jueves, 29 de julio de 2010

Columnas, pilares, amnesias sociales

Ayer estuve curioseando el periódico previo al examen de Responsabilidad Civil Extracontractual y topé con una excelente columna de Manolo Núñez Negrón. Creo que merece ser divulgada más allá de las páginas del periódico debido a que reflexiones como estas se están perdiendo con el pasar de los días. Lamentablemente la conciencia histórica de nuestro pueblo pasa por una anemia moral de la cual debemos rescatarla.

Manolo Núñez compartió conmigo hace mucho, mucho, mucho tiempo, cuando éramos estudiantes en San Sebastián, creo que arroja luz su estilo crítico y metafórico a la hora de enfrentarse a este tema.
En buena hora Manolo.



Equinos


Por: MANOLO NÚÑEZ NEGRÓN



No existe, no puede existir, un animal más noble y elegante, más digno y altivo, que el caballo. Es cierto que si se les encierra sin compañía pueden desarrollar malos hábitos, pero esa eventualidad no debe sorprender a nadie porque, hasta donde se sabe, se observa una conducta semejante entre los seres humanos. Todos los grandes héroes, y también los villanos, tuvieron el suyo. El Cid cabalgó sobre “Babieca” y Don Quijote salió de La Mancha acompañado de “Rocinante”. Bolívar montó a “Palomo” y Washington sostuvo, algo arrogante, la brida de “Magnolia”. Hasta el Gran Combo se topó, allá por el año 1965, con uno que era pelotero.


Y así, a lo largo de la historia, este ilustre mamífero ha hecho nuestras fatigas menos arduas, ha doblado el lomo sin quejarse, dócil. No conoce otro lenguaje que el de la bondad.


De él jamás podría decirse, por ejemplo, que sea capaz de obstruir una investigación gubernamental o de querer echarle arena (la frase está de moda) a un crimen de estado. Tampoco que se dedique a los bienes raíces de una manera francamente inmoral, obscena, o que un día se levante y sugiera, con la boca de comer pasto, que los jóvenes de hoy se gastan las becas estudiantiles en alucinógenos.


Un corcel, insisto, jamás hubiese invocado como un derecho adquirido la posesión de una escolta (y mucho menos con un establo en crisis), ni se hubiera robado unas elecciones en 1980 (escojo un año al azar), ni habría acuñado esa consigna pueril que acabó liquidando las posibilidades de todo un movimiento: “La estadidad es para los pobres”.


Éstas son cosas que no suceden en el reino de los cuadrúpedos, desde luego, y es bueno que se ventilen para que no se les atribuya, de forma gratuita, la banalidad del mal. En un día desafortunado, lo admito, es probable que relinchen sin ton ni son, pero nunca, bajo ninguna circunstancia, se dejarían dar una galleta de Joseph Molina.

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