que mostraba a Don Luis abrazando su guitarra.
 

Que eres como todo
algo que se va
Mas te llevaría
sorda en mi silencio

La velada fue anunciada hasta las nueve, pero la gente sabía que al otro día la misa comenzaría temprano para luego subir el trecho a Los Sauces. ¡El calor estaba asegurado! Fue entonces que Verde Luz sonó por virtud de una voz joven. Arropó todo con un manto de calma. La atmosferización se hizo. La gente se apiñó cerca del férretro mientras que los demás se ponían de pie en las gradas de la derecha. Verde luz en ese momento fue himno patrio, fue despedida en luto, fue nuevamente lullaby para el descanso eterno. Don Luis yacía en su ataúd vestido con guayabera. Le acompañaba un rosario, una imagen de la virgen y los signos de Borinquen y Moca. ¿Cómo lo hacen para que uno vea su rostro ya inerte y se perciba como si fuera una sonrisa? Quizá es la mente jugando con uno, o la imaginación de un niño adormilado, o el efecto del lullaby.

Quiero volver, quiero volver
 

domingo, 14 de julio de 2024

La serpiente muere por la boca y por el rabo: Uróboros de Andrés L. Córdova Phelps

Uróboros

Andrés L. Córdova Phelps 

Edición independiente 

246 páginas



Retomar el acostumbrado paso de la crítica literaria tras los acontecimientos de estas fechas es una tarea sumamente difícil. Cuestiones profesionales, personales y llanamente perturbadoras, con solo mirar las redes, atrasan o mutan las fechas en que se puede escribir tranquilamente sobre un texto. Ahora, no valen los prolegómenos, el ejercicio de esta entrada busca hacer un poco de justicia— con todo el candil que esa palabra trae a este libro— a un texto del colega profesor y abogado, Andrés Córdoba Phelps. 

El texto es una clara referencia al quehacer de Nietzsche y la intención se vislumbra en una estructura que abandona la plasmación en párrafos. Se escribe aquí en pequeños aforismos, casi versos, que contienen el desdoblamiento de silogismos y el cuestionamiento de las fuentes del poder. Córdova es lector de los clásicos, interroga y burla principios y trae problemas a las definiciones sustentadas por el Derecho. Todo esto con ganas de joder. 

Lanza dardos desde las primeras páginas cuando vislumbra: "La República platónica, como Comala, está protegida por los muertos". Yace aquí un enorme juego de intenciones en donde la mención del poblado donde se pierde Juan Preciado parece un aviso como el que se le interpuso a Dante al momento de bajar al primer círculo infernal. Este último concepto, su circularidad y el castigo eterno, se suma al problema del laberinto que es la Comala de Pedro Párramo. Este texto y el Derecho—con la mayúscula que se dedica a criticar— son las fauces de algo donde es trabajoso salir y donde ya hay muchos muertos a quienes leer y escuchar. 

Más adelante expulsa: "Cuando se dice que es cuestión de Derecho, lo que está diciendo entrelíneas es que es custión de fuerza". Las nociones, las definiciones, los trabalenguas de la nomenclatura, se pierden cuando se acciona aquello que Facundo Cabral narraba: ¿Qué es un general desnudo?". Así, línea a línea se descubre que la fuerza de la que habla el texto es aquella que ha dejado a los muertos antes mencionados y que cimenta la ciudad de las letras. El acto del libro es despojar vestiduras y ver qué le da la fuerza a esta cosa. Uróboros suena aquí al exhalar del cigarillo de Arendt cuando reconoce que el Derecho impera, tal vez, con una banalidad que permite la legitimación de barbaridades. 

Es casi con añoranza que el libro a veces se rebela contra sí. La culebra se come el rabo, con náuseas. "Cometemos una injusticia con nosotros mismos cuando domesticamos nuestras inclinaciones anarquistas", dice. Es una voz que imita al derecho con su capacidad de sancionarse incluso a sí mismo. Esto recuerda algunas referencias a Walter Benjamin— que en este libro asoman la cabeza/rabo a cada rato. La cruda metáfora de violentarse a sí mismo en el escape de la violencia. ¡Morir perdiendo Las Arcadias! Queda así el cuerpo expuesto, ultrajado como semiosis de la violencia cuan estudia Sontag.

Estos asuntos— Derecho, violencia, Benjamin, autoridad— recuerdan cuando Jacques Derrida adujo que el pensamiento benjaminiano no es ajeno a interpretar la intención de la violencia del derecho para crear tautologías y síntesis a priori en torno su realización y convenciones. Esto es, se da a sí mismo los medios para  decidir entre la violencia legal y la ilegal. Apunta Córdova Phelps que "La legalidad paradójicamente evoca y está enmarcada por la ilegalidad". No en vano las manos de Escher se vuelven una constante durante la mayoría del texto:

Ahora, Uróboros no descansa solamente en ser un ejercicio de crítica teórica o de filosofía. Otras partes de la publicación como las de "Los veinticuatro juristas" tiene un clásico juego cervantino: El texto encontrado, la multiplicdad de autores, las fuentes dúbitas de la escritura son muestras de que en el derecho mismo y en el ojo que lo critica no hay consistencia si no la de la serpiente que eternamente se devorará sin nunca alcanzar un final.

Solo le queda a uno la salida de la locura. La risa y el absurdo son a veces una música de fondo en el libro. Tal vez al igual que un Nietzsche incoherente que se consume— la mente que termina devorando la propia mente— en el soñar con caballos que sufren. 

"Las cosas serían mucho más fáciles, sugería irónicamente Ernst Bloch, si pudieramos comer grama", dice Uróboros, como si fuera la voz del caballo abrazado por el filósofo. Una remembranza de aquel episodio garcíamarqueño que traduce como finalidad de todo asceta de intelectual el doblarse en el patio a hacer el ridículo: "¿Qué clase de hierba, doctor?» Y él, con su parsimoniosa voz de rumiante, todavía perturbada por la nasalidad: «Hierba común, señora. De esa que comen los burros".

Uróboros es un texto diseñador para una persona que ha leído ciertos otros libros, o bendito, jurisprudencia, y le alberga un cansancio. Tal vez el profesor de derecho o el abogado que busca escapar de la cotidianidad. ¡Alguien que mira la grama y le da hambre¡ En fin, que se mira al pasado con algo de ironía y jocosidad. Tal vez se recuerda que en algunos monasterios del conocimiento escolástico, con su sobriedad y barbas llenas de letras colgantes existía algún arquitecto que dibujó una macabra carcajada de algún demonio en relevie de pared.

En mi caso, los días de docencia en la Interamericana terminaron. No recuerdo ni aquel número de empleado que asignaban. No obstante, el texto de Córdova Phelps rememoró en mí las tertulias y sobremesas de los compañeros del Departamento de Estudios Humanísticos quienes hablaban de la inmortalidad del cangrejo, los significados del evangelio y las noticias de ayer mientras observaban el "bowl" girar en el microhondas de la cocina de facultad. ¡Qué buenos tiempos aquellos! ¡Qué deliciosa la yerba que como hoy!

lunes, 15 de mayo de 2023

Narrativa de la convergencia en "Arauco ” de Juan Manuel Zurita Soto (Centro de Estudios iberoamericanos de la UPR-A )



ENLACE A LA PRESENTACION



En esta ocasión presentamos la novela “Arauco” de Juan Manuel Zurita Soto, escritor, periodista, profesor de literatura e investigador de nuestro Centro de Estudios Iberoamericanos. Como señala Itziar Pintado (madridactual.es) sobre Arauco: “La novela hace consciente al lector del paso del tiempo, de los recuerdos y la memoria… En palabras de Juan Manuel Zurita Soto, ‘la memoria es fundamental para un buen escritor’ y esta historia cargada de recuerdos es la representación de su memoria, la de su familia y la memoria de toda su procedencia. 

La presentación estuvo a cargo del Dr. Nelson E. Vera Santiago, escritor, profesor, abogado e investigador del Centro de Estudios Iberoamericanos, y se llevó a cabo el 25 de abril de 2023 de manera virtual.  Junto a Juan Manuel y Nelson, nos acompañó Juan Bautista Durán, Director de la editorial Comba que hizo posible la publicación de esta novela. También participaron Dr. Pedro Cabán Vales, Dr. Carlos D. Altagracia Espada, Dr. José J. Rodríguez Vázquez y Dr. Gabriel Alemán Rodríguez.

Para adquirir la novela en Estados Unidos

Barnes and Nobles: https://www.barnesandnoble.com/w/arau... 

Amazon: https://www.amazon.com/-/es/Juan-Manu... 

Para adquirir la novela en España

Casa del Libro: https://www.casadellibro.com/libro-ar... 

Sobre la editorial Comba: https://editorialcomba.com/ 

Sobre el Blog Ficciología: http://ficciologia.blogspot.com/ 

The Cellular Place & Coffee Shop: https://www.facebook.com/thecellularp... 

El Seminario Martha Bechis & Julio Ameller se enfoca en el estudio de los debates filosóficos contemporáneos y forma parte del Centro de Estudios Iberoamericanos (CEI) de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo. Aunque sus orígenes se remontan a la década de los 1980s, el mismo ha sido rebautizado en honor a dos de sus más distinguidos fundadores Doña Martha Aurora Bechis y Don Julio Ameller Vacaflor. 

Para conocer todo lo referente al Centro de Estudios Iberoamericanos entra a nuestra página web http://ceiupra.org/ 

Sigue al CEI en nuestras redes sociales: 

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lunes, 4 de julio de 2022

La empinada ruta del asceta hacia la libertad: La Princesa y el Oso Blanco de José Enamorado Cuesta

José Enamorado Cuesta

La princesa y el oso blanco (versos carcelarios) 1955

Editorial Tiempo Nuevo

129 páginas

 

La nota ética debe preceder cualquier acercamiento a esta lectura: Yace aquí un libro gestado por mi mentor Mario O. Ayala producto de lo que cultivó mientras fue mi director de Tesis en el 2020.

Sin embargo, puedo aclarar que los trabajos que se produjeron en ese periodo— aquella tesis como este trabajo crítico— gozan de una rigurosidad bastante marcada como exigida por ambos. Es con esos crisoles que se trae a la consideración de los lectores isleños esta edición de la poesía de José Enamorado Cuesta precedida de un estudio de Ayala y gestada bajo el sello de la editorial Tiempo Nuevo en San Juan, Puerto Rico.

¿Quién es José Enamorado Cuesta? El nombre suena tanto a seudónimo como a creación poética en sí. No obstante, Ayala esgrime que el poeta yaucano tiene una vasta producción literaria que, entre obras perdidas y otras no estudiadas, obligan a retomar un camino que trazaron predecesores como Francisco Lluch Mora; José Emilio González y, la voz contundente de los estudios literarios en el Oeste de la Isla, Josefina Rivera de Álvarez.

Esta tirada viene con un inicio editorial llamativo: Una nota del rotativo Repertorio Americano del 15 de mayo de 1954 de San José, Costa Rica, en donde se reclama por el encarcelamiento de Enamorado Cuesta según una misiva firmada por Manuel Arroyo. La carta lleva el poderoso título “Yo acuso” y culmina con una advertencia de las secuelas que repercutirán en el caso de que Costa Rica permita el avance estadounidense.

Lo anterior deja el sazón listo para lo que Ayala identifica como una conciencia política de corte internacional y un ánimo previsor que arropa la literatura del poeta. El estudio preliminar también apunta que, si bien Enamorado Cuesta cumple con las características para encapsularlo en la Generación del Treinta de Puerto Rico, su caso es sui generis y distinguible. Como bien apunta el estudio, Enamorado “participó del problemático ideario de la identidad desarrollado por la llamada Generación del Treinta”.

El yaucano fue funcionario de aduanas federal por su fluidez con el inglés; veterano de la Primera Guerra Mundial; así como combatiente, y a su vez corresponsal, durante la Guerra Civil Española. Luego de muchos años, termina como preso político sin renunciar a la exposición discursiva de los valores de la libertad plasmada con una experiencia que se nutre de lo que hay mas allá de los litorales puertorriqueños.

Se diferencia aquí el cultivo de una poesía panfletaria vis a vis una poesía político-histórica. Dice Ayala: “El poeta como sujeto, no se entera, necesariamente, de los efectos de su ejercicio, pero busca además de belleza, una comunicación con otro sujeto humano”. O sea, hay un cultivo en Enamorado Cuesta que sueña con la historia y que reconoce que su labor, si bien no necesariamente rendirá los frutos hoy, podrá ser cosecha de un mañana. En puridad, no languidece la visión del combatiente que sacrifica su hoy por la promesa de una prosperidad para los suyos que se encuentra contingente en el futuro.

Es interesante que la nota con que inicia el texto de Enamorado Cuesta es una renuncia abierta e inequívoca a la aplicación de las leyes de derecho de autor por provenir del mismo germen que combate. Asimismo, la obra tiene un prólogo que llama la atención de sus contemporáneos a la vez que denuncia que la cuestión política de Puerto Rico se encuentra enlazada a la literaria. El poeta sanciona de forma diplomática lo que nomina como un deber que se enlaza y emula el de otros literatos a nivel mundial.

El estilo se identifica por Ayala como neo-criollista y lo distingue del verso modernista que impero en Llorens y en Jesús María Lago. No se ven aquí los cromatismos de dicho estilo, mucho menos las alusiones que distinguen el modernismo intimista del externo. No hay quimeras ni piedras preciosas pero si denuncia y añoranza: Como si la voz lírica estuviera anclada a la realidad.

El ejercicio de Enamorado Cuesta es observacional. Da la sensación de que se está junto a la voz lírica, encarcelado en La Princesa, y a la vez se crea una atmosfera de denuncia que evoca lo internacional. Hay aquí un sujeto triste pero en cumplimiento y en agradecimiento. Subyace una conciencia que apunta a la labor realizada como medalla de combate.

En esencia, Enamorado Cuesta es un lector muy atinado a las corrientes. Sabe lo que es manejar las formas clásicas a la vez que denuncia desde la corriente política que lo motiva. Es una voz distinguible de Corretjer, pero a tono con esta.

El texto ruega por más aportaciones mientras reconoce una necesidad de estudiar la figura de Enamorado Cuesta. Principalmente, hay un llamado a expurgar esos textos perdidos. Al igual que el poeta, aquí hay una invitación.

lunes, 3 de enero de 2022

El batir de las olas también es violencia: El ojo de agua de Evelyn Jiménez

El ojo de agua

Evelyn Jiménez

Ediciones Callejón

257 páginas



¡Se reinicia el reloj! Las expectativas del 2022 son bastante cargadas. ¡No hay duda de ello!

Este año se comienzan las reseñas con una densa lista que estuvo pausada por los quehaceres y demás elementos que tanto caracterizaron al 2021. Se suma a esto la impaciencia que domina al pueblo. Ante ello, la lectura es bálsamo que ayuda a ese y otros males.

Hoy toca El ojo de agua de la colega departamental Evelyn Jiménez: Un libro del oeste, inundado de reflexión y crítico de la condición boricua.

El ojo de agua versa sobre esa mutación que despojó a Aguadilla del barrio Borinquen para convertirlo en la Base Ramey. La ironía salpica a la historia— como muchas veces suele— principalmente en lo que respecta al cambio de nominales. Así, estos eventos fungen como un despojo al alma misma que se traducen en una narración cruda.

Tal vez uno de los elementos más llamativos es la soltura del lenguaje del narrador partícipe con relación a los demás entes ficcionales. Es libre, fluido y netamente de aquí. En esencia, de verdad es inocentón en sus inicio y como un avión despega hasta convertirse en una voz madura y, cómo no, angustiada. Rememora a veces aquel periplo a la adultez que el Pirulo de Marqués dibujó con sencillez.

Como se dijo: Hay una metáfora de transformación, tanto de la madurez del narrador como de esas permutas que se sazonan de enigma. Por ejemplo, no tan solo trata aquí como Borinquen perdió su nombre para volverse Base Ramey; si no como por igual las Juanas se cambian a las Jane; la costa aguadillana en su amplitud se vuelve prohibida; y las verjas se erigen como impedimentos al ejercicio mismo de la felicidad .

Dentro de todo, la novela trabaja lo político como una relación simbiótica de la transición sicológica,


sexual y ética del narrador. Es interesante el tono con que el personaje principal sentencia que “Conmigo no. De nacionalista yo no tenía ni un pelo.” pág. 44. Mas, a su vez, en lo recóndito de las entrañas hay una animadversión al soldado netamente invasor. Esto recuerda un poco a The boy without a flag de Abraham Rodríguez.

La suma de particulares ficcionales es colorida: Un protagonista mocano de Rocha, un negro de Guayama, una keipisa pepiniana, un asesino tatuado que, al igual que Garcilaso el Inca, se debate en su condición de mestizo. En la obra hay también lugares que son igual de focales. La mención de las tiendas Sesto en Aguadilla es, sin duda, un sello de que la novela tiene su voz y es del Oeste de la Isla. Las constantes apariciones de los gates aguadillanos juegan confluir similar a las paradas del Santurce viejo. En fin, barrios, sectores, carreteras y otros hacen que se dibuje un mapa bastante exacto.

Vale acentuar que El ojo de agua es una novela bien violenta. Esta obra del oeste esta escrita con sangre. Hay agresiones entre amantes, entre familiares, entre las mismas putas del burdel. Todas estas pasan entonces al crisol del sensacionalismo para que El Clarín— una memoria bien criticada entre los parroquianos de la zona— muestre los vicios más nefastos del chismoserismo borincano.


La novela tiene un paso apurado, casi de despegue de avión. Al final, las cosas seguirán mutando y la narración así lo subraya cuando es sus últimas páginas se retrata el pobre abandono de la Base Ramey y que al final transforma a este espacio en la memoria de algo que dejó de ser un barrio para convertirse en una salida, un escape que el propio narrador usa para perderse y dejar a atrás un pueblo que lentamente se sumerge en la locura.

domingo, 24 de octubre de 2021

Urgencias, displicencias y docencias: Notas de un desplazado que continúa

¡ Nuevamente aquí!

Las pasadas semanas han sido álgidas y cargadas por razones varias. Entre estas, estuve presentando la investigación “¡Qué corazón tiene este país!”: The Politics of Refusal and Self-Government in the Aftermath of Puerto Rico’s 2020 Earthquake12" como parte del American Studies Association Annual Convention 2021 en octubre de este año. 

Esta investigación sigue en curso. Lo que se presentó fue un preliminar que versa sobre los aspecto jurídicos de la beneficencia, elementos sicológicos del altruismo boricua y una amalgama de asuntos constitucionales y teóricos con nuestra carta de derechos. Tan pronto esté revisada y editada mostraré un preliminar en este espacio.

Por otro lado, adjunto aquí la versión editada del PodCast "El sur también existe" del Centro de Estudios Iberoamericanos de la UPR de Arecibo a la cual estoy adscrito. Esta tirada versa específicamente sobre mi línea de investigación en el área de Mundos Posibles, ética y Roberto Bolaño. Pueden darle clic a la imagen que los llevará a la página. El episodio es de casi 3 horas y eso es en síntesis. No niego que es largo, pero me excuso ya que es un intento de resumir mi disertación.


Sobre las críticas de libros pendientes. ¡Lo sé! ¡Se han atrasado! Ante la carga de trabajo eso sucede y más si sigo siendo un simple docente sin plaza que saca de sus recursos y su tiempo para cumplir con este quehacer investigativo. ¡Voy pela'o y a mi ritmo! ¡Breguen con esa!

martes, 27 de abril de 2021

Conversaciones en espacios de transición: Una mirada al pensamiento de Castoriadis a través de los diálogos

 Cornelius Castoriadis

La insignificancia y la imaginación: Diálogos con Daniel Mermet, Octavio Paz, Alain Finkielkraut, Jean-Luc Donnet, Francisco Varela y Alain Connes.

Minima Trotta

138 págs.

    El periodo de finales del siglo XX se caracteriza por una transición tecnocultural matizada por la informática, la comunicación y la economía. Este momento se sacude con el comienzo de un siglo XXI marcado por la violencia terrorista, el surgimiento de un movimiento innegablemente fascista y una crisis financiera que lleva a pensar si hay mucha diferencia entre estos dos periodos. El pensamiento de finales del XX es llamativo por su aspecto abarcador. Contrario al ánimo demostrado en él, hoy lo que se escucha es una plaga de todólogos ansiosos por ocupar un sitial y recibir uno que otro aplauso. Es un fenómeno que quizá sea producto del vacío dejado por una serie de pensadores que marcaron esa última mitad del XX desde una mirada casi neo-enciclopédica y a la vez emprendedora. No es demasiado


arriesgado pensarlo: Fueron los críticos que pasaron del papel a la tecnocultura y el ciberespacio. Entre este grupo se encuentra el curioso “influencer” previo a redes sociales, Cornelius Castoriadis.

    El texto La insignificancia y la imaginación: Diálogos con Daniel Mermet, Octavio Paz, Alain Finkielkraut, Jean-Luc Donnet, Francisco Varela y Alain Connes es curioso por ser una recopilación de conversaciones que el pensador griego— quien pasó la gran mayoría de su trayectoria en Francia— sostuvo con contemporáneos que se leían entre sí. Estos intercambios están muchas veces mediados por las preguntas de la escritora Katharina von Bülow.

    Con el periodista Daniel Mermet se habla de la insignificancia que caracteriza a la política actual donde los candidatos juegan al marketing con relación a las dos dimensiones que el juego del poder opciona: Primeramente, acceder al poder o, mejor dicho, el ejercicio de alcanzarlo en estas democracias actuales; segundo, hacer algo una vez se llega a ese poder. La banalidad recurrente produce nulidad política a razón de que estos sujetos repiten un patrón similar al pase regio que afectó a la antigua España.

    Se dice aquí que la necesidad de enseñar una “...auténtica anatomía de la sociedad contemporánea...” en las escuelas es, quizá, uno de los elementos para romper el estancamiento democrático. Es una cuestión que se acentúa por la repetición y la falta de inventiva, algo que termina afectando al ciudadano desde abajo, lentamente, infectando veneno. Ante esto, dice el pensador que “[e]fectivamente, no necesitamos grandes discursos: necesitamos discursos verdaderos” pág. 29. Obviamente, esto no se superpone a la responsabilidad que debe buscar el sujeto ante estas nuevas corrientes que muy probablemente no produzcan estos “discursos verdaderos”. Existe una responsabilidad individual por identificar la verdad.

    Aquí se pueden destacar dos ideas sumamente interesantes que indica Castoriadis: La primera se encierra en su expresión “[c]reo que deberíamos ser los jardineros de este planeta" pág. 33. La cual comienza a plantear la importancia de la homeostasis con el mundo, con sus recursos, o sea, una política ecológica seria y alejada de la mercadotecnia banal en que algunas compañías lo han convertido. En segundo término, el concepto de que “...la libertad es la actividad, y la actividad que sabe ponerse sus propios límites. Filosofar, es la reflexión. Es la reflexión que sabe admitir que hay cosas que no sabemos y que no conoceremos jamás..." Pág. 34. Se ata a este elemento de responsabilidad y autolimitación que aparece en el compromiso ecológico a la vez que repercute en los conceptos de autonomía individual y colectiva en otros textos del pensador.

    Con Octavio Paz se discuten la existencia de otra vez el conformismo generalizado que sustituye al individuo en la sociedad contemporánea y va por la misma línea del fenómeno de la autolimitación y responsabilidad. Acusa Castoriadis de un problema ante los individuos totalmente privados o privatizados por la mentalidad de economía total que promueve el capitalismo. Además, un problema que caracteriza esto son los seguidores ciegos, los turiferarios que funcionan por y para los ególatras políticos que capitalizan de dicho conformismo.

     Vale acotar aquí que los intercambios con Octavio Paz se sienten fluidos, bastante paralelos en visión y concepción política. Esta es la parte más abarcadora del texto en términos de política y se distingue de las otras secuencias con los demás interlocutores.

    Con el sicoanalista Jean-Luc Sonnet se entra en el aspecto que más trabajó Castoriadis en sus años en


Francia: La imbricación de un pensamiento político y psicoanalítico que fomentara la autonomía del sujeto y su independencia de lo que llamó modelos exógenos que imponen sus fuerzas en el ser. Allí se dice que “...es preciso que se sepa, sin duda, que entre desear algo y actuar para que se produzca, hay una distancia, que es la distancia del mundo diurno, del mundo social, del mundo de la actividad relativamente consciente, reflexiva, etc." pág. 72. Apunta que esto se ve borroso en ciertas ocasiones a razón de la sustitución de la mitología religiosa por la del progreso indefinido.

    En la conversación con Sonnet también incluye poderosos intercambios sobre Freud en donde se apunta que: "...la verdad no es correspondencia, no es adecuación: es el esfuerzo constante por romper la clausura en la que estamos y de pensar algo distinto; y de pensar no ya cuantitativamente, sino más profundamente, de pensar mejor." Pero, advierte o recuerda la petición de Freud a Max Schur por una inyección fatal cuando para el "Ya no tiene sentido". Así, Castoriadis muy sutilmente recuerda la fragilidad del ser no importa lo abarcador de sus contribuciones o la complejidad de sus descubrimientos. Al final, la falta de sentido es lo que hace que Freud ansíe la muerte y es la gran advertencia que le deja a sus lectores, Castoriadis lo subraya y lo rememora.

    El intercambio con el biólogo Francisco Varela es un verdadero ejemplo de dialéctica: No concuerdan a veces, se intersecan saberes y focos que promueven preguntas. Aquí se discute someramente el poderoso giro que promueve que el científico, junto Humberto Maturana, den el salto de la biología a la filosofía.

    Se recrea en este diálogo la manera en que el concepto de "autonomía del organismo viviente" de Varela y Maturana se imbrica con la idea de una separación de la autoridad extrasocial que Castoriadis ha criticado en la religión, la historia y el materialismo histórico (en una de las críticas más importantes al marxismo). Esta parte es como un espejo de la conversación con Sonnet. Se habla aquí también del componente pasional y social que promueve una autonomía individual que, a fin de cuentas, propenderá a una autonomía de la civilización.

    En unos momentos a los dos no se le entiende, los intercambios se vuelven densos en la discusión de modelos lineales de la ciencia cual si fuera un boxeo de reglas difíciles. Es, posiblemente, porque hay una transición a la discusión del transhumanismo en todos estos intercambios y no se escapa de una que otra crítica relacionada a las ideas de David Chalmers.

    La entrevista con el matemático Alain Connes prosigue con la discusión del problema planteado por Turing sobre las maquinas pensantes. Castoriadis se muestra aquí seguro de su imposibilidad ante la necesidad de lo que identifica como el alma socializada por el lenguaje y por la herencia histórica. Algo que jamás podrá existir en una máquina, según su criterio. Nuevamente, se deja entrever que es un pensador previo al salto al transhumanismo, tema que motivará la primera década del XXI.

    La discusión con Connes también abarca el problema de la cuantificación del espacio, materia que es de origen euclidiano— y que pasó por el cedazo de Kant— y que aparece aquí como un sistema de pensamiento que aún es pertinente y que produce interrogantes en la física. En esencia, Castoriadis apunta que se mantiene entonces la pregunta de cómo el universo físico y el universo matemático intercambian y se superponen.

    Este texto es cortísimo a pesar de lo extenso de las discusiones. Sin embargo, promueve la consideración de como lo interdisciplinario juega un papel crucial en la formulación de un pensamiento de finales del XX y principios del XXI. Contrario a los densos tratados de Castoriadis, el formato de diálogos invita a reexaminar su biblioteca y a considerar la falta de un proyecto que busque nivelar los saberes en vez de ponerlos a competir. En fin, que hay un deber colectivo en estas discusiones muy contrario al afán de importancia y fama que algunos académicos pretenden cultivar, como si la cosa fuera de ellos, o peor, como si ellos fueran la cosa en sí

domingo, 18 de abril de 2021

“Apártate de mí, Satanás”: Una novela del mismísimo demonio

El evangelio según Luzbel

Wilfredo Matos Cintrón

Ediciones La Sierra

240 páginas

¡Qué difícil es escribir del diablo! Por más que se intente, hacerle justicia es dificilísimo. Imaginen


entonces la gesta de Wilfredo Matos Cintrón al tratar de hacerle todo un evangelio en una novela que puede provocar la ira de uno que otro zelote.

Esta novela es un intercambio de ciencias, ética y religión sazonada con lo histórico, lo antropológico y político. ¡Un proyecto verdaderamente ambicioso! El tema tiene demasiados ribosomas, las alusiones requieren un buen manejo para no sobrecargar al lector y la trama misma, si se llegase a descuidar, tiene proporciones titánicas. ¿Cómo Matos Cintrón balancea estos elementos para traer una novela ágil y que no caiga en lo mismo? 

Primeramente, se debería apuntar al buen manejo de la cadencia. Aquí hay ritmo, hay movimiento, la mezcla no se empelota. Pero, no es un meneo cualquiera, es de corte caribeño, es hasta de barrio. De allí, de al lado de las casas y de las parcelas. Luzbel narra su evangelio como si estuviera dándose dos frías en el cafetín de la esquina. Como si pregonara el muerto que van a poner en la funeraria. En fin, que este demonio tiene más aire de puertorriqueño leído y aguerrido que de figura mítica.

Es el lenguaje el ingrediente principal, no cabe duda. Su mesura y su esfera coloquial modulan al texto para acercarnos al llamado rey de las tinieblas. En algunos momentos el narrador se vuelve un interlocutor culto— y de culto— con referencias a la historia, las leyendas, lo remoto y lo cercano. Otras veces se vuelve flexible, cómico y hasta familiar. A modo de ejemplo, en uno de los intercambios más coloridos dice: “Así que todos fueron donde Jesús, quién con no muy finas palabras los mandó al carajo dándole la razón a Pedro y dejando resentido a Santiago" pág. 69. Y no hay de otra para el lector que imaginar una buena mandada a lo boricua y no pensar el asunto en un contexto religioso.

Como si fuera poco hay concatenación cultural. El texto es mitocrítico y a la vez una construcción narrativa formada por las características de lo fundacional. Luzbel fue Prometeo, supo la experiencia de entregarse antes que el propio Jesús. También fue más maestro que el mismo Maestro al ayudarlo a entender su divinidad. Como si fuera poco, fue el compinche de la figura de Quetzalcóatl en la América precolonial. No queda de otra que aceptar que este Luzbel “ha corrido”, “tiene millaje” o “se las sabe”.

La novela está plagada de lo ominoso, principalmente al ojo que ve al cuerpo humano como experimental y fallido. Hay un enorme desconocimiento sobre nosotros mismo y la novela proyecta al personaje como el gran entendedor cuya única agenda es la de sacarnos de la sorna y la ignorancia. Por eso, Luzbel se vuelve profético, a veces. En otras ocasiones, científico. En la mayor de las instancias, rebelde. En uno que otro contexto, un filósofo que sentencia de la siguiente forma: “La muerte es el mayor misterio que los acosa a ustedes” pág. 98.


Matos Cintrón coagula con un verbo ameno un texto de revelación, un juego con lo proteico, el antropomorfismo y la argumentación que en conmixtión develan que estos seres del más allá son igual de pendejos que los de acá. A veces el texto nos recuerda constantemente que lo fantástico está plagado de las mismas cosas mundanas que lo engendran. O sea, por más perfecciones que se le quieran atribuir a los mitos fundacionales, estos no escapan de sus controversiales raíces en la imperfección humana que las concibe.

Una nota un tanto personal: Por cuestiones de la vida, no pude publicar una reseña de esta novela en la Semana Mayor. Ganas no faltaron, pero no hubiera podido escribir la misma nota. Las cosas se cuecen a su tiempo. Opté mejor por disfrutar la lingüística de este texto. Aquí, a ciencia cierta, no escapa uno que otro puertorriqueñismo bien colocado en las fauces del diablo. Como dice el sujeto sin cuernos ni cola ni atributos capricornianos: “Escrito está: A falta de pan, galletas" pág. 133.



sábado, 10 de abril de 2021

Vuelo AA 395 de San Juan a Chicago

 Esto, aquello y lo otro

Luis Rafael Rivera

Situm

 


Luego de 20 años de no montarme en un avión, vengo y cometo la maroma de hacerlo en medio de la pandemia. La experiencia fue lo usual, nada extravagante. No me vanaglorio por esa cuestión de viajar. Sí recalco que luego de esos días en Wisconsin corroboré que con el frío la diferencia entre invierno e infierno es solamente lo sonoro del punto de articulación labiodental.

 El amigo Pedro Juan Cabán Vales me obsequió unos libros para aminorar las millas recorridas. Obviamente, entre llevarme su tesis de derecho de edificación publicada y Esto, aquello y lo otro: Cóctel de historia, derecho y literatura de Luis Rafael Rivera fue una decisión laxa.

 El texto es verdaderamente un juego de fondo y forma comenzando por su índice a la usanza de un menú de coctelería. Comienza con la prosa grande del prólogo de Cabán Vales quien acentúa que el texto, así como degustar de los licores es un arte que se conjuga en la espera.

 Rivera entonces comienza a ofrecer alcohol: Los “Aperitivos” se presentan como una serie de viñetas publicadas en los rotativos nacionales poniendo a todo color la vida de puertorriqueños con los que uno se podría, ciertamente, dar un palo. Literatura, deporte, los debates de género y las anécdotas de dolores y resurrecciones se conjugan bien y sin emborrachar.

 En el vuelo AA 395 de San Juan a Chicago no paro a veces de reír con las cosas que estas personas le cuentan a Rivera. Son ellos los focos de historias que van desde el asombro hasta la grima a veces. Uno imagina que esta gente verdaderamente río y lloró con el también profesor de derecho quien se limita a ser su médium. Yo, a miles de pies de altura y en dirección a lo que en el barrio le llaman “el carajo viejo” como dice mi tía “allá pa’ la puñeta”, me reía a veces bajo la mascarilla y de vez en cuando estos gringos me miraban como si verdaderamente la pandemia me hubiera hecho perder la chaveta.


 Le sigue la sección “De palos con los amigos”. Ya confieso que estaba metido en las fauces de Wisconsin en este periodo por lo que estas piezas alivianaron la resequedad que provoca el frío y la soledad. Una de las piezas claves aquí es el ensayo “El cielo extraviado de José trías Monge” que constituye una desmitificación deliciosa de quien otrora fuese uno de los principales cerebros del muñocismo aunque al final solo parezca una mente arrepentida. ¡Ojalá y su espíritu no me persiga como creo que lo hace con el autor!

 Un trago que pateo fuerte fue “Julio y la publicidad negativa” el cual lo pasé lento para que la juma no subiera mucho. Intuí que hay una gran amistad entre Rivera y Julio Fontanet porque para decir esas cosas en la presentación de alguien sin que al pasado presidente del CAPR se le escapara un “Yo lo mato” tiene que haber unos cimientos de confianza y cariño bien maravillosos.

 Otro de los tragos muy bien preparados es “Vivir con los muertos” que no deja de picar un poquito en la garganta con el relato de la muerte de Esdrújula Agudo Planas de Portillo. Confieso que Sylvia Elvira Cancio González y María de los Ángeles Diez Fulladosa se han vuelto un ejemplo a seguir.  

 “Barra abierta” es la otra sección del menú. ¡Aquí de veras se nos pasó la mano con los tragos! Es una sección fugaz, crítica y de esas que hacen que los compas de borrachera rían y hablen duro. Ese primer texto “Retrato de familia” no fue trago, fue un shot bastante interesante en donde el autor se afianza en la Primera Enmienda de la Constitución para darle unos buenos zarpazos a las ideas del Juez Jorge Escribano.

 La última ronda se pagó con la irónica “La última copa”. A Rivera le encantan las alusiones religiosas que, dicho sea de paso, no escapan de asomarse en alguna que otra cuestión del Derecho. Empero, no digo para mal, si no que me parece que el autor se tiró una maroma nazarena y dejó el mejor vino para lo último. Los escritos aquí son largos, reflexivos, propios de asignatura universitaria y en una medida elabora mejor sobre temas tratados a inicios del libro. Es el momento donde uno se da cuenta que Rivera encontró su voz, pero como muchos de nosotros, se metió en esto del Derecho porque, caramba, hay que pagar la hipoteca todos los meses.

 Lejos de mi terruño ya la primavera aparecía con el trino de algún pájaro para luego escuchar un cuervo enorme que cercano a donde estaba se ganó un “tú no paras de joder” bien a lo boricua. Acabé el libro con beneplácito y confieso que le debo muchísimo a Pedro Juan y a Rivera quienes produjeron este pequeño bálsamo para las lejanías.

 A modo de colofón, dos conclusiones inescapables: Primero, la literatura me sigue salvando la vida y, segundo, a Rivera lo había leído numerosas veces en opiniones del Tribunal y en su texto sobre Derecho Hipotecario, nunca había visto una foto suya, y sí, tiene cara de sacerdote.

 

    

lunes, 8 de marzo de 2021

Mayoral de Ramón Edwin Colón Pratts (Notas para un regreso a la crítica literaria y una deuda de lectura)

Mayoral 

Ramón E. Colón Pratts 

Publicación Independiente 

356 págs.

Luego de mucho tiempo, cuya culpa se debe en su mayoría a cuestiones personales y la defensa de mi tesis en Literatura, retomo esta manía de llevar un diario de lectura público. No miento cuando digo que es un ejercicio liberador. Poder escribir sobre libros, sin bibliografía, fichas, citas y los rigores de una academia a la que le “he da’o lucha”, es simplemente manumisor. 

Foto tomada por Libros 787 

Evitemos prolegómenos: La malapaga y el maltrato y poco profesionalismo académico se quedan cortos con esta necesidad de ayudar que me suple fuerza y que, quizá, motiva a otros tipos de lecturas de lo que se produce en la Isla. Fue así como por cuestiones profesionales acudí al despacho del colega y mentor de este oficio, Ramón Edwin Colón Pratts. Allí, además de discutir unos asuntos sobre un caso pro-bono que me ocupa, pude pedir una copia de su novela Mayoral bajo la excusa de que ahora puedo leer lo que me dé la gana.

La novela inicia con lo que será uno de los temas recurrentes: La lenta caída en el acabamiento de la muerte. Desde su génesis, la atmosferización— acuñando el vocablo de Wico Sánchez— da a entender que poco a poco todo muere, todo concluye y todo se desvanece como una burla a nuestra preciada voluntad. Es por esa razón que la obra plantea una discusión un tanto tradicional del debate entre fondo y forma, lo que es y no es o mejor, lo que somos y nunca seremos.

El escrito es denso en sus sermocinatios. A veces con una cadencia que sirve de motor a lo que podría llamarse un juego de dualidades y desdoblamientos. Mayoral es una novela bifronte en varias dimensiones. Por un lado, se juega la historia del texto encontrado, en este caso por los familiares que van culminando el arduo proceso post mortem de conservar y/o desechar lo que sus precursores con tantos años de esfuerzo construyen. Opera aquí una intertextualidad y una metatextualidad que se balancea entre lo que es y no es “parte de”. Así, los deudos encuentran un revoltijo de formularios de Derecho cuyos folios están concatenados a una novela que se escribe en el dorso.

Derecho y Literatura entonces se entrecruzan en una remembranza a la anécdota del Corpus Iuris Civilis o Códex Justiniano. Para no poner la nota al calce, dicen los historiadores que unos monjes habían encontrado unos pergaminos viejísimos en los sótanos de cierto monasterio y, con ánimo beato, rasparon su contenido con navajas para escribir unos poemas a La Madonna. Para su sorpresa, la industriosa inventiva de los romanos de escribir sobre cuero tenía la pretensión de que, aún raspando las superficies, la tinta emergía de las entrañas volviendo a producir la integridad de las constituciones imperiales. Fue así como se descubrió lo que hoy en día es un tatarabuelo muy lejano de nuestro viejo Código Civil.

En la novela, los formularios de Derecho importan poco. Son más bien una obstrucción de lo que verdaderamente interesa y que metafóricamente es una sola de las caras del papel. Este juego con las fachas, tanto de los folios como de las personas, se repetirá hasta que poco a poco se olvide el asunto oculto de las leyes. Bien dice el texto, casi hasta con coraje: “El Derecho lo descojona todo, no arregla nada”. 

Es en esa línea que le toca al lector convertirse en otro miembro de la familia del viejo abogado muerto que poco a poco van tomando retazos de lo que se escribe sobre Mayoral. Este último, se sintetiza en ser uno de los locos del pueblo, pero, como los folios de los formularios, alguien que oculta algo más. No en vano, este mecanismo de balancear lo que se es por un lado y por el otro trae consigo otros vericuetos interesantes: La carnicería donde entrevistan a Mayoral tiene a su vez una trastienda formada por la antigua cárcel de independentistas en este Pepino ficcional (cosa que luego produce una ironía extrema al finalizar el texto); la pluma que hechiza a Mayoral, es por otra cara la misma que lo hace con su interlocutora años después; el color vino— que es el color de la sangre a veces— de un grafiti que grita es por otra cara el mismo color de un mueble que provoca paz; las hipotecas que gravan un inmueble para proteger contra acreedores, es por otra cara la tramoya del asesinato de don Flores Rivera Mercado y la acusación de Jorge Luis Chaar Cacho; la novela que se lee por mano del viejo abogado, es por otra cara la novela que se endeuda en la interrogante de si fue o no escrita en realidad por el loco; la muerte que va encerrando, es por otra cara la que libera.

En fin, Mayoral cumple muy bien lo que en esta profesión se hace muy mal: aprender a cerrar el argumento y callar. Sus últimas páginas son las más elaboradas, las más rápidas, las que dejan más preguntas sin uno darse cuenta de que el narrador le puso el lazo al presente y se lo deja listo a quien quiera tomarlo como obsequio. Asimismo, agradan las referencias a una Antonia Martínez ficcional; a un Pepino que está en un futuro cercano; a un caso que por un momento corto de mi carrera tuve la dicha de intervenir junto con el autor de la obra y verdaderamente comprender que se sentía como parte una novela que puso a medio mundo de puntillas en la década del ’70 en San Sebastián. Así, aquí hay un juego, tal vez con cosas mucho más interesantes que un caso en las cortes o, como pensé en otro momento con la definición de la palabra mayoral, algo que bien muestra lo polifacético que es el pueblo donde el grito se ahogó.